EL
ARTE “POPULAR”: UN OBJETO TÍPICO O UN SUJETO ATÍPICO
Lic. Ricardo A. Ruiz P.
...y me atrevo a
adivinar que algún día el hombre será conocido como una multiplicidad de
forasteros, independientes, incongruentes y polifacéticos...
Robert Louis Stevenson,
El extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde. (1886).
INTRODUCCIÓN.
“...Sucede que uno no pinta el mundo como es, sucede
que mis casas no son las casas del Saladillo como son, sino como yo las siento,
como me han quedado, con esos colores, pero sin detalles...”
Natividad Figueroa. Pintor “Popular”
Henri Rousseau, Gitana
durmiendo, 1897.
El primer artista ingenuo que reconoce la Historia
del Arte con cierta connotación de individualidad y excepción, es decir, como
productor de significativas y singulares obras de arte. Esto quizá se deba a la
potencial influencia que yace en el cuadro señalado, fechado para 1897. Por un
lado el espacio es considerado un hipotexto para el surrealismo, la presencia
del horizonte, la mujer y el animal en un tema claramente unido al onirismo.
Por otro lado, tanto la guitarra como el jarrón, suelen ser tópicos recurrentes
para el cubismo (Cfr. Bihalji-Merin, 1978).
Históricamente se reconoce el acercamiento que
tuvo Rousseau con artistas de aquella época, Picasso, Toulouse-Lautrec, Cezánne,
etc. Aunque algunos de ellos no sintieron respeto por el conocido Aduanero,
llegando, incluso, a mofarse téte a téte. Otros, así como críticos del momento,
si reconocieron su talento y posible influencia.
La inquietud de
abrir nuevamente la discusión sobre arte "popular", nace del
acercamiento, por parte del autor, a las colecciones de arte
"popular" contenidas en los museos de Mérida, el caso en particular
del Museo Arquideocesano de Mérida “Mons. Antonio Ramón Silva García”. En un
inicio se planteó la investigación iconográfica para crear una primera
investigación crítica sobre la colección, tal proyecto permitió cuestionar el
alcance que dicho método podría tener para abarcar de manera total y óptima el
objeto de investigación, mucho más, si la definición de arte
"popular" no era del todo satisfactoria, así como desarrollar un
estudio que diera amplia posibilidad de crítica, además de solventar los
problemas teóricos del tema. Tales inquietudes avivan la necesidad de explorar
teóricamente el tópico en cuestión, mucho más si se espera realizar el trabajo
práctico de un objeto aún desarticulado de las múltiples variables que lo
construye.
Luego de la
década de los cuarenta en Venezuela se produjo el auge conocido como arte
"popular" o "ingenuo", gracias a la puesta en escena del
pintor litoralense Feliciano Carvallo, creándose así cierto interés alrededor
del exótico descubrimiento que emocionaría la crítica del momento. Medio
siglo después, las lecturas sobre arte “popular” que resultaron de aquel primer
encuentro, siguen basándose sobre los mismos criterios sin considerar
reformulaciones conceptuales, al menos claras, ni sub-clasificaciones internas,
sólo de manera general, o contextualizando el actual universo simbólico y
social que reelabora las presentes obras de arte "popular".
Dentro de esa
terminología -arte "popular"-, se encierran otras expresiones
artísticas, que bien o mal, sirven de sinónimos del mismo: arte
"ingenuo", arte "naïf", arte "del común",
artesanía, arte "primitivo" y hasta rural. No obstante cada una de
estas definiciones u objetos poseen características disímiles entre sí lo que
complica la definición general de arte "popular", al englobar formas
expresivas de distintas fuentes.
Si bien el
sentido de este texto se dirige a restar la ingenuidad, primitividad,
segregación y subestimación al arte no académico y nivelar su valoración, se
propone, así mismo, una sólida y planificada investigación. Una investigación
específica que no sea la habituada en el arte académico, que no acentúa sus
aparentes diferencias, pues en el arte escolarizado se han dispuesto cánones en
los cuales juegan todas las partes implicadas con plena conciencia. Mientras
tanto el arte "popular" no se integra a ese juego, pues él se explica
por sí mismo. Es decir, para criticar el arte "popular" con base
academicista, se necesita que la academia esté en la cultura popular, de
esta forma valdrían sus críticas.
El motivo,
obviamente, es reconstruir una concepción -arte "popular"-, para
construir una investigación negada por la historia convencional, más una
crítica propia para un objeto particular disímil en las reglas que rigen la
intención estético-artística habitual en la academia. De aquí que sea necesario
cuestionar las posibilidades de una metodología de investigación para tal
objeto, después de establecer tantas diferencias cada método sólo impone una
visión eurocentrista -nuestros métodos de investigación son productos europeos
en su mayoría-, que acentúan la valoración tradicional con que se ha
discutido, evaluado y criticado el arte “popular”. Consiguientemente también
incluye, el presente texto, una propuesta metodológica que se aproxime
óptimamente, y de manera interdisciplinaria, sobre un fenómeno considerado un
"objeto típico de una región" y un "sujeto atípico" dentro
de las reglas occidentales oficializadas de la Historia del Arte.
Cualquier
análisis sobre arte no académico, requiere un método no cerrado,
interdisciplinario y científico -sociología, antropología y crítica de arte-
para abarcar la totalidad del extenso objeto, consecuentemente esta
reconsideración dispondrá de nuevas perspectivas para la investigación del arte
"popular" en Venezuela.
Para abarcar el
tema El Arte "popular": objeto típico o sujeto atípico, se
partirá desde la evaluación de los estudios realizados sobre el tema, desde la
crítica habitual -ya clásica- hasta la visión interdisciplinaria. Se integrarán
ciertas normas de la sociología, de la antropología, la historia del arte y la
crítica para formular una metodología y llegar a una explicación sobre la
práctica del consumo y distribución del arte "popular", determinando
la posición de la identidad cultural de la población frente a este hecho.
De la
antropología, se considerará la etnografía como el método que aproxime al investigador
al sujeto, el artista "popular" y la ruptura con el etnocentrismo
escolarizado y socio-cultural. De la sociología, se toma la particularidad de
su perspectiva, es decir en tanto la antropología se encarga del
"otro" como objeto de estudio, la sociología pregona el acercamiento
interpretativo a partir de un "nosotros", de esta manera la otredad
se constituirá en un proceso de identificación con la experiencia total y
consubstancial del producto artístico cultural. De la crítica del arte se
partirá de la normativa que exige para consolidar una investigación que cubra
lo estético, lo artístico y lo
histórico.
Todo lo anterior
se desprende de las propuestas interdisciplinarias de García Canclini y Perán
Erminy, quienes proponen la posibilidad de crear métodos con mayor penetración
sobre los productos artísticos que no se rigen por técnicas y juicios
escolarizados. Es a partir de la integración de las ciencias que pueden, de
manera íntegra, abarcar las posibilidades interpretativas o de construcción de
una obra de arte. De igual manera sería factible explorar la vigencia de tal
metodología, para aplicarla sobre cualquier objeto sin necesidad de distinción
escolarizada o no escolarizada, en resumen reconocer las posibilidades
dinámicas de la propuesta investigativa para Latinoamérica.
Por ser una
investigación acerca de posturas teóricas y proposiciones de las mismas,
implica, la adopción de una terminología que se ajuste específicamente sobre el
objeto de estudio. De manera que conceptos como identidad, popular, hibridez y
otros van adquiriendo enfoques más abiertos y flexibles para explicar procesos
o subsistemas socio-estéticos, es decir separarlos de anclas temporales y
sociales. El objetivo es evaluar la vigencia de las nociones de arte
"popular", cultura popular, artesanía, arte
"ingenuo" y replantearlos conceptualmente. Identificar, luego de dar
por sentado su vigencia, la nueva condición del arte no académico o no
escolarizado en la corriente de la critica contemporánea. Proponer una
conciencia metodológica para el objeto en cuestión. Posteriormente se requerirá
enjuiciar la noción de identidad y aplicar su definición sobre las expresiones
artísticas entendidas como alteridad artística, para reconocer que
existe una identidad cultural escolarizada dirigida al espectador aficionado,
que concluye en la normatización de la valoración artística.
Entonces se
logrará describir que la presencia de paradigmas como los de globalización,
posmodernidad y modernidad modifican los conceptos de identidad, académico, no
académico, aplicados al arte "popular", como hecho contemporáneo. A
partir de un criterio de distinción social, artística o cultural la presencia
del arte “popular” como objeto y, que por extensión, se lleva hasta los
artistas productores de este renglón de la producción artística surge
del planteamiento conceptual de arte y artista "popular" como un
objeto elaborado por una “cultura” o subcultura, que lleva por
apellido popular. Reconociendo de esta manera que tanto la metodología propuesta,
como la valoración del arte a que se llega en esta investigación, antes que
objetualista es subjetualista, permitiendo dar un enfoque disímil al del objeto
fetichizado o divinizado, más bien próximo al del producto cultural, evocador
de una cultura determinada.
La
intención es llegar a entender que el arte "popular" responde a una
explicación simbólica del universo de sus productores, que abarca ampliamente
todos los tópicos de su ser de una manera nada superficial, ni ingenua. De
manera que la imposibilidad de considerar jerárquicamente el arte académico y
el arte no académico, implica reformular normas de apreciación, valoración y
metodología del arte en general. Finalmente el reconocimiento del arte sin
apellidos (popular, culto, etc.) permite explorar las posturas teóricas de la
identidad etnocultural.
CAPÍTULO I
El ARTE Y LO SACRO
“...No sé quién
soy,
seré un ser
prestado o un ser privilegiado.
No se de donde
vengo, donde existiré
Sencillamente sé
que puedo sentir y amar.”
León Egipto. Pintor
no académico.
Feliciano Carvallo, Selva Azul, 1978,
óleo sobre tela, 40 x 30. Colección Pérez Marfil. Caracas
El primer artista no académico que logró en el
siglo XX colarse en las páginas de la crítica de arte venezolano, calificándose
de ingenuo, sin embargo triunfador en bienales y salones de arte nacional e
internacionalmente. Su aparente descubrimiento, sirvió para desatar el boom del
exotismo de lo popular, lo ingenuo, lo naïf y lo primitivo dentro del arte producido
en Venezuela.
Halagado por el colorido de sus obras y reconocida influencia para otros artistas “populares”, su presencia representa vanagloriadamente, el primer gran artista del común, o el paradigmático ejemplo de lo tradicional en las manifestaciones telúricas o vernáculas de la tierra venezolana.
El
arte, desde su más antigua concepción, ha proclamado su carácter espiritual,
ello no es discutible en ninguna forma. Se percibe que desde sus inicios es
innegable su acercamiento a lo sagrado, a veces como parte del rito, y otras
como la manifestación en sí de lo sacro, sean los ejemplos, por citar algunos,
de la expresión dionisíaca del teatro griego o de la (re)presentación de los
dioses egipcios respectivamente. En cualquiera de los casos el acercamiento a
la divinidad se manifiesta por medio de una idea que posteriormente se
definiría como Arte.
Aún
el concepto de Arte, para estos momentos de la Historia del Arte no se enuncia
como en la actualidad, se desconoce posiblemente la distinción entre arte y
devoción religiosa. Sin embargo los posibles 7.000 años transcurridos desde
aquel instante tampoco le han dado una definición decisiva o satisfactoria para
la interrogante de qué es el arte.
¿Si
un hombre que desmenuza en un arrebato de furia un pedazo de madera logra
esculpir en ella la imagen de una vaca, esta imagen es una obra de arte?, y si
no lo es, ¿por qué?, James Joyce, Ulises. Tal interrogante del escritor
británico deja percibir un lamento filosófico sobre el eterno dilema del objeto
de arte y su identidad, que por supuesto aún es exteriorizado en el siglo XXI.
Ulteriormente
la noción de artista se va separando o definiendo de la de hacedor -arte
etimológicamente encierra la definición de hacer desde los remotos
tiempos helénicos-, fundando, entonces, la idea de genio, un ser privilegiado
capaz de realizar buen arte. El arte termina por separarse de cualquier
actividad trivial, para convertirse en una expresión humana de elevado
espíritu. Sucede así, que el sentido sagrado de anterior data se mantiene con
la salvedad de ya no (re)presentar la divinidad, sino de constituir un objeto
cuyo valor contiene un aura que lo distingue de cualquier otro objeto,
de algún modo, esta nueva apreciación inicia la del arte como un objeto de
especial interés, mayor respeto y de inconfesable valor.
Existe
la alusión tácita, de cualquier manera a pesar de su indefinición, de pruebas
de reconocimiento del arte, tanto en la (una) sociedad como en los objetos, a
saber: "1) Si lo es ‘por destino’. 2) Si su contemplación desinteresada
provoca una experiencia estética que nunca será analítica." (Méndez, 1996,
p. 40). Entonces la obra de arte tiene características, según García Canclini
(1977) que le otorgan un esplendor casi sagrado:
...de 'contemplación' y 'acogimiento'.
Este acceso irracional y pasivo del público es el correlato de la inspiración o
el genio atribuidos al creador para justificar el carácter excepcional de las
obras. Con lo cual la estética liberal no ofrece explicaciones racionales sobre
el proceso de producción ni sobre el proceso de recepción del arte; sólo se
interesa por la obra como objeto fetichizado... (p. 18).
I.1.
El carácter aurático.
Si
bien en el presente, el carácter aurático de la obra de arte y la distinción
del genio se ha transgredido por medio de la revisión histórica y crítica de
las artes, incluso por los propios artistas, nótese en Marcel Duchamps (siglo
XX), con sus continuas arremetidas contra lo institucionalizado en el arte.
Puede afirmarse que la presencia del aura pervive, ahora en una versión en
metálico. Annie Verger (citada por García-Canclini, 1989) en El Arte de
valorar el arte, hace espacial énfasis en que desde el punto de vista de la
consagración artística, ésta viene predeterminada por agentes que administran
la calificación de lo artístico -museos, bienales, revistas, grandes premios
internacionales, etc.-, y por qué no la cuantificación, qué es mejor arte y en
cuánto es mejor arte, el aura en metálico. (Cfrs. García-Canclini, 1989, p.p.
55-57).
Constantemente
la Historia del Arte, y quizá la sociología del arte, ha demostrado la
vinculación entre mecenas y artistas, o entre la institución -museos, revistas
especializadas, críticos, compradores, subastadores o mercado del arte- y
artistas. Actualmente "el valor espiritual de las obras se calcula en
dólares (...) precio y valor, pasaron a ser la misma cosa." , dice el
galerista César Segnini (citado por Erminy, 1999, p. 32).
Ya
no es exclusivo para entender lo económico en el arte, considerar la fluctuación
de bienes en la sociedad y su conformación en sí, para la posterior asimilación
de parte del artista y fuente de inspiración y crítica, como se enjuició al arte
comprometido por citar una visión. Ahora resulta necesario considerar lo
económico en la fórmula de oferta y demanda del mercado del arte, quizá para
entender la posibilidad aurática de una potencial obra de arte en la
contemporaneidad.
El
siglo XVIII, conformó el inicio de la concepción de Bellas Artes, así como el
sentido mercantil del aura en las obras de arte, con autores y
"connuisseurs" de arte. Meier y Sulzer, figuran como los primeros,
que invitan al público, a invertir en las ferias del arte, claro con la
seguridad de su eventual plusvalía (Cfrs. Méndez, 1996).
La
herencia de la modernidad se tradujo en la consolidación de los Museos y
Galerías como "instancias específicas de salvación y consagración"
(Bourdieu en García-Canclini, 1989, p. 35). Luego de romper con Dios y el
Palacio, el arte, o mejor los artistas, buscan entrar en estas instituciones
para una legitimación cultural y beneficio futuro (progreso).
I.2.
El Arte versus arte.
Junto
a lo descrito previamente se estructura una concepción dentro del concepto del
Arte, es decir, que puede haber dentro del complejo sentido de arte,
definiciones simultáneas, en otras palabras, además de Arte existe arte y
quizás arte. No se refiere a perspectivas o concepciones interestilísticas,
como lo es el enunciado de: el arte barroco es distinto al arte cubista,
cuyo substrato es poco discutible, sino a posturas de
"interartisticidad" (Erminy, 1997), como lo sería la sentencia: tenemos
Arte, artesanías y arte popular en Venezuela, oración fácil de encontrar en
alguna enciclopedia temática de Venezuela, sea el caso de la Gran
Enciclopedia de Venezuela, que en su volumen 8, dedica un apartado a las
producciones del pueblo venezolano.
De
manera explícita o implícita se tienen fórmulas para indicar tipos de arte, que
nada tiene que ver con los estilos en el arte, a éstos últimos los apropiamos
por medio de la historia, al organizarlos subsecuentemente en un continuum
temporal, todos como fases de una misma historia, pero por diferencias formales
y de concepción. Mientras que los primeros -tipos de arte-, son formas
expresivas al margen de la historia, en ellos entran el arte popular, el
arte de los niños, el arte de los dementes, etc. que si bien no se conciben
en el hilo temporal se adjuntan como anexos de ésta, un ejemplo es el texto de
René Huyghe intitulado, Arte y Hombre, como también ocurre en obras de
Leroi-Gourham o Griaule (Méndez, 1996, p. 53).
Con
respecto a esta amplitud del concepto de arte y en específico con relación al
arte "ingenuo" o "popular", Raymonde Moulin (en
García-Canclini, 1989) señala:
desde comienzos del siglo XX (...)[se] llevó a
etiquetar también incesantemente las manifestaciones extrañas, (...) a estas
obras 'inconfesables' (...) porque para la mirada culta estos artistas ingenuos
'logran su salvación artística' en tanto transgreden parcialmente las normas de
su clase; luego porque (...) Aislados, protegidos de todo contacto y de todo
compromiso con los circuitos culturales o comerciales, no son sospechosos de
haber obedecido a otra necesidad que la interior: ni magníficos, ni malditos,
sino inocentes... (p.54).
I.3.
El arte "popular".
El
estudio del el arte "popular", alterna de manera oscilante dentro de
la Historia del Arte. El problema inicial es definir el concepto de arte
"popular", que actualmente lleva a cuesta, varias discusiones y
tormentosas rencillas, cada término que fue empleado demostró descontento para
los analistas, sin embargo para las investigaciones presentes el término se ha
generalizado tratando de englobar sub-especificaciones que son de forma
resumida "alteridad artística", que en el fondo es "alteridad
cultural".
Sobre
la imprecisión de definir el arte ya se ha discutido ampliamente, qué es y qué
no lo es, incluyendo los diferentes matices que encierran los distintos
períodos con que se denomina la Historia del Arte -rupestre, gótico, etc.-, o
las subversivas formas expresivas como el ready mades o el happening, ahora
desde este problemático asunto -el arte- tratemos de definir lo
"popular" en el arte, es decir, lo impreciso en la ruptura.
El
sentido actual del término arte "popular" encierra las discusiones
más ásperas, pues se trata de justificar su condición desde diferentes ángulos,
se le acusa desde lo técnico, desde lo social, desde lo étnico, incluso desde
lo psicológico. Cada enjuiciamiento intenta darle precisión a este fenómeno,
que desde su modesta posición ha creado un espacio de discusión que
alcanza los sedimentos donde se erige el Arte o el Gran Arte.
La
propuesta del presente texto, concibe que la "popularicidad" -la
esencia de lo popular, que nada tiene que ver con el populismo pues éste
es una conducta política de simulacro o la popularidad que es un juicio
a la fama, alcance o consumo de la cultura de masas, y ninguno se refiere a la
condición productora del pueblo de objetos culturales-, es en sí el eslabón de
la querella y sobre el cual deben dirigirse los exámenes, no obstante para
fines aclaratorios tomar en cuenta las polémicas clásicas sobre el tema
es el primer paso.
El
primer problema es la extensión que tiene el concepto popular, Ya se
mencionó que el término se ha generalizado tratando de englobar
sub-especificaciones o modalidades expresivas que defieren en gran medida unas
de otras. En ese amplio espectro de ámbitos disímiles entre sí, suceden lo
indígena y lo obrero, lo campesino y urbano, sin importar su componente étnico
o geográfico, en ocasiones, el requisito es la subordinación y la exclusión, es
finalmente una identidad compartida por diferentes grupos
(García-Canclini, 1989). El concepto de arte "popular" tiende a ser
un término polisémico, abierto y entendido de múltiples maneras, pero no
despojado de cargas despectivas.
Es catalogado como arte
"primitivo", por semejanzas con las primeras manifestaciones de la
humanidad, de arte "ingenuo", por la supuesta ingenuidad del artista
(pintor), arte "del común", refiriéndose al sector que lo elabora, y
hasta arte "insito" luego del Congreso de Belgrado de Arte Naïf donde
se discutió las connotaciones del término. (Cfrs. Erminy, 1999).
El
artista "ingenuo" o el arte "ingenuo" (pintura) fue visto en
el siglo XX, dice Francisco Da Antonio en su libro El Arte Ingenuo en
Venezuela, como "...una manera de ver, experimentar, recordar y de
transcribir la realidad por parte de individuos originalmente
aislados...", y más adelante explica claramente, que es una "visión
elemental, maravillada y candorosa" además propone que hay que
"salvar lo más valioso de su abstracción espiritual y su fantasía."
(Da Antonio, 1974, p.p. 5-6). Así se diferencia, lo ingenuo, en
principio del arte "popular", pues es más espiritualizado que
epidérmico, más esencial que episódico y más individual que popular.
El conferimiento de primitividad del
arte, en particular del arte "popular", reposa en considerar a éste
como un símil de las primeras manifestaciones de la humanidad. También el aire
de "primitivo" que se otorga a cierto arte no académico es basado en,
según Ángel Crespo y Anatol Jakosky (citados por Da Antonio, 1974) que: la
pintura primitiva no puede tener tradición, si la tiene sería folklore o
artesanía, pero no gran arte (Cfrs. p. 8). Es decir que la clasificación de
arte "primitivo" debe contener un matiz de espontaneidad, que no se
adquiere con la educación de academias o talleres artesanales.
Por
el lado técnico se le acusa de ser deficiente en su elaboración, de no
conseguir soluciones a problemas como la perspectiva y las formas toscas,
"...predomina la incorrección y la espontaneidad (...) así como una pureza
en el color y la línea que sólo se obtiene con absoluta libertad."
(Calzadilla, 1987, p. 14). Se le adjudica un sentido antivisionario y
anti-imaginativo, refiriéndose al rasgo de incluir texto escrito en las obras
visuales, una opción para darle claridad al significado y negar los principios
de la polisemia de la obra de arte, dando por sentado que se resume en una
simple forma visual narrativa (Cfrs. Méndez,
1996). Tal aseveración es casi próxima, a afirmar que lo bello técnico radica
en quien cree que domina los elementos correctamente, y que se resuelva
pensando que el academicismo: la línea curva, que para lo
"popular": la recta, o algo de índole similar.
Otra de las visiones es la de arte "folklórico"
pues mientras los artistas convencionales aprenden en la escuela, los folk se
hacen de la experiencia en la familia. Por consiguiente en el arte
"popular", de tradición común anónima, no se reconoce ningún
individualismo marcado cuando esto ocurre, se rompe con los lazos de lo
folklórico. "El arte popular evoca el gusto de la merienda familiar, algo
solariego y próximo, más sentido como nostalgia e inconfesable deseo de retorno
que como realidad alcanzable." (Echeverría, 1981, p. 45).
Los poderes culturales oficiales o
el oficialismo de la Historia del Arte determinó lo que es patrimonio, o bienes
de valor incuestionable -Las Pirámides Mayas, Los Pintores reconocidos
internacionalmente, Los Palacios Coloniales, etc.-. También incorporaron
"bienes populares bajo el nombre de 'folklor', marca que señalaba tanto
sus diferencias respecto del arte como la sutileza de la mirada culta, capaz de
reconocer hasta en los objetos de los 'otros' el valor de lo genéricamente
humano." (García-Canclini, 1989, p.p. 150-151).
La última de las posturas es, la de
concebir al arte "popular" como un movimiento mesiánico, que
"...tiende a cumplir una función cultural o (sociocultural) equilibradora
y moderadora frente al incremento excesivo de la tecnologización de las
artes..." (Erminy, 1999, p. 5). Tenemos, simultáneamente, la visión de los
artistas como "Hacedores de identidad" (Díaz citado por Calzadilla,
1987, p. 15), la constitución íntima de lo nacional.
I.3.1.
El Arte versus la artesanía.
La
artesanía según los sociólogos, es una economía, o "...productos del
trabajo manual sin auxilio de la energía mecánica." (Pratt, 1960, p. 102).
Mientras que el folklore, donde nace la artesanía, es la forma de sabiduría del
pueblo -primitivo, simple, educado o la masa- (Pratt, 1960, p. 126).
Contraponiéndose al arte que es una manifestación "...de la psique
colectiva (...) de comunicación estética..." (Pratt, 1960, p. 16).
Es
deber tener claro que calificar de Arte -nótese la mayúscula- algunas
manifestaciones implican descalificar otras, en cierto modo pervive una noción
de que "espíritus inferiores" son incapaces de crear arte.
Ahora bien la definición de arte "popular" también está en un punto
intermedio entre la noción de Arte y la de artesanía, con esta última
definición tiene en común: a) representar los valores estéticos de su posición
socioeconómica; b) son independientes culturales, es decir con fórmulas
estéticas propias (Ortega, 1997). Tales diferencias entre Arte y artesanías se
pueden remontar al medioevo con la idea de Arte Sagrado y Profano,
posteriormente concebido como Bellas Artes -reconocibles por el goce estético o
espiritual- y artesanías -más bien de carácter utilitario-.
En
México arte "popular" y artesanías contemplan el mismo sentido y
ambos se enfrentan al Arte escolarizado, pues han sido apreciados como una
recreación menor o local, reproductores del ciclo capital y la ideología de los
dominados, (García-Canclini, 1989). Esta competencia se ve en las aparentes
diferencias y virtudes que tienen las artesanías sobre el Arte académico,
en el pensamiento de Octavio Paz (citado por Ortega, 1997), se resumen de esta
manera:
La historia de la artesanía no es
una sucesión de inventos ni de obras únicas (o supuestamente únicas). En
realidad, la artesanía no tiene historia, si concebimos la historia como una
serie ininterrumpida de cambios. Entre su pasado y su presente no hay ruptura
sino continuidad. El artista moderno está lanzado a la conquista de la
eternidad y el diseñador a la del futuro; el artesano se deja conquistar por el
tiempo. Tradicional pero no histórico, atado al pasado pero libre de fechas, el
objeto artesanal nos enseña a desconfiar de los espejismos de la historia y las
ilusiones del futuro. El artesano no quiere vencer al tiempo sino unirse en su
fluir. A través de repeticiones que son asimismo imperceptible pero reales
variaciones, sus obras persisten. Así sobreviven al objeto up-todate. (p. 114).
Habría
que preguntar al pensador mexicano si el artista "popular" o artesano
pretende ser productor de Arte, es cierto que persigue lo estético pero, ¿desde
una vía quizás artística?, o tan accidentalmente como se ha apreciado el
producto prehispánico, considerado arte, como consecuencia de la mirada
occidental que aprecia la alteridad.
Los
artistas "populares" han sido definidos o más bien "...reducidos
a lo 'práctico-pintoresco', son incapaces de 'pensar un significado diferente
al transmitido y usado habitualmente por la comunidad, mientras el artista
'culto' es un solitario cuya primera felicidad es la de satisfacerse gracias a
su propia creación' ." (Traba citada por García-Canclini, 1989, p. 225).
El
artesano según García Canclini (1989) a grandes rasgos ha sido visto como un
sujeto:
que no llega ser artista, a
individualizarse, ni participar en el mercado de bienes simbólicos 'legítimo',
los espectadores de los medios masivos que quedan fuera de las universidades y
los museos, 'incapaces' de leer y mirar la alta cultura porque desconocen la
historia de los saberes y los estilos. (p. 191).
El contacto
entre los artesanos y los escolarizados, es una forma de alteridad, escenifica
la desigualdad (defender lo propio) y la diferencia (pensarse a través del
triunfo). (García-Canclini, 1989). Quizá la manera en que se concibe la mirada
o el trato de los productos culturales, brinde pistas para entender la
sensación de la tipología dentro del arte. Para las grandes obras de arte el contacto
es semirreligioso, para la artesanía el contacto es corporal, y el objeto
industrial completamente funcional. Recordamos, para posterior discusión, que
"...el cuerpo es participación."(Paz, 1979, p. 15).
También
el vínculo estrecho entre arte "popular" y artesanías suele dividirse
por ciertos juicios de tipo metafísico o espiritual en el acercamiento con la
obra, al respecto Alberto Beltrán (1995) señala: "...es decir cuando su
alta calidad no es sólo técnica sino que trasmite una emoción especial que
permite ser considerada arte popular." (p. 27).
Para
fines conceptuales y temáticos el arte "popular" y las artesanías,
tienden a ser lo mismo, sin embargo en Venezuela existe una sutil diferencia
entre ambos, que críticos contemporáneos intentan eliminar induciendo a un
concepto más amplio de la producción del pueblo, veáse Miguel
Angel Ortega (1997). Tanto el arte con o sin apellidos y las artesanías, son
oficios remunerados que responden al esquema de producción, elaboración,
distribución y consumo, en ambos lo estético se manifiesta, y lo funcional que
podría adjudicarse a la artesanía no resta su intención de agrado para fines de
consumo: uso igual a apego. En tanto el arte con su resonancia,
producto de lo artístico, presenta un espectro más amplio donde los paradigmas
apego/desapego, o agrado/desagrado son utilizados a veces arbitrariamente por
el creador, y sólo el colectivo lo determina.
Al
final vale preguntarse si tradición indica una posibilidad de expresión
individual o si "genio" implica una superioridad de "primitivo o
artesanal" ¿superior en relación a qué?. Tal vez la respuesta de Octavio
Paz (1979) sea la posible solución: "La artesanía no es ídolo, sino
muestra no es objeto único." En sus expectativas no está la inmortalidad,
contrario a la gran obra de arte que insiste con las restauraciones y
conservaciones, su ficticia eternidad, intentando preservarse en la Historia
del Arte.
Bárbaro Rivas, Autorretrato
con Santa Bárbara, 1956, pintura industrial sobre cartón, 88 x 58 cm.
Colección Particular
El nombre de Bárbaro Rivas, va más allá de lo
conocido como “popular” en el arte, su biografía se incluye dentro de los
libros y compendios de historia del arte venezolano, junto a él se incluyen
otras figuras como Víctor Millán, Manasés Rodríguez, Josefa Sulbarán, etc., que
han representado formas de expresión artísticas las cuales superan lo habitual
de las manifestaciones artesanales de la cultura “popular”, el genio “popular”.
El tema del presente cuadro es, a juicio de
Calzadilla y otros historiadores, un signo de tradición dentro de las
expresiones artísticas del pueblo, que data de la colonia, la devoción
religiosa o la de imagineros religiosos, un pretendido carácter inmanente, otro
de los tantos mitos que suelen impregnarse sobre la noción de arte no
académico.
I.4.
Historia del Arte, "popular", en Venezuela.
La
oscilación de la popularicidad de las expresiones artísticas de ciertos
segmentos sociales en la Historia del Arte, para el caso latinoamericano y
específicamente venezolano, resulta pequeño y a veces inseguro, tanto por
teorías ya establecidas como por investigaciones viciadas de tales teorías. La
historia del arte "popular" debería comenzar por su aparente
definición.
En
un principio catalogaba a todo producto artístico que no se realizará en la
ciudad sino en un medio rural y producto de una tradición prehispánica, con tal
fórmula debería incluirse el arte indígena -que de forma sucinta o general ha
sido denominado como artesanía indígena- (Ortega, 1997), así debe
examinarse esta primera expresión desde la conformación de Venezuela como
producto español.
Posteriormente
o de manera unísona incluir la producción artesanal o de taller de la etapa
colonial de nuestra historia, como fueron los focos de El Tocuyo, Mérida y
Petare entre otros, que bien luego formaron escuela y dejaron atrás su carácter
"popular" y obtuvieron su reconocimiento. En la colonia el pintor, el
tallista estuvo afiliado a otros oficios herreros, albañiles, etc. pues su
función sea por utilidad para la evangelización o conquista era simplemente de
artesano -arte y artesanía sin distinción, hacedor, de manera global-.
Sin embargo habría que considerar también, para la historia, qué ocurrió con
los grupos indígenas integrados a la sociedad hispana en aquellos tiempos, y la
apreciación de sus productos artísticos.
Con
respecto a los citados centros o focos de artesanía o arte "popular"
o arte simplemente, menciona Boulton (citado por Contramaestre, 1981) lo
siguiente:
En esos lugares se crearon lo que
podríamos llamar escuelas como consecuencia, en la técnica, de una tipología en
las obras, en la que ciertos rasgos característicos de dibujo, de colorido, de
tratamiento de la materia, presentaba una persistencia evidente (...) Es bueno
tener presente que el arte o artesanía que se va a producir después, se va a
dar en dos vertientes: una raigambre popular pura, y otra culta como
consecuencia de la enseñanza que se impartía en las escuelas de la colonia
(...) fundidos o no, dieron origen al arte popular de hoy... (p. 10).
En
el siglo XVIII se afincaron los artesanos, cuya formación se dio en un
principio con la Iglesia -los maestros-, o como aprendices de maestros
extranjeros. Luego los mismos pardos se formaron para crear su propio taller.
Así por un lado surge la tradición familiar y de talleres artesanales, o la
autodidacta que copiaría los modelos consagrados a partir del ensayo y error
(Ortega, 1997).
En
los inicios de la República se cuenta, con suerte compartida, a Juan Lovera y
Pedro Castillo tanto por el academicismo como por la popularicidad,
quienes fueron catalogados de ingenuos o deficientes técnicamente, sea el
ejemplo: "...Para Ramón de la Plaza (1883) (...) fueron pintores de escaso
mérito en razón de una técnica insuficiente desde una perspectiva
naturalista..." (Calzadilla, 1998, p. 369), pero que corresponden a la
historia reconocida actualmente como artistas del arsclásico, definición
que emplea Francisco Da Antonio, para referirse a una forma de expresarse y
sentir la realidad, que nada tiene que ver con el realismo académico.
Otro
evento de importancia que instituye la idea de arte "popular",
"ingenuo", "del común", etc. es la fundación de la Academia
de Bellas Artes, en 1849, en la década anterior se esbozó la institución y
sirvió como asentamiento de cierto arte, eventualidad que sentencia
oficialmente qué es arte y qué no, surge el academicismo oficializado, la
historia se enfrentaba al axioma más discutido "el arte por el arte"
desde la mímesis, la utilidad sin fin, lo bello por sí mismo.
El
siglo XIX también constituyó la mirada al exterior, muchos artista son becados
y otros viajan por sus medios a prepararse en las reconocidas ciudades
"aventajadas", cierto componente racista y clasista se determina en
las Bellas Artes con el resto de la
producción nacional (Ortega, 1997). Luego de Lovera, empieza con la
República, el preludio del distanciamiento entre académico y no académico, pues
los anteriores talleres no se separaban del todo. Desde Carmelo Fernández hasta
el Taller Libre de Arte (primera mitad del siglo XX), se crea el aspecto
primitivo, ingenuo, dominguero, común, etc. que se le designa a una forma de
arte no académico, y que no reportaba algún interés serio (Cfrs. Contramaestre,
2001).
En
la República el arte se divide en dos tendencias, una oficialista
"...pintores de epopeyas, en los retratos de los próceres y la pintura de
género y concebida dentro de un realismo decadente..." (Calzadilla, 1995,
p. 6); la segunda pervive de la colonia en el arte "popular", la
devoción religiosa, etc. (Cfrs. Calzadilla, 1995). La dicotomía profunda entre
uno y otro se crea con la incursión del modelo ideal de República, es decir, la
consecución del respeto como Nación procedía de la similitud entre un país y
otro, he ahí la tan discutida mirada internacional del venezolano.
Gracias
a Guzmán Blanco y su afrancesamiento neoclásico, se instituyeron en Venezuela,
las preferencias por las actividades artísticas, sólo que ese profundo interés
estuvo regido por un acondicionamiento de los patrones europeos, tanto formal
(el ideal) como el contenido en ocasiones. Mientras que los artistas del arsclásico
quedan recluidos en sus talleres, presenciando el auge de Cristóbal Rojas,
Antonio Herrera Toro, Arturo Michelena, Martín Tovar y Tovar y otros maestros
del academicismo de la Historia del Arte en Venezuela (Cfrs. Da Antonio, 1974).
Curiosamente paralelo a esta conducta, en Europa el romanticismo había
declarado su preferencia por lo ajeno al capitalismo, lo aristocrático, optaron
por lo popular, por el pueblo más cercano al origen, mientras se rechazaba la
revolución industrial, tecnológica, etc. (Cfrs. Fischer y Huyghe en Echeverría,
1981).
Henri
Rousseau (nace en 1844 y muere en 1910), es necesariamente un capítulo importante
del ingreso historiográfico del arte "popular" o "naïf" en
la Historia del Arte, volviendo un poco más atrás, en 1886 se realiza las
primeras exposiciones de las obras del Aduanero Rousseau, lo importante es
señalar como en el siglo XIX, en Europa, ocurren incursiones de estos artistas,
llevando lenta pero efectivamente, el acercamiento museístico de las
manifestaciones no académicas, pues ya para 1927 en París se celebraban
exposiciones colectivas de pintores "naïf" (Echeverría, 1981), nótese
como la mirada internacional del carácter venezolano no alcanzó el interés
europeo por el arte no escolarizado.
En
el siglo XX la delimitación del Círculo de Bellas Artes y de la Escuela de
Artes y Oficios, terminan por arrojar a un limbo a los artistas no académicos
que tampoco eran “protegidos” por los folkloristas, ya que éstos no pertenecían
a los artesanos de la conformación de la identidad íntima nacional.
Luego se revierte con la creación de la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas,
que le dio un enfoque distinto a la actividades expresivas, incluyendo las
artesanales.
Finalmente
con el boom de los años cuarenta por lo "ingenuo", lo
"popular" y lo "rural" del arte del pueblo, que si bien
resulta tarde en comparación con el resto de Latinoamérica, se ve protagonizado
por sectores progresistas intelectuales, que ven en las expresiones telúricas
la producción simbólica y nacional de los sectores populares (Ortega, 1997). La
posibilidad de tal suceso suele estar asociado con el Festival Folklórico propiciado
por Juan Liscano, así como por las acciones del Taller Libre de Arte.
En México para 1921 se realiza la primera
exposición de arte "popular", con motivo de las secuelas del
centenario de su independencia (1910), es decir su proyecto de acentuar lo
nacional. Es bien conocido que la revolución de 1910 trajo un cambio en
el carácter socio-político en México, he ahí la importancia que en el programa
de cambio se gestara un movimiento que diera apoyo a las esferas desposeídas de
la sociedad. Es también consecuencia, que se formara un sindicato de artistas
"populares" al año siguiente, 1922, mayor prueba son las frases
citadas en la proclama, " que deba desaparecer toda estética 'ajena o
contraria al sentimiento popular' valorando, en contrapartida, 'el admirable y
particular talento' del 'arte del pueblo mexicano' ". (Martínez-Peñaloza
citado por Ortega, 1997, p. 18). Se percibe un tono casi xenofóbico.
Volviendo
a Venezuela, en 1947 se descubre a Feliciano Carvallo, siendo el primer
artista "popular" reconocido en nuestro país durante el siglo XX. El
primer reportaje que se realiza de Feliciano Carvallo lo realiza una revista
llamada Élite -curioso que tenga ese nombre-, donde catalogan al artista
como un "...representante de una pintura pura, llena de una gracia
elemental." (Da Antonio, 1974, p. 31), para el año 1949 realiza su primera
exposición. En 1964 obtiene mención honorífica en el XXVI Salón Oficial Anual
de Arte Venezolano. En el año 1966 Premio Nacional de Artes Plásticas,
destacando como el primer artista “ingenuo” en alcanzar al distinción.
Después fue el
turno de Bárbaro Rivas quien gozó del respeto y proyección del Taller Libre
de Arte -este grupo iba en contra del academicismo dogmático y atrasado,
pregonando la supresión de la figura del maestro-. De igual forma otro grupo, El
Techo de la Ballena, hizo lo propio con los trujillanos Salvador Valero y
Antonio José Fernández "El Hombre del anillo", este último con éxitos
importantes de reconocimiento oficial, realizó una destacada exposición en 1965
(Cañizares, 1999).
La
historia del arte no académico en Venezuela, también tiene su capítulo
internacional, en la IV Bienal del Museo de Arte Moderno de Sâo Paulo, Brasil,
en septiembre de 1957, la representación venezolana obtuvo la única mención
honorífica del evento, sobresaliendo, el arte "popular", en una
representación donde se encontraban Jacobo Borges, Carlos Cruz Diez, Mateo
Manaure, Rafael Monasterios y otros tantos más (Cañizares, 1999).
Con
respecto a la existencia paralela de la historia del arte "popular" y
la valoración comparativista, Juan Calzadilla (1998) señala:
...Esta historia se ha ordenado, en
lo externo, como un todo que pretendió insertarse, en un principio tímidamente,
en la perspectiva del arte académico europeo, y en lo interno, superar y
erradicar el modelo primitivo en que degeneró, según se pensaba la tradición de
los imagineros coloniales, cuyo espíritu impregna de carácter propio al arte
popular derivado de ella, hasta el fin de la centuria pasada... (p.p. 368-369).
Estos
deberían ser los momentos claves de esta historia, o al menos para posicionar
hitos de referencias, para su posterior investigación. Sin embargo, sí han sido
incluidos dentro la historia oficial del arte en Venezuela, tales inserciones
no construyen una historia completa del arte "popular" ocurrido en
Venezuela en cinco siglos de vida, tal historia posee grandes vacíos difíciles
de llenar, ya sea por la ausencia de documentación y lo más importante la desaparición
de las obras que en algún momento servirían para la reconstrucción de la misma.
Vale mencionar que iniciar una exploración del pasado del arte
"popular", tendría que adscribir al investigador en una conciencia
que se resumiría en el graffiti bogotano citado por Perán Erminy "no
sabemos que nos depara el pasado" (1998, p. 393).
I.4.1.
Especificidades recientes para Venezuela.
En
Venezuela de manera tácita se determina que arte "popular" es
diferente del "culto", escolar o académico por medio del siguiente
concepto:
aquel generado a través de procesos
de formación sistemáticos de índole académica, en tanto que arte 'popular' es
el que se reproduce y recrea por medio de la tradición oral, esto es, en la
transmisión no-formal del conocimiento de una generación a otra para perpetuar
la producción en determinadas manifestaciones de la cultura material intrínseca
de las comunidades y/o grupos socioeconómicos dominados, cuya representación
fundamental son las artesanías tradicionales (Ortega, 1997, p. 19).
Aunque
este concepto se puede descomponer por su postura hacia una tradición perpetua
-siempre se ha pregonado que la tradición artesanal de talleres es una forma de
resistencia a la adecuación o fuerza de transformación que exige la
modernización, es decir lo local versus lo nacional-, y defensa del folklore
con visión purista-fundamentalista, y mucho más si citamos los híbridos
recientes entre popular-académico, popular-massmediático, y otras
más.
En
contraste con Europa se suele creer, por parte de ciertos investigadores, que
hay una relación condescendiente con los artistas no escolarizados, dice Carlos
Contramaestre (2001):
De sobra es conocido que lo
artesanal se relaciona con trabajos de carácter colectivo, relativos en serie y
un tanto superficiales (...) En tanto en el arte popular venezolano se tiene en
gran estima lo original de la individualidad, aún en el arte anónimo colonial o
en el contemporáneo, sin que se tenga prejuicios frente a lo académico, lo que
indujo a un jurado a otorgarle el Premio Nacional de Pintura en el Salón
Oficial Anual de Arte Venezolano, en 1996, al artista Feliciano Carvallo. (p. 197).
Referente
a esta cita debemos aclarar que es parte de un libro recopilatorio de escritos
de C. Contramaestre, y que la fuente es en específico un texto llamado Catálogo
Ancestros: Tres Tallistas Populares Venezolanos, escrito en España en mayo
de 1986 (Contramaestre, 2001, p. 200), si comparamos la fecha del premio y la
de realización del texto hay incompatibilidades, siendo la fecha precisa 1966,
pero de todos modos aunque el autor afirma lo anterior, también continúa
afirmando la penosa segregación popular/culto, durante otros textos
posteriores.
En
el presente se ha discutido la condición del arte "popular" en
Venezuela, llegando a terribles conclusiones acerca de su producción,
distribución y consumo, en tal sentido Ortega (1997) señala las siguientes:
1) Repetición de modelos exitosos
de las obras de artistas populares que gozan del prestigioso mecenazgo oficial
y privado, a fin de adecuarse al 'gusto' imperante en el mercado de consumo
para garantizar la venta de su producción, lo que obliga (...) a negar su
personal actividad creadora; mientras otros que no tienen talento, se han
aprovechado de tal situación para hacerse un lugar a punta de imitaciones,
generalmente mediocres.
2) No toda la producción de arte
popular tiene cabida dentro de los espacios de circulación institucional y
comercial de los centros urbanos, lo que ha arrastrado a muchos artistas a una
suerte de 'mendicidad' en la búsqueda de formas alternativas de circulación,
como lo son las ventas en sitios fijos de calles, boulevares (...) [o] viajan a
los centros urbanos aventurándose a la suerte de venderla a particulares y/o
tiendas a precios que están muy por abajo de su valor.
3) alentados por las posibilidades
de circulación que han abierto, nos encontramos con la aparición de los
'profesionales' del arte popular, que son personas con formación técnica-
académica en las artes plásticas que debido a diversos factores (limitado
talento, defectuosa preparación, etc.) plagian manifestaciones del arte popular
(sobre todo la pintura), a veces imitándolo descaradamente y otras veces
incorporando leves innovaciones formales y temáticas. También tenemos otro tipo
de 'profesionales', que son aquellos individuos que no pertenecen a los
sectores populares y que no tienen formación académica en las artes plásticas,
pero que disponen de las condiciones económicas y de tiempo para dedicarse a
esta actividad... (p.p. 52-54).
También
se menciona a Mérida con cierta fascinación por lo económico que superpone
"...la idea de una manifestación de la identidad cultural regional, aunque
apelen a lo autóctono para validar su comercialización turística."
(Ortega, 1997, p. 55).
De
manera similar otros autores anuncian las máculas mercantiles que contagian a
éstos artistas, cuando un hacedor "...comienza a estar consciente de su
papel de artista, y de aquí puede derivar, como ocurrió con los pintores naïf,
su daño." (Calzadilla, 1987, p. 15). Con el suceso de la multiplicación de
la producción artística e incluso el público y su mercado, Erminy (1999) afirma
que al:
...arte popular se le dejaba, y se
le sigue dejando, relegado a un segundo plano de interés, como una
manifestación menor, excluido de los salones ortodoxos y limitado a no ser,
como las artesanías tradicionales, más que una mercancía barata y pintoresca,
atractiva para el consumo del turismo interno... (p. 4).
I.5.
Los pecados para la definición.
Salvador Valero,
Falsarios, imitación (“por lo tanto falsos”) de pintura colonial. S/f.
Salvador Valero ha sido considerado un artista con
signos de genialidad, un cronista, un historiador, y un poeta en los lienzos, o
mejor cartones, maderas, coletos, etc. Él junto a Antonio Fernández el Hombre
del Anillo, son dos de los artistas que hicieron posible la mirada de los
críticos hacia el interior del país, específicamente los Andes, ambos del
Estado Trujillo, tan importantes como Bárbaro y Feliciano durante el boom
inicial del arte no escolarizado.
Esta obra presenta un interés por parte del
artista en torno a las manifestaciones coloniales del arte. Es indudable su
cita sobre las obras adjudicadas al Pintor del Tocuyo, el objetivo de tal
remembranza es de acercar las otroras
expresiones al juego crítico del arte contemporáneo (Cfr. Contramaestre,
1981).
Con esta
obra se comprueba el diálogo entre la Historia del Arte y un arte “ahistórico”
no escolarizado, es obvio que su distanciamiento es sólo virtual, jamás
práctico, entonces habría que preguntarse si, tal distanciamiento, es en
realidad ingenuo.
Al revisar la Historia del Arte pueden encontrarse que
gran parte de las definiciones de los estilos o tendencias artísticas, expresan
en un inicio, un principio de exclusión, basta revisar como se originan los
términos barroco, impresionismo, etc. (Gombrich citado por Bourdieu, 1988).
Los
mitos con que se encuentra la concepción de arte "popular" y todas
sus "acepciones" consisten en: a) una pureza e inocencia que no
existe ni en el arte infantil de la provincia más remota; b) un arte menor
irrelevante para una exposición rigurosa; c) la genuina expresión de identidad
cultural venezolana; d) una muestra o herencia del vasallaje colonial y
neocolonial (Cfrs. Erminy, 1999, p. 18). Más la tácita consideración de un
realismo o naturalismo trasnochado, de calidad deficiente, en un período
histórico donde la figuración resulta una moda vieja desde la aparición de la
fotografía. Al respecto Fernández Arenas (1982) señala:
...la gran ficción histórica de
considerar artístico sólo lo que se asemejaba a las formas clásicas, y han
favorecido una concepción de la obra de arte como entidad sacra, elevando al
artista a un rango sacerdotal denominado 'genio'. Estas dos fuentes envenenaron
durante mucho tiempo los estudios del arte, en favor de una catalogación
elitista. (p. 17).
Para
la Historia del Arte, el arte "popular", presenta dificultad en torno
a la idea evolutiva de la historia, la cual se concibe como fases de un camino
a la perfección representacional (Hegel y su teoría del final de la historia) o
una revolución crítica de la mímesis como el cubismo, la abstracción u otro,
provocando en esta idea modernista una concepción ahistórica e irreconciliable
del arte no académico con la Historia del Arte. Desde esta visión encontramos
al artista "popular" y al posmoderno en igualdad de condiciones,
libres de la historia y que pueden hacer arte en el sentido que deseen (Cfrs.
Danto, 1998). Podríamos pensar que el alter-arte, es más problema de la
historia que de la crítica, pero en realidad no es así.
Incluso
para 1978 se requiere solucionar el problema de la definición de arte
"popular" o "naïf", pues la profesionalización y
consagración de maestros crean un nuevo concepto de "popular" o
"naïf". A pesar de las corrientes recientes de apreciación del arte
no académico "...Muchos de los supuestos naïf que son ensalzados en cientos
de galerías de arte (...) absorbidos por el mercado, se encuentran de hecho en
dependencia de la moda y desaparecerán con ella..." (Bihalji-Merin, 1978,
p. 203).
En
1981, luego de la segunda oleada de folklorismo y estimación de lo popular, que
significó los setenta en Venezuela, no se lograba determinar exactamente, la
trayectoria del arte, que tan genéricamente, se conoce como
"popular", se hace notar: 1) arte para el pueblo, apreciado
como un mercado de consumo para la demanda de ornamentos que necesita la
sociedad; 2) arte de la popularidad o pseudo arte para las masas, la
supresión de la calidad del genio, que se sustituye por la seducción barata; 3)
arte del pueblo, los productos de los atrasados, ignorantes y de un
cerrado campo de acción, sin dirección en su talento, todas estas
teorías son recogidas de afamados investigadores como Isabel Aretz, Arnold
Hauser y otros en el trabajo de Pilar Echeverría, Reflexiones en torno al
arte popular en Mérida (1981). Estos ejemplos nos permiten contemplar la
manera general y confusa de como se ha tratado el tema.
También
queda pensar que toda esa forma de segregación, posiblemente, radicaría en el
sentido que el artista no-popular o académico le otorga a la obra una posible
trascendencia estética, artística e histórica dentro del "mundo del
arte", inicialmente.
En
la supuesta ingenuidad de los artistas no escolarizado ellos no enfrentan,
teóricamente los postulados, no hay búsqueda de vanagloriarse en este aspecto,
por el contrario, toman las herramientas existentes y las transforman creando
una poética alejada del antiarte o la historia del arte, pero no desvinculada,
pueden, e incluso lo hacen, profundizar sobre la Historia del Arte y su deseo
es un reconocimiento meramente igualitario, para optar en el mercado,
dudosamente como competencia, pero sí en la necesaria participación del
intercambio simbólico.
Desde
esta panorámica el genio podría entenderse como un artista, obviamente, que
hace de su vida un performance y hasta un happening; un artista
"popular", jamás concibe su vida como un espectáculo, he ahí la
diferencia en las intenciones, en uno el ego construye contexto para su obra,
en el otro el contexto, el yo y hasta el eryo se funden naturalmente en
un ser humano para ser junto a su obra.
Las
palabras de un artista contemporáneo venezolano respecto a éste pensamiento,
podría develar finalmente tal postura, Enrique Enríquez (1997) señala:
"...En Venezuela, los artistas fabricamos objetos artísticos sustentados
en la premisa de legitimarnos como artistas (...) para parecer tan artistas
como los de aquellos países que veneramos...".
El
axioma que reza: "El ideal artístico que resulta la meta individual del
artista, embebido en el ideal colectivo." (Cfrs. Alcina-Franch, 1982, p.
46), puede extenderse a la noción del ideal rupturante que sucede de movimiento
artístico a movimiento artístico, y que se ha extendido al concepto tradición
como otra forma rupturante en contra de la noción evolutiva de la conciencia
moderna. Para occidente, especialmente occidente presente, el resultado final
de la obra de arte es el espectador, aparentemente. Sin embargo por el entorno
social, académico, mass-mediático, psicológico y mercantil, el final resulta
ser la Historia del Arte.
Que
el arte no académico pueda encerrarse con adjetivos como primitivo, ingenuo,
etc. radica en su carácter (pre)histórico o ahistórico, pues la justificación
basada en su carácter ágrafo, permite encontrar similitudes con
pseudo-etapas del arte oficial -nuestro occidente-. Entonces bajo este criterio
se esconden ideas evolucionistas, ilustradas y occidentalizadas propias de una
mentalidad del siglo XIX: la modernidad.
El
artista "popular" -apropiando la definición de Isaac Joseph con
respecto al Traidor-traductor en la incursión de los tipos sociales-,
transita "...en dos territorios simbólicos distintos, pueden plantear la
cuestión de la inteligibilidad de las situaciones entre sí. Es él quien puede
salvaguardar la naturaleza de diálogo de la permanencia del mundo..."
(Joseph, 1988, p. 123). La inteligibilidad se ha de entender, como la
asimilación de la deslocalización de las relaciones sociales, es decir, la
desorientación de las definiciones o catalogaciones fijas.
Si
el arte no escolarizado se enjuicia a partir del academicismo, debería entonces
poner a éste a disposición de la cultura popular para poder evaluarlo
con bases del otro: el academicismo, pero corre el peligro que los
artistas "populares" se sientan sujetos a las reglas del
academicismo, dejando éste de ser una posibilidad u opción -como siempre ha
sido-, y convertirse en sólo normas de realización. Entonces se acercaría a la
alternativa simbólica y/o formal de lo académico ó, se impondría como un
precepto judicial y religioso para poder considerar ingenuo cierto arte, bajo
fundamentos propios de una fiscalía o un pantócratos, así valdrían los juicios
jerárquicos y las identidades perpendiculares a la que se habitúa el tema.
Además
que, refiriéndose a lo técnicamente valorado, "...todas las reglas
académicas y las relaciones volumétricas responden a instancias ordenadas
puramente éticas, religiosas y conceptuales, pero nunca a la búsqueda de una
imposible mímesis del tipo de la verosimilitud." (Silva citado por
Echeverría, 1981 p. 89). Tal teoría es comprobable por numerosos trabajos de
investigación que se realizaron por historiadores -iconólogos, sociólogos,
semiólogos, etc.-, en torno a estilos y formas de pensamiento que influyeron
sobre ellos.
Penosamente
la concepción de arte "popular" se acerca a una definición paupérrima
de carácter estilístico, es decir formal, la determinación de un estilo procede
fundamentalmente en la técnica, de una capacidad técnica en torno al ideal
artístico. "Popular" como se ha visto es un término que en la mayoría
de sus advocaciones sugiere incapacidad técnica (Cfrs. Alcina-Franch, 1982, p.
52), antes de comprenderse como una posibilidad estilística o de sintaxis
formal. En fin no se juzga -por lo que ha sido-, sino por lo que debería ser
-prejuicio-.
Propone,
el autor de este trabajo, considerar que tanto los axiomas filosóficos más
celebrados, como los refranes o adagios más populares proceden de un
mismo lugar, el hombre -que otro lugar podría ser- con su racionalidad y su
intuición, de manera que su estructura, oral o escrita, nada tiene que ver con
la vigencia de uno sobre el otro, es decir, si leemos: la concepción
del universo es comprendida, inicialmente, en un constructo humano particular,
es similar a escuchar: cada cabeza es un mundo. Luego del esnobismo
intelectual -conceptualismo filosófico-, nos queda cuestionar su valoración
como esfera suprema y óptima de la sabiduría humana, así como por qué se
caricaturiza la cultura popular, pues no sólo se cree ciegamente que se
tiene la "razón", sino que niega que otro la posea.
Para
concretar, que en el concepto arte en sentido general, sea distinto, se
procede a considerarlo simbólicamente, considerar cada signo como idea
impregnada en el contexto, evidentemente se puede leer desde la óptica
academicista o no academicista, sin distinguir lo formal, pues es obvio que la
querella reside en la superficie, la estructura formal del lenguaje o de la
plástica, y se lleva inconscientemente al contenido sin profundidad crítica o
conciencia del mismo.
El
primer reconocimiento de la "pintura del común", palabras de Da
Antonio, es la "urgencia de respaldar esta labor" (Da Antonio, 1974,
p. 30), como si al fin alguien del pueblo se pudiera salvar del prosaico
y retrasado destino que inmanentemente tienen. El arte no producido por el
"arte prevaleciente", en palabras de Carlos Silva refiriéndose al
arte "popular" en relación del académico, es la transformación de un
"...producto cultural a sub-producto social..." (Silva citado por
Echeverría, 1981, p. 72), esto, fruto de la incompatibilidad histórica del arte
no académico con la relación de los estilos entre sí como sucesión histórica,
la Historia del Arte como manifestación de dominio y el arte no escolarizado
como imposibilidad estilística para su aprensión (Cfrs. Silva citado por
Echeverría, 1981).
Resulta
primoroso contar con adjetivos como "puro", "gracia
elemental" para referirse a estos artistas, si bien se hace mención de su
improvisada escritura, lirismo intuitivo y otros, se pueden desarmar al
escuchar -antes que leer-, los nombres de las pinturas, valga el ejemplo: Obra
muerta con distintas clases de frutas (Cfrs. Da Antonio, 1974), obviamente
el purismo no puede sustentarse en este caso, conociendo las naturalezas
muertas de la Historia del Arte, menos aún si se trastoca el lenguaje hasta
ponerlo a su disposición, entre el humor y un "ingenuo"
(re)conocimiento del concepto. Para cerrar esta predisposición contra el arte
no impartido en escuela o academia, insiste el autor del presente texto que: no
existe arte ingenuo, ni en artistas, ni en sus productos, si es ingenuo no es
por consiguiente una obra de arte. El arte no es ingenuidad, si no donde
radicaría su elevada concepción.
La
idea del aura que W. Benjamin instauró parece persistir en todas las visiones
que consideran lo popular en el arte o artesanía -desde sus defensores
hasta sus acérrimos atacantes-, la noción del original, de la obra única,
afrenta directamente a todo investigador. Él creía, Benjamin, que reproducción
en serie rompía con el aura de autenticidad y genialidad, propagando hacia
todas las direcciones la creatividad estética -como sucede con el diseño y su
aplicación en la vida cotidiana- y de la creatividad artística.
Es
con esta herramienta, la noción de aura de Benjamin, con que se censura la
artesanía, la cual por sus modelos repetidos pierde la noción de arte, gastando
el prototipo hasta la fatiga, aproximándose más a la conciencia de la cultura
de masas, o productoras de objetos en serie, supuestamente ajenos a la
cosmovisión de sus creadores y sin defensa estética posible por sus casi
imperceptibles variantes. Valdría mencionar en estas líneas la figura que
García Canclini (1989) utiliza para ejemplificar tal discordia:
Una de las discusiones más ociosas
ante la divulgación masiva es la que se desarrolla en torno a esa idea nuclear
de lo culto moderno que es la originalidad. Ser un escritor célebre equivale a
tener que padecer imitadores. Y los imitadores, dice Borges, (...) son
superiores a los maestros, lo hacen mejor, de un modo más inteligente, con más
tranquilidad. Tanto que yo, ahora, cuando escribo, trato de no parecerme a
Borges, porque ya hay mucha gente que lo hace mejor que yo. (Borges citado
por García-Canclini, p.103).
La
expresión popular vista como la genuina e inmaculada esencia de lo que
realmente es nuestra identidad, implica cerrar el arte a un idealismo romántico
de lo nacional, es registrarse en un camino estrecho, es restar al arte su
carácter de diálogo inacabado frente a la existencia, así como al sentido de la
identidad en construcción. Si aceptamos la noción de folk dentro de las artes,
también es necesario entender que los sujetos enmarcados en tal condición
suelen integrarse a otros grupos de manera sincrónica o de manera diacrónica,
así lo rural y lo urbano, o lo microsocial y massmediático, tienden a ser
espacios de confluencia, hablaríamos no de individuos folk, sino de
comportamientos folk. (García-Canclini, 1989).
También
es interesante ver que los procesos de hibridación artística llegan a conformar
enmarañamientos conceptuales de mayor complejidad, artistas convencionalmente
folk, han incursionado en la ola posmoderna, Carlos Carrasquel ha hecho
instalaciones ultracinéticas de desechos buscados en la basura, Víctor González
realizó un paisaje superconceptual de su pueblo y un grupo de indios waraos, en
la I Bienal de Guayana de Arte, presentó una colectiva con barcos que navegaban
sobre la muchedumbre en el Orinoco, y se hace constar que no estaban inscritos
en la Bienal. (Cfrs. Erminy, 1999, p. 35). "Desde la conquista ninguna
comunidad posee un arte nacional puro, sino mezclas de los modelos importados
con las formas nacidas aquí..." (García-Canclini, 1977, p. 98).
Así
como se menciona la incursión de artistas no escolarizados en la onda
posmoderna, también podemos hacer un breve recuento de artistas académicos que
han encontrado en lo popular fuerte inspiración. Mario Abreu transforma al
objeto de uso popular por medio de los mitos y su fuerza ancestral.
Carlos Zerpa explorando el inconsciente colectivo entre magia y supersticiones,
Nelson Garrido vinculándose con el ritual, lo político y simbólico, (Cárdenas,
1998, p. 379). Miguel Von Dangel tejiendo reflexiones religiosas occidentales e
indígenas. Luis Brito reflexionando sobre las posibilidades representativas.
Carlos Julio Molina, recontextualizando lo vernáculo (Cárdenas, 2000). Pedro
Morales como un estudioso de la iconografía popular, ha integrado la
computación, el láser y fractales en su obra, remontando las tradiciones en
espacios ciber (Cárdenas, 2000). Para más información se remiten a las fuentes
citadas, no obstante se deja colar lo que la autora María Luz Cárdenas,
concluye alrededor de estas incursiones: “...utilizan las expresiones del
folklore popular para ensalzar el sometimiento al nacionalismo; pero, sin
embargo, el arte de las orillas adquiere, para todos, una dimensión
transgresora y poderosamente rebelde, profusa y siempre sorprendente.”
(2000, p. 34).
Se
puede extender sobre este tema, hasta remontarse a la primera muestra
internacional del arte "popular" o "naïf" que sacude la
historia del arte, el investigador Oto Bihalji Merin (1978), se enfoca sobre el
primer artista significativo de esta condición, Henri Rousseau. Aunque el autor
denigre y ensalce oscilantemente al famoso Aduanero Rousseau, defendiendo su
genialidad y sus aportes mientras se le acusa de inocente, iletrado y ocioso,
características que causan el origen de su pintura. Sin embargo otros
pintores como Cezánne, Toulouse-Lautrec, o escritores como Tristan Tzara,
Apollinaire y otras personalidades reconocidas, jamás negaron su profundo
aporte para la Historia del Arte. El cuadro Gitana durmiendo, fechado
para 1897, tiene presencias que posteriormente los cubistas y surrealistas en
el espacio y los sueños habitarán (Cfrs. Bihalji-Merin, 1978).
Es
deber del investigador reconocer que la búsqueda de lo artístico, sea en lo que
se entiende como arte académico, no académico, masificado o artesanal, es una
necesidad que va más allá de lo pragmático, por placer, seducción, o
comunicación de algo nuestro (nacionalismo). Las prácticas populares buscan
expresión afectiva y/o renovación ritual de la identidad. No es necesario
pensar en el concepto de antigüedad como sustituto de la sensación de aura, y
evitar la fórmula de: si le falta aura, tendremos que esperar siglos para
rectificar, con aire enrarecido ante su presencia, su autenticidad.
Siempre
ha existido arte malo u objetos que no son arte, el problema es la
crítica del presente, quien les ha prestado atención introduciéndolo en los
museos, en las revistas de arte y sobre todo en la difusión mediatizada, que
con la imposición de un aura de divinidad que no sólo los cubre, sino que es
capaz de desplazarse sobre los artistas, las instituciones, los especialistas y
hasta los objetos artistificados a la fuerza, contagiando al final la
confusión del público.
La
obra de arte es mercancía y como tal el público es su potencial consumidor,
esto sólo sería posible si los consumidores tienen los vínculos necesarios para
acceder. La obra de arte, además de poseer procesos de consumo y expresión de
valores de la significación de la vida social, requiere, a diferencia de los
vanagloriados rasgos de la condición universal (imposibilidad kantiana
de adecuarse a un gusto no escolar, de reglamentación heredada de la corte y
del anacronismo histórico del placer cultivado, es decir la inmortal
idealización de la ética y la estética como un vínculo inseparable) y
contemplación desinteresada de la obra de arte (un salmo de acento vouyerista),
de modos de acercamiento, de cierta pedagogía, de procesos de aceptación de
valores o de transacción e intercambio de valores entre artistas y el público
(Nivón-Bolán, 1999). Puesto que "...cada forma de arte posee su propia
estética interna (...) No hay una estética universal aplicable a todas las
formas de arte." (Hart citado por Méndez, 1996, p. 43).
Las
cláusulas incólumes en las que discurre la filosofía del arte para evaluar, y
peor corregir al mundo del arte, obviando las expresiones que no se rigen por
las reglas de la institución del arte, es como si al pensar en el Sol,
que para todos sale por el este y se oculta por el oeste, hasta para los
orientales, pero que en los polos sólo se ve, el Sol, una vez durante seis
meses y luego no se verá durante el mismo período, comprobamos que los días no
son iguales para todos los hombres, por qué ocurriría distinto con las
categorías estéticas, y hemos de advertir que el Sol, sí es universal.
