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De la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento Según declaración del Banco Mundial (1999) en su informe sobre el desarrollo mundial El conocimiento al servicio del desarrollo, aquello que diferencia realmente a los países ricos de los países pobres, no es el mayor ingreso per cápita de recursos, sino el acceso que tienen sus pobladores al conocimiento útil para el mejoramiento de la calidad de vida. Esta verdad es inapelable, pero no sólo en la relación mundial de países desarrollados versus países en vías de desarrollo, sino en el interior de los grupos poblacionales de estos últimos: las diferencias entre el acceso al conocimiento de los diferentes estratos sociales traza la diferencia entre la calidad de vida de unos y de otros. Pero esta situación no es tan simple, no sólo es acceder al conocimiento (en abstracto) lo que genera problemas, se trata de una situación de transferencia y aprendizaje de conocimientos tecnológicos (que pueden variar en grado de complejidad como aprender a fabricar ruedas o computadoras; o a curar la malaria), siendo que ésta es una meta móvil, ya que cada día se generan nuevos conocimientos, nuevas tecnologías en el mundo; pero además se trata del desarrollo de destrezas que le permitan a los pobladores del mundo, que son tendencialmente marginados, desarrollar sus propias tecnologías, esto es la adecuación del conocimiento a su realidad; situación que sólo será posible mediante la estimulación de la curiosidad, la inventiva y la creatividad de estas poblaciones a través de la educación. Adquirir y generar conocimientos es en realidad un problema relativo a la información, no se puede dar ninguna de estas dos situaciones si no se tiene un acceso fluido a la información, que sería en este caso la primera clave de la ecuación (quedando momentáneamente pendiente el problema relativo a la transformación de la información en conocimientos). Afortunadamente es posible, y así lo plantea el Banco Mundial entre otras instituciones, reducir las diferencias de conocimientos. Por una parte, como se mencionó, los países en vías de desarrollo no deben producir conocimientos ya existentes en países desarrollados, lo que deben hacer es tomarlos y adecuarlos a sus necesidades específicas (sin embargo hay una larga lista de posibilidades de generación de conocimientos que dependen de nuestros países). Mientras que por otra parte los costos de las comunicaciones descienden rápidamente (Banco Mundial, 1999: p.3) circunstancia que, según el mencionado informe, genera una situación propicia para permitir el acceso a la información del grueso de la población mundial, reducir la diferencias de conocimientos y elevar el crecimiento económico y la calidad de vida de la población de los países pobres o en vías de desarrollo. Para alcanzar esta meta el informe del Banco Mundial (1999) desarrolla en tres capítulos las medidas o pasos fundamentales que deben realizar estos países para cubrir sus necesidades en cuanto al tratamiento de la información y del conocimiento, estos pasos son a saber:
Pero frente a estos tres aspectos es necesario realizar algunas consideraciones: En cuanto al primer paso, -que es tal vez el más conocido y el que se ha ensayado de manera más coherente y constante, aunque aislada- en el caso venezolano, siempre han existido políticas de formación en el exterior, de cuadros de recursos altamente capacitados, bien sea por parte del Estado o del sector privado. A esto se le suma el apoyo a la investigación que constantemente promueve el Estado a través de los centros de enseñanza superior o de organismos concretos como el CONICIT. Sin embargo el segundo y el tercer aspecto requieren de mayor atención e interés en el caso particular de Venezuela. Es bien sabido que en el país existe un sistema de educación básica masivo y universal que brinda, en mayor o menor medida, igualdad de acceso a toda la población por igual, empero también es ampliamente conocido el nivel de deterioro que ha sufrido la enseñanza pública venezolana en los últimos treinta años, cambiando de alguna manera la calidad por la cantidad. Aún si estas afirmaciones no fuesen ciertas, la estructura de la educación básica debe enfrentarse a una situación de la que no escapan los países con sistemas educativos eficaces: ¿cómo proveer al ciudadano común de herramientas que le permitan enfrentarse de manera pertinente a la avalancha de información de la revolución mediática? O bien ¿cuál es camino a recorrer para pasar de la información indiscriminada al conocimiento útil?. Hubert Markl, (ex presidente de Sociedad Alemana para la Investigación) se hace la misma interrogante de la siguiente manera: "¿qué será de quienes hoy toman el desayuno entre tempestades de imágenes? Se puede poseer toda la información y no entender nada". (Markl, 1998:2) Efectivamente el problema en la actualidad no es, necesariamente, el acceso a la información, ésta abunda en los medios como la televisión, la prensa, y