LA GITANA DE BÉCQUER

        

La voz del poeta trasciende. Antes y después de escribirlo, el verso siempre ha estado en el aire, latente, dispuesto a no dejarse desvanecer por el implacable tiempo.

El placer de conseguir en una interjección vital la voz de Bécquer en la obra musical de Willie Colón sugiere tomarse un tiempo, respirar, mirar la montaña y tratar de buscar las afortunadas preguntas que generarán otras y otras, hasta convertir el dilema en un oficio que nadie puede explicar, pero a cambio me permite subrayar un centímetro espacial del canto poético y del canto musical.

Partiendo de la necesidad de materializar los sentimientos, el hombre en la historia nos ha dado incontables enunciados. Y esta ha sido una tarea que busca visualizar lo que el corazón no puede ver: el inicio y el fin de los latidos incomprensibles y el lugar impreciso del alma: los sentimientos.

En la rima XXXVIII, Gustavo Adolfo Bécquer y en la sección F1 de la canción Gitana existen coincidencias hermosas, son los mismos versos, los del poeta prestados al músico puertorriqueño, ambos buscan el destino de los sentimientos, se replantea y trasciende. Pero para tener una visión más clara tendremos que pasear por la historia, remontarnos a los principios del pensamiento.

Antes que nada veamos el sencillo e inocultable hallazgo. En Bécquer puede leerse:

“Los suspiros son aire, y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Dime, mujer, cuando el amor se olvida,

subes tú adónde va?

La canción de Colón lo interpreta de la siguiente manera:

“Las palabras son aire, y van al aire.

Mis lágrimas son agua y van al mar

cuando  un amor muere,

sabes chiquita a dónde va?

Es evidente como se conservan los mismos versos, más allá de tomarnos la libertad de subrayar algunos cambios: Los suspiros por las palabras –ambas exhalaciones de aire-, cuando una amor se olvida por cuando un amor se muere – en los sentimientos es poca la diferencia entre olvido y morir, por lo que se convierte en sinónimo – y, finalmente, sabes tú por sabes chiquita – el pronombre contrario a su naturaleza es sustituido por un adjetivo substantivado-, pero ambos voces en su contexto no pierden su esencia de comunicación a la amada, por lo que diferenciarlos notablemente no tiene sentido.

Como decía al inicio, ese intento de graficar los sentimientos con la naturaleza data desde siempre, una necesidad comparativa iniciada por Heráclito “Para las almas es muerte tomarse agua; para el agua es muerte tomarse tierra, mas de la tierra nace del agua, el alma”

Dado el primer enunciado, en España, Manrique busca consuelo en los señoríos – dominios de las pasiones- “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar”, luego es Bécquer, más adelante Borges hace lo propio en este lado del continente, él retoma al oriundo de Efeso, en Arte Poética de El Hacedor (1960) que concluye así:

“También es como el río interminable

que pasa y queda y es cristal de un mismo

Heráclito inconstante, que es el mismo

y es otro, como el río interminable”

Y en los ochenta del siglo XX, Willie Colón realiza el canto retomando al poeta de Sevilla. Con esta rápida visión de energía en movimiento – desde nuestro interés-, se observa que siempre ha estado a lo largo de la historia, particularmente el agua y podría pensarse en el aire como aporte de Bécquer, pero sería objeto de una investigación más exhaustiva. Importante de su fecundidad a distancia del bolero, es indiscutible que su obra ahonda en un romanticismo sencillo, melódico y profundo, y es ahí donde me atrae ver un poema del sevillano en medio de una salsa caribeña, siendo este último un género socialmente marginado al suburbio pero musicalmente muy apreciado. Entonces vemos un texto romántico insertado en otro contexto, funcionando con la misma fuerza del verso original.

En la estructura de la obra de Bécquer esta rima se ubica en una sección dedicada a la mujer y al mundo sublime –erótico, romántico, de ausencia –. Por su parte, en la canción de Colón el poema también se ubica en una estructura particular, ahora musical, en un aparte de la canción (sección F1) y de manera magistral coincide con el aspecto sonoro que analiza García López: “...a huir de la rotundidad sonora. Sus versos sencillos y espontáneos – en los que predomina la rima asonante-, carecen de resonancias orquestales...” (5), “un paisaje distinto” enfatiza Alarcón Garmendía y añade “el tema podría empezar ahí” y si musicalmente la canción está decorada con tonalidades franco flamenca en un tono frígido, curiosamente la sección de los versos de Bécquer en Colón no llevan orquesta de fondo, (“a huir de la rotundidad sonora... carecen de resonancias orquestales...” García López), es casi una declamación (“Sus versos sencillos y espontáneos” García López), es “música latina de frente” dice emocionado Alarcón Garmendia. Vemos entonces que lo menos ibérico de la canción es de Bécquer, por lo que estamos frente a la trascendencia de la voz poética, es sólo acústica y voz, es el Romanticismo en pleno acto musical.

Salen las preguntas de rigor: ¿qué hace algo romántico en medio de un tema de salsa? Se puede decir que a priori pocos reconocerían en Colón los versos de Bécquer y es por eso que el tema toma importancia desde el análisis binario poesía / música: primero, por la canción llevar un nombre sugestivamente europeo y femenino; segundo, en la sección  F1 el cantante da cierta calma a la orquesta para interpretar (con la rima) la incertidumbre de la energía en movimiento de los sentimientos y paradójicamente nos indica “la nota es porque es imposible mantener esta agonía” casi diciéndonos que se refugia en la rima para poder Es costumbre conseguirnos con notas donde atribuyen a Bécquer una cuota para explicar su angustia por el río de sentimientos que lo ahoga; y tercero, la letra canta paradójicamente ”al que madruga dios lo ayuda”, en una suerte de post-romanticismo cuando busca la luz del alba, de manera que se funde dos tendencias literarias en dos segundos de música. La sección F1 –insisto- siempre será se sentirá como un aparte.

Bécquer se deja escuchar, y su melódica forma es sin duda un aporte artístico que se inserta en este caso en una sección intima de un clásico de la salsa, y Bécquer es íntimo. Salsa y literatura, literatura y bolero, rock y rimas, o sea, la música abrazada a la poesía como única arma de representar los inquietantes y torrentosos sentimientos.

Un verso de tiempo indefinido, de espacio hídrico y ligero “los suspiros son aire... las lágrimas son agua”..., con una voz poética llena de dudas “...cuando el amor se olvida, sabes tu adónde va?”, de oyente lírico que desconoce del amor que tiene en frente, que la observa y la desea, un poema de cinco versos hermosamente desordenados, métricamente olvida los cánones formales para dar paso a otra melodía.  Este es un poema de recursos ilustrativos milenarios “y van al mar”

Algo queda claro, el análisis musical de Alarcón Garmendia es idéntico a la de García López, por lo que me anima a hacer un único aporte, Colón siguió al pie de la letra el poema y a todo su contexto lírico musical, pero desde la salsa. Dios lo cría y ellos...

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