El
hecho de no conseguir el objetivo de redefinir el Arte y su alter ego
cultural, no soportará más tiempo, pues éste abrirá sus propias vías y
ampliará su presencia en el espacio cultural, la legitimación y su dilatación
será inminente, la segregación e inferiorización que posee será evaluada, sólo
si se accede a la integración multicultural, multiétnica y pluralista, que la
propuesta rousseauniana de los derechos del hombre sobrepase la condición
etnocéntrica dada por los modelos históricos.
CAPÍTULO II
LA CULTURA COMO ESPEJO DEL ARTE
“...a la muerte de Bárbaro Rivas cuando llegó una avalancha a preguntar si yo tenía cuadros de él o bien de otros pintores ingenuos. Entonces yo me dije, si lo de Bárbaro y los otros tienen demanda, por qué yo, que tampoco he estudiado, no puedo pintar...”
Apolinar. Pintor
no escolarizado.
Rosa Contreras, Tablas de la Ley. s/f,
técnica mixta, 140 x 120 x 3 cm.
En la presente obra se percibe una interpretación
muy particular de la Ley de Los Mandamientos de Dios, en sustitución de la
alusión directa de los significados de cada precepto religioso contenido en las
tablas de Moisés. En cada registro, o en visión general igualmente, se
representa el pasaje bíblico del personaje de Moisés, tanto su nacimiento, como
el de las plagas que azotaron a Egipto, o el momento de idolatría de la
caravana que huía con Moisés.
La estructura narrativa tiende ser una frontalidad
panorámica. En fases o simultánea, en cualquier forma se puede leer la(s)
escena(s). La forma, que sugiere las tablas, es contenedora del significado
iconográfico, no obstante las representaciones se dirigen antes al contexto
histórico del suceso del “origen de las tablas”. La fórmula escogida por la
artista contiene sintéticamente al tema (dado por el título explícitamente) y
el tiempo (cada fase previa y futura de la connotación del tema) desplegando la
obra en el discurso bíblico de mayor extensión.
El
problema de la definición de arte y de sus tipos, es decir la simulada
distinción en la interartisticidad, radica en la conformación misma de la
sociedad, tanto en la conformación cultural -su asimilación con el entorno- y
la configuración de las estructuras sociales y la identificación de sus
participantes.
En
Latinoamérica y particularmente en Venezuela las pistas para crear una
conciencia de nuestra condición tienden a ser conflictivas, desde la identidad
hasta la participación internacional, es por ello que el camino de
reconocimiento resulta oprobioso en determinadas situaciones, no es dudable
entonces que la definición de arte "popular" y arte
"no-popular" tiendan a sustentarse en el pasado y las corrientes del
pensamiento que dominaron. Entran en juego paradigmas como premodernidad,
modernidad y más cercanamente posmodernidad, globalización y/o masificación.
Cada tendencia se concibió por el momento y sus características, y propició la
creación de modelos que retroalimentaron los criterios de los individuos
proclives en ese instante.
El
resultado desembocó en la escolarización del gusto, las introyecciones
personales y las exclusiones colectivas, en tanto exista divergencia del tipo
maniqueísta, la elaboración de un mapa de la sociedad resulta lleno de
posiciones encontradas e irreconciliables. La estructura de moderno versus
tradicional, formuló la noción de culto versus popular, o lo que es lo mismo
hegemónico sobre subalterno. Si se quiere encontrar la raíz del problema tiene
que explorarse los modelos históricos que permanecen como atavismos de la
conformación latinoamericana y venezolana.
II.1.
Los modelos de la historia.
II.1.1. La
colonia.
En
la colonia las pinturas y las tallas venían importadas de España, ejecutadas
por artesanos de aquella región, para satisfacer el territorio ganado por
sacerdotes, militares y funcionarios, provocando un modelo icónico de
dominación, que no se limitó a la iglesia sino que invadió los espacios
seculares de la vida colonial, creando modelos estéticos y éticos. Quizá por
eso se llegó a pintar tópicos grecorromanos en paredes de barro.
Pronto
la comunidad segregada -indios, negros y mestizos- sentó sus diferencias a
partir de la religión el "mestizaje cultural (...) respondía a prácticas
mágicas y religiosas que progresivamente fue adquiriendo rasgos propios en la
medida que la estética popular se convirtió en la expresión visual de la
religiosidad popular." (Acha citado por Ortega, 1997, p. 26).
Esta
serie de hechos, más los próximos, deja fundada una primera noción de
latinoamericanidad, García-Canclini (1977) señala al respecto:
...No somos culturas de síntesis
por una decisión química o un ensayo biológico; nuestro sincretismo no es la
consecuencia de una conciliación, sino de los enfrentamientos entre nativos y
los conquistadores, y de los hijos de ambos contra quienes siguieron
colonizándonos. (p. 100).
II.1.2.
La modernidad.
La
modernidad, desde la visión de Michel Foucault (parafraseado por Bracho, 1997),
es un correlato referencial que no es cosa, hecho o realidad, sino leyes de
posibilidad, reglas de existencia para los objetivos que en él se encuentran.
(p. 7). A partir de proyectos se intentó conciliar al mundo en un mismo cauce,
"lo moderno alude al presente y a la posibilidad de progreso..."
(Bracho, 1997, p. 24).
Para
Latinoamérica la asimilación de la modernidad ha resultado un camino todavía
por recorrer que, si bien se ajusta por una heterogeneidad temporal en el cual
la historia va desde lo tradicional y antiguo hasta los avances tecnológicos,
es necesario decir que habitan premodernidad, modernidad y positivismo a
ultranza en nuestro espacio geográfico. Sin embargo los proyectos se resumen de
la siguiente manera a juicio de García-Canclini (1989).
a)
El proyecto emancipador. Que a lo sumo reza:
la secularización de los campos culturales, la producción
autoexpresiva y autorregulada de las prácticas simbólicas (...) Forman parte de
este movimiento emancipador la racionalización de la vida social y el
individualismo creciente, sobre todo en las grandes ciudades.
(García-Canclini, 1989, p. 31).
b)
El proyecto expansivo. Es:
la tendencia de la modernidad que
busca extender el conocimiento y la posesión de la naturaleza, la producción,
la circulación y el consumo de los bienes (...) pero en un sentido más amplio
se manifiesta en la promoción de los descubrimientos científicos y el
desarrollo industrial. (García-Canclini, 1989, p. 31).
c)
El proyecto renovador. Abarca:
por una parte la persecución de un
mejoramiento e innovación incesante propios de una relación con la naturaleza y
la sociedad liberada de toda prescripción sagrada [resumida en la
frase como debe ser el mundo] [más] la necesidad de reformular una y
otra vez los signos de distinción que el consumo masificado desgasta.
(García-Canclini, 1989, p.p. 31-32).
d)
El proyecto democratizador. Es aquel:
que confía en la educación, la
difusión del arte y los saberes especializados, para lograr una evolución
racional y moral. Se extiende desde la Ilustración hasta la UNESCO, desde el
positivismo hasta los programas educativos o de popularización de la ciencia y
la cultura... (García-Canclini, 1989, p. 32).
El
proyecto modernista se contradice, se observa que sus postulados crean un
desencuentro entre la estética moderna -su propuesta-, y la dinámica
socioeconómica del desarrollo artístico. Por un lado teóricos e historiadores
exaltan la autonomía del arte; por el otro, el mercado y la comunicación masiva
-incluyendo a los museos- fomentan la dependencia a procesos extraestéticos,
más no extra-artísticos, pues lo económico como ya se ha mencionado no
se separa del arte (Cfrs. García-Canclini, 1989).
La
modernidad y su tendencia democratizadora y proceso capitalista aumenta el
número de consumidores para el arte, que ya no es restringido a Iglesias y
Palacios. Pero genera la contradicción en el resultado, pues al ampliar el
mercado, alertó sobre las posibilidades de unificación de todas las clases,
bajas y altas, atrayendo la instauración de las diferencias (he ahí un factor
del origen de los campos del gusto y del saber). Los grupos hegemónicos
necesitaban ámbitos separados para ordenar objetos -tal como en los museos- por
sus afinidades y no por su aprovechamiento cultural. (Cfrs. García-Canclini,
1989).
En
la República la figura política de Nación impuso la idea de "Cultura
Nacional", creándose el inicio de la dicotomía al perseguir el modelo moderno
y noble en contra de los paradigmas de atrasado y vulgar, los
primeros eran para los mantuanos triunfantes y los otros los antivalores de los
sectores populares, que se niegan a la superación (Ortega, 1997).
El
modernismo es entendido como una "intersección de diferentes temporalidades
históricas que tratan de elaborar con ellas un proyecto global"
(García-Canclini, 1989, p. 71). Considera el pasado clásico revitalizante, con
un presente técnico y un futuro político imprevisible, semi-aristocrático,
semi-industrializado y un movimiento semi-insurgente (Cfrs. García-Canclini,
1989, p. 71-72).
Todo
lo anterior valdría para justificar que el espíritu de la modernidad, de los
avances tecnológicos y las ideas progresistas que desechan las creencias
religiosas, supersticiosa o por el estilo, sirven para entender el primitivismo
de cierto grupos sociales. Para aclarar por qué existe la distinción entre arte
de academia y arte "popular", "naïf", "etc.", y
ubicar en el siglo XIX la raíz de la distinción, como describe Juan Calzadilla
(1995), el esbozo de dos pesudotendencias -academia y atavismo colonial-. El
problema es que los artistas "populares" no son exclusivamente imagineros
religiosos, tal suposición sólo se aplica en lo temático, de un restringido y
sobrevalorado tema: la herencia, la tradición, la religiosidad del pueblo.
Considerando
la modernidad en Latinoamérica y sus procesos "hemos tenido un modernismo
exuberante con una modernización deficiente" (García-Canclini, 1989, p.
65). Tal desajuste, entre modernismo y modernización, según García-Canclini
(1989) evidencia que son útiles a las clases dominantes para preservar su
hegemonía. El modernismo proporciona prestigio a los dirigentes aunque la
modernización social no esté a la par.
En
la cultura escrita, lo consiguieron limitando la escolarización y el consumo de
libros y revistas. En la cultura visual, mediante tres operaciones que hicieron
posible a las élites restablecer una y otra vez, ante cada cambio modernizador,
su concepción aristocrática: a) espiritualizar la producción cultural bajo el
aspecto de 'creación' artística, con la consecuente división entre arte y
artesanía; b) congelar la circulación de los bienes simbólicos en colecciones,
concentrándolos en museos, palacios y otros centros exclusivos; c) proponer
como única forma legítima de consumo de estos bienes esa modalidad también
espiritualizada, hierática, de recepción que consiste en contemplarlos (Cfrs.
p. 67). La modernidad fue efectiva por su mediatización.
Otro
modelo identidario de la modernidad, para Latinoamérica, es el demostrado por
Juan Acha (1993) que tuvo su auge en la primera mitad del siglo XX, tal
demostración radica en la propuesta de la existencia de tres caminos -el nacionalismo,
su contraparte el universalismo y el sintético o dialógico-, se
presentaron como respuestas ideológicas, no como posibilidades, más bien como
proyectos, consecuencia modernista -ancla ideológica hacia una identidad
definitiva-, nacida a principios del siglo, pero con sutil vigencia presente.
La
modernidad en Latinoamérica es un "conflicto interno, dependencia exterior
y utopías transformadoras." (García-Canclini, 1989, p. 75). Quizás se deba
a que (Bracho, 1997):
El proyecto modernizador
latinoamericano nació de una doble artificialidad (...) las ideologías de
grupos intelectuales que lo introducen como imitación y anhelo de cultura (...)
negando al catolicismo, sobre la base del tradicionalismo, sin una orientación
clara de unidad étnica y social (...) la desintegración nacional y la de la soberanía
del pueblo dentro del tradicionalismo, lo que condujo a fabricaciones ficticias
de la democracia. (p. 9).
Irónicamente,
el éxito de los postulados modernos en Latinoamérica no es tal, si el proyecto
de la Modernidad es inconcluso, como sugiere Jürgen Habermas, en nuestro
continente de habla hispana, apenas es un borrador, de qué manera se explicaría
que la revolución campesina y la propuesta caudillista -aparente premodernidad
superada-, sean indicadores de la constante ruptura con la modernidad.
II.2.
La Cultura y el pueblo.
El
"hombre-culto (...) crea cultura, es decir un modo de relación vital y
entrañable con el mundo, fundado en el conocimiento ecuménico del
mismo..." (Liscano, 1990, p. 92). Es entendido por cultura todo, pero se
refiere a la "...vida en sociedad, formas de organización, estrategias
para la subsistencia, procedimientos para elaborar obras materiales, sistemas
semióticos y expresivos de toda índole, normas éticas y estéticas..." y
otras facetas (Monsoyi, 1991, p. 52).
Cultura
es, indudablemente, un concepto progresista y relacionado a la evolución
histórica -biológica y social- del hombre (homo-sapiens sapiens). Mientras se
distingue del concepto general, una definición de cultura específica
-conjunto particular de reglas culturales- un proceso de una enculturación de
temprana edad habitualmente (Phillip-Kottak, 1997).
Los
rasgos para identificar cualquier cultura son principalmente estos: La cultura
es aprendida tanto social como individualmente situacional, el aprendizaje cultural
suele integrar al individuo en el diálogo de los signos y símbolos de su
cultura específica. Es simbólica pues dota de significación una cosa o hecho
sometiendo a la naturaleza. Es compartida al menos por miembros de un grupo.
Está pautada, si algún individuo cambia la conducta frente a "x"
hecho, puede provocar lo mismo en otros miembros. Existe tanto ideal como real
es decir, que es propensa a transgredir en la experiencia los espacios privados
y/o los públicos. No es perfecta o efectiva, ciertos procesos culturales, traen
consigo amenazas a grupos externos, propios y a la naturaleza. (Phillip-Kottak, 1997, p.p. 18-30).
La concepción de
cultura popular dentro de una Nación o País, abre una lectura, en la
cual se establece una dicotomía para la definición ulterior de cultura
popular y cultura no-popular. La primera proviene de la abstracción
ejercida sobre grupos humanos denominada a grosso modo como: el pueblo.
La segunda parece ubicar al restante en el que se incluye clases que llevan
adjetivos como hegemónica, alta, intelectual, culto-ilustrada,
dominante y otros. Por lo tanto dentro de una comunidad nacional suele
considerarse que el término población -entendido como la totalidad de un
grupo humano- no es sinónimo de pueblo, sino que el segundo es parte de
la amplitud del primero, distinguiendo de esta manera el concepto de cultura en
sub-especificaciones, cuya postura difiere de la corriente antropológica que
sentencia la cultura como la totalidad del hombre con su entorno.
Paradójicamente
pueblo o un pueblo se define en lo siguiente: "Todo grupo de seres humanos
caracterizados por unidad de sentimientos, creencias, cultura, localización
geográfica (...) puede utilizarse sinónimamente con tribu, nación y, a veces,
cultura..." (Hunter y Whitten, 1981,
p. 552). En consecuencia para Briceño Guerrero (1998) la cultura popular,
se entiende como resultado de la "...supervivencia de culturas dominadas
en alianza con formas abandonadas de la cultura dominante y en fornicación
adúltera con la propia cultura dominante..." (p. 80).
Podríamos
entender dentro de la teoría de cultura para mayor beneficio de las
especificidades y las distinciones, varios aspectos. Según Alberto Cirese
(citado por González-Ordosgoitti, 1998) afirma: " 'que lo que antes
llamábamos popular se ha de considerar como el nivel de la cotidianeidad o de
lo elemental humano' (...) de ahí se postula la posibilidad de hablar de
cultura popular y de cultura no-popular." (p. 96). Pero para poder ser
encasillado en alguna instancia social, se requiere ser percibido como tal,
como por la voluntad de su ser (Bourdieu, 1988).
Sin
embargo por la manera en que se dan las posibilidades de hibridación cultural
en nuestro presente, se consideraría la enunciación de ciertos campos para el
estudio. "Tendríamos así el campo cultural académico, el campo cultural
industrial-masivo y el campo cultural residencial, pudiendo adjetivar a los
mismos con el término de popular o no-popular..." (González-Ordosgoitti,
1998, p. 97). El campo cultural residencial es, un circuito cerrado y
autosuficiente de reglas implícitas para el acceso a ese colectivo conformado
por productores y consumidores (González-Ordosgoitti, 1998).
La
mayoría de las catalogaciones y de los conceptos no sólo nos aproxima a la
aprehensión del objeto, sino que nos subyuga a la discriminación -separación-,
y hasta vituperio de lo que no es, trayendo como resultado una aplicación al
resto de las actividades humanas, he ahí el peligro del lenguaje, he ahí que
"popular" no sea otra cosa que un contrapunto. Consecuentemente para
muchos la cultura popular es "un área subalterna -deprimida y
reprimida-." (Monsoyi, 1991, p. 53).
Lo
popular es una entelequia construida, jamás preexistente, una forma de
teatralización de formas de poder, producto de la creación del concepto de pueblo
en la revolución de los siglos XIX y XX, un fragmento histórico de la
modernidad. La conformación en Europa de sociedades industriales durante el
siglo XIX y en Latinoamérica durante el siglo XX, generan la transformación de
grupos como por ejemplo: público se convierte en multitud, es
decir un colectivo más dispuesto a la aceptación de un orden social y una
participación no activa -massmedias-. Las consecuencias de la cultura de
masas provienen de una carencia de solidez de los grupos primarios y
relaciones interpersonales, de ahí que sean presa fácil de unificación de
sentimientos e ideas por los modelos de los medios de comunicación y las élites
dirigentes. (Cfrs. Hunter y Whitten,
1981).
El público se
convierte, entonces, "en el gran objetivo cultural de las sociedades
industriales aunque no siempre de los intelectuales que se han mostrado más
propensos a reconocer en éste más que la mediocridad y la falta de gusto e
iniciativa cultural..." (Nivón-Bolán, 1999, p.p. 11-12). "Los
estudios de consumo cultural muestran que 'el público' no existe. Lo que hay
son 'públicos' ..." (Nivón-Bolán, 1999, p. 28). ¿Es necesario, (como
consecuencia), para la divulgación del arte responder, acaso, a la
institucionalidad de la pluralidad y la diferencia?.
Nuestra
herencia segregadora y maniqueísta sucede de "un propósito universalizante
(...) una visión binaria del mundo, donde convivían 'civilizados y
bárbaros'..." (Bracho, 1997, p. 29). Basado en los modelos: a)constitución
territorial, de nuestra República y "culto a lo Nacional"; b)jurídico-político,
la consagración de las instituciones de la República; c)étnico-social,
la formación de grupos dominantes y dominados; y d)mental, el uso de la
mass-mediatización para consolidar a las anteriores por medio de la educación
ciudadana (Bracho, 1997).
Se
piensa que los pueblos más civilizados son los que saben más, por ende se
deduce que los más pobres y atrasados saben menos (Molina citado por Bracho,
1997, p. 18). Luego del ideal occidental se pensó que éste, sería y
será, el beneficio de todos lo pueblos, especialmente los que continuarán
occidentalizándose, de manera que otra cultura no occidental queda en
posición de evaluaciones jerárquicas (Bracho, 1997). Además de considerar a la
ciudad y su sentido de clímax de la modernidad como el gran intérprete de este
fenómeno, es decir un vector cultural. Por ende el patrón de consumo constituye
la participación en la conformación de ciudadanía, fórmula de adscripción
(Nivón-Bolán, 1999, p. 12), Entonces ocurre la manifestación de la alteridad
con lo rural, y sus productos.
Lo
popular se define como lo producido por medio de la tradición, de una
personalidad colectiva y de carácter manual y oral, es decir huellas de la
premodernidad, a diferencia de la concepción de los medios, para los cuales
popular es igual a ventas, mercado, la popularidad que se refleja en las
estadísticas y se manifiesta en el espectáculo. "Lo popular masivo es lo
que no permanece, no se acumula como experiencia ni se enriquece con lo
adquirido." (Cfrs. García-Canclini, 1989, p. 242).
En
tanto el populismo, fue la prescripción de las décadas entre los '30 y
'50 del siglo XX, "convertía a las masas en pueblo y al pueblo en
Nación." (Barbero citado por García-Canclini, 1989, p. 243), el empleo de
la noción de cultura y su identificación para la consecución del poder.
"La puesta en escena de lo popular es una mezcla de participación y
simulacro." (García-Canclini, 1989, p. 246).
Tanto
popular, populismo y popularidad, son diálogos simulados de dos partes, pueblo
y legisladores, independientemente se llega a un convenio de no agresión para
ambos segmentos, mientras intentan llevar sus actividades cotidianas de la
manera más serena posible, entra en juego la pasividad del pueblo "...si
las ciudades son baluartes de las resistencias a lo político, ello tal vez se
debe a que las ciudades estén constituidas por una pluralidad de
nichos..." (Joseph, 1988, p. 23), tales nichos para la pacificación del status
quo deben permanecer rígidos, al menos en las definiciones, en la
virtualidad.
Conceptos
como tradición, identidad, cultura, pueblo, nación etc. terminan por
convertirse en "anclas ontológicas" (De la Campa, 1999, p. 34),
imposibles de entenderse cuando comienzan un diálogo nuevo con ciertas
"supuestas" diferencias.
Glenda Mendoza, Bomba
noticiosa del día, 1987, arcilla policromada, 20 x 29x 22 cm, colección del
artista.
El tema de la religión como constante dentro de la
temática del arte no escolarizado, no es el único que identifica al artista
como agente expresivo del pueblo, a éste se le suma la devoción por héroes
nacionales. La obra de Glenda Mendoza, nos trae a colación ambas figuras, el
héroe divinizado, el semidiós aproximado a un Ulises, es decir Bolívar.
En esta representación aparece tanto divinizado
como humanizado (humanado sugiere la exposición realizada en torno a esta
artista). Su carácter celestial se manifiesta en la conversación célica que
sostiene con la figura de Cristo, así como es endulzado con la deificación de
los personajes, la postura del mismo Cristo, rompe con cualquier iconografía
religiosa dada.
El artista no académico no sólo dispone de la técnica
como voluntad expresiva de una sintaxis personal y propia, sino que cada tema
se rige por la voluntad transgresora (desde la visión del oficializado) que
determina que será del tema.
Tanto sintaxis como enunciado, en este caso en
particular, se dirigen en una aprehensión casi corporal de la idea de héroe y
divinidad, no queda otra resolución que crear un espacio sutil para lo lúdico e
hilarante que tangiblemente toque al espectador.
II.3.
La tradición.
La
tradición es concebida como un proceso de socialización, proporciona una
normativa, consecuentemente maniqueísta, dependiendo de la sociedad, homogénea
o heterogénea, en una adquiere carácter sagrado y