ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ESTUDIOS LITERARIOS

  Existe una preocupación por los estudios literarios que ha ocupado parte de los esfuerzos intelectuales del siglo XX En varias oportunidades se ha intentado denominar o arquetipizar las diferentes variantes que ofrece esta manera de acercarse a la literatura. Diríamos que intentar enmarcar con el ropaje de los muchos conceptos dados a los estudios  literarios, es poco efectivo si atendemos la impenetrable inmovilidad o la exagerada movilidad de algunos términos empleados:” filología “, “ investigación erudita literaria” y hasta “estudios científicos literarios”.

  Hay sin embargo, tres conceptos que reúnen los elementos significativos derivados de los estudios literarios. Tales conceptos son: teoría, Crítica e Historia Literaria. Éstos, desde su específica forma de abordar la literatura, dilucidan y concretan el estudio particularmente general de los múltiples problemas literarios.

La teoría literaria, como cuerpo conceptual, busca elaborar un esquema general mediante hipótesis, leyes y relaciones entre los elementos que conforman la creación literaria –elementos (autor, lector, texto y contexto) que estructuran la comunicación literaria-. Por su parte, la crítica literaria se define esencialmente como una aproximación o lectura más o menos rigurosa de una obra o período de la literatura. Es sin duda la crítica la más subjetiva de las  reflexiones sobre la literatura y, en consecuencia, la que con mayor insistencia está subordinada a las consideraciones sociales y sus derivadas formas. En tanto que la historia literaria se encarga de los problemas surgidos en el momento de catalogar y periodizar bajo diversos criterios (cronológico y/o temático)  las innumerables obras literarias, los autores, los variados estilos y los pormenores de los elementos constructivos que diacrónicamente sustentaron la aparición de una obra.

Sin lugar a dudas, estas discontinuidades conceptuales en apariencia que están insertas en la actualidad dentro de los estudios literarios, son irrevocablemente interdependientes. Vale la pena hacer  notar las íntimas circunstancias que las relacionan. La historia depende de la crítica, en la medida que ésta recurra a las consideraciones y las conclusiones sutilmente subjetivas de aquella. Alguien podría decir que la historia se refiere a los hechos fríos e indelebles acaecidos en el pasado remoto, pero caería sin remedio en el error de generalizar en la reconstrucción que el historiador hace de “ese o aquel” tiempo pretérito; es decir, los valores de la historia, en este caso literaria, los otorga en último momento cierta selección que en el proceso de inclusión y exclusión de obras verifica la participación de criterios elaborados de antemano como marco o base conceptual que sirva de fondo a la perspectiva, la mirada  que el historiador de la literatura da sobre su material de estudio. Desde luego, si los hechos fuesen solamente remotas circunstancias absolutas,  la historia no sería más que un catálogo de remembranzas y carecería del criterio que da el análisis de los eventos que la produjeron. Por una suerte de relación  biunívoca, ocurre algo parecido con la crítica literaria. Ésta queda totalmente aislada en el universo de las interpretaciones, si intenta desentrañar los misterios de una obra maestra sin tomar en cuenta el momento histórico y las circunstancias generales que rodearon su aparición.

En cuanto a la teoría literaria, podemos apreciar las estrechas relaciones que guarda con la crítica y la historia. Esto ocurre básicamente por el hecho de que entre estos conceptos existe un alto grado de complementariedad sustentado desde sus contenidos aparentemente particulares. El trabajo crítico-histórico aplicado sobre el material literario da a la teoría los elementos constructivos de una eventual hipótesis, así como la base real de sus criterios, leyes generales y fundamentos objetivos –aquí lo objetivo se proyecta hasta lo que de científica pueda tener la teoría literaria-. Al mismo tiempo, la teoría aporta generalidades y visiones totalizantes a los juicios y conclusiones de la historia y la crítica, indispensables al momento de elaborar supuestos. Es en sí,  una situación de entrañable colaboración que se afianza en la continua reflexión sobre la literatura.

Finalmente, diremos que los estudios literarios tienden a ensanchar su entorno de acción en la medida que incluyan en las consideraciones que le son propias, aquellas miradas o perspectivas que partan ya no desde una reflexión externa y separada del objeto de estudio,

sino desde las interrogantes y búsquedas planteadas en el propio texto literario. Dicho de otro  modo, a partir del momento en que, por ejemplo, con su obra el autor –como elemento de la comunicación literaria- se convierta en un agudo crítico de la metodología empleada para confrontar el análisis literario y aporte su considerable experiencia a la creación de una nueva visión de los estudios literarios, encontraremos indicios claros que nos convoquen a pensar en el final de unas fronteras conceptuales necesarias solo a la hora de  problematizar las relaciones  entre los estudios literarios y su objeto de estudio.

                                                                                                                     José Antequera

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