aún más la Internet, los cuales invaden nuestros hogares diariamente; a través de la Red de Redes es posible acceder a casi cualquier información existente en el mundo, entonces: ¿dónde radica realmente el problema?. Este se encuentra en la discriminación de la información, saber cuál es realmente útil y cuál no, en otras palabras, es en un problema de validación y colocación de contenidos. La Red es, en un sentido paradigmático, el único espacio libre de restricciones que hay sobre la tierra, sin regulaciones, sin límites, esto permite que todo lo imaginable y hasta lo que no, se encuentre allí, cosas que obviamente no nos interesan y otras que pueden aparentar algún contenido de interés y no poseerlo realmente. Cómo hacer para que los ojos inexpertos de los jóvenes (por citar el público sobre el que mayor incidencia tiene este medio) distinga aquello que le sirve de aquello que no, ya que, aunque suene paradójico un joven del siglo XX maneja mucha más información que un sabio de la Grecia Clásica, esto puede no tener discusión, sin embargo habría que dudar si afirmásemos que el primero tiene mayores conocimientos que el segundo. En principio la respuesta a esta paradoja radica en la capacidad de discernimiento, capacidad que sólo se desarrolla a través de la educación, es por esto que debe ser el camino de la apertura (acompañado de una formación adecuada) y no, el de las restricciones, el camino ensayado hacia la transformación de las sociedades, no es la censura o el control sobre los contenidos lo que permitirá una situación conveniente en un sentido educativo; por el contrario es la expansión de criterios lo que permitirá generar valores de uso válidos y apropiados para el gran público. Nos referimos a la expansión de la oferta, es necesario que el Estado desarrolle e implemente políticas públicas de colocación y validación de contenidos en redes, en contraposición a la oferta de los sectores privados, quienes mayormente han tenido la iniciativa de penetración a través de los nuevos medios pero con fines comerciales. Por ende es necesario que se generen proyectos adecuados para que los usuarios de medios como la Internet accedan a ésta no sólo con fines recreativos, sino con fines de formación y educación. Pero por otra parte, es necesario desarrollar políticas que generen nuevos usuarios, sobre todo en los sectores tendencialmente marginados (rural y marginal) servicios que por demás deben ser gratuitos y que deben acompañarse de programas educativos paralelos que garanticen el acceso adecuado de estas personas y su aprovechamiento en términos superlativos. Es pues la educación la que permitirá el desarrollo de un programa que en conjunto puede conducir a disminuir las diferencias que en términos del conocimiento, existen entre países pobres y ricos. Pero aquí entramos en terreno pantanoso, no es un sistema educativo convencional el que proveerá los elementos necesarios antes mencionados; las prácticas y valores de uso del nuevo medio implican prácticas educativas novedosas; sobre todo en lo que respecta a la generación de nuevos usuarios, el desarrollo de criterios válidos de discriminación de la información y sobre todo las políticas de colocación de contenidos en redes, estructurados en niveles de complejidad de acuerdo a las necesidades de los diversos tipos de usuarios. Hemos explorado las posibilidades concernientes a los dos primeros puntos de la agenda para alcanzar una sociedad donde el conocimiento se encuentra al servicio del desarrollo, y se ha asomado el tercer punto de la agenda: la difusión y transmisión del conocimiento a través del uso de las nuevas tecnologías, sobre todo aquéllas de carácter teleinformático. Pero es necesario detenerse un poco más en este punto, en donde se pueden identificar dos vertientes del problema, en primer lugar la relativa a la implementación de un sistema público de acceso a las redes que permita el acceso del grueso de la población; y en segundo lugar la necesidad de implementar estrategias apropiadas de colocación de contenidos validados que superen la barrera de la información para convertirse en conocimientos útiles que sirvan de soporte al sistema educativo convencional. En cuanto a la primera de estas vertientes, puede ser de gran utilidad observar las conclusiones a las que llegó la Red Nacional de Bibliotecas Públicas del Reino Unido, sobre la posibilidad de implementar un sistema público de acceso a Internet soportado en la infraestructura de la Red de Bibliotecas Públicas; este reporte argumenta la transformación de las bibliotecas y qué se debe hacer para lograrlo, como sería el caso de reequiparlas y reentrenar su personal para que éstos puedan seguir cumpliendo su rol de mediadores, intérpretes, guías y punto de referencia, en lo que respecta al paso entre el pasado y el futuro tecnológico. De estas conclusiones podemos resaltar algunas que sirvan de puntos que nos orienten en nuestro camino hacia la sociedad del conocimiento:
Estas cortas reflexiones sobre el rol de las bibliotecas públicas van más allá de las mismas bibliotecas, relatan sobre la importancia capital de la implementación de redes públicas de acceso a la información, convencionales y en línea; habla sobre la necesidad de involucrar a las personas con su entorno y con el mundo, de hacerlas participes de sus procesos de formación, capacitación y de la toma de decisiones que afectan sus vidas. En Venezuela existe una red de Bibliotecas Públicas bastante considerable, ésta además se puede ver potenciada por la integración de las bibliotecas de los Centros de Educación Básica, Media y Superior; conformada así, esta red podría ser una buena base para comenzar un proceso de generación de políticas destinadas a incrementar el número de usuarios; ya que es necesario que las personas utilicen estos servicios, para alcanzar los niveles de información, participación y reflexión de las sociedades realmente democráticas; pero este atractivo lo generará, más que los centros convencionales de referencia, destinados a públicos específicos con ciertos grados de especialización, el acceso amigable (con sistemas simples de capacitación) del grueso de la población a la interacción con el mundo, con la información y el conocimiento que ofrecen las redes teleinformáticas, valga decir Internet. Visto de esta manera puede verse simple un proceso que no lo es, la instalación de una infraestructura dotada de las tecnologías necesarias para alcanzar los grados de participación ciudadana aquí descritos no es simple, mucho menos las estrategias para la captación de usuarios que involucren a la gente con su entorno (sea éste su aldea o el mundo); ambas deben responder a políticas de Estado bien definidas, con objetivos claros y realistas que permitan realmente el aprovechamiento de los recursos. En paralelo queda aún un elemento por discernir, el relativo a la colocación de contenidos en redes, quiénes los colocarán y cuáles serán estos contenidos, son las preguntas a responder: ¿Quiénes son las personas llamadas a validar la información y generar el conocimiento que circulará por las redes? En principio, la información que se encuentra en las redes tiene un carácter comercial, existe de todo sobre todo, esto está bien, la libertad manifiesta en la cibercultura consiste en el libre acceso de todos para colocar información y acceder a la misma, sin embargo toda esa información no es susceptible a convertirse en conocimiento, no toda esa información es herramienta útil para modificar el entorno y mejorar los niveles de vida de las personas, ni siquiera es toda la que modificará la percepción del mundo y la forma sensible de involucrarse con él. Es necesario tener un alto grado de especialización y discernimiento para distinguir en este universo que es aquello que nos es útil de aquello que no lo es; por lo tanto son los especialistas, los profesionales formados en las diversas áreas del saber humano quienes están llamados a validar los contenidos existentes en redes y a facilitar el acceso de todos a esta información, una información que sea susceptible a transformarse en un conocimiento útil que altere nuestra relación con el mundo. En cuanto a cuáles han de ser los contenidos de las redes, tenemos que aceptar que la información es materia orgánica creciente, prácticamente inmanejable, por lo tanto son los sistemas de validación altamente especializados los que permitirán generar y tener acceso a información útil en todos los niveles, ya que desde la información y el conocimiento validados al más alto nivel, es posible realizar procesos de decantación para generar productos que sean accesibles para niveles de requerimiento medio y bajo. Mas no es posible lo contrario (sin realizar grandes esfuerzos y estar debidamente formados): ir de la masa amorfa, en que se ha constituido la avalancha informativa actual, a información útil y especializada, es cada vez más difícil, por no decir que es una tarea imposible, para aquellas personas que no tienen los niveles de instrucción adecuados para diferenciar lo importante de aquello que no lo es. Por todo lo anterior se recomienda que, paralelo a la implementación de las redes públicas de acceso a las tecnologías de información, se desarrollen estrategias exitosas que conduzcan a la creación de grupos de especialistas en diversas áreas del conocimiento, dedicados a la validación y colocación de contenidos, con información de distintos niveles de especialización destinada a todos los sectores de la población, información susceptible de ser transformada en conocimiento útil como agente de transformación social, hecho que en países como el nuestro, en vías de desarrollo, delinearía completamente una estrategia para integrar las tres etapas propuestas por el Banco Mundial, a la vez que se daría un acento apropiado a la tercera, que versa sobre el uso de las nuevas tecnologías de la Información con el fin de reducir las diferencias en cuanto al conocimiento entre los países desarrollados y aquéllos que no lo son. Alvaro Molina Mérida, julio de 2000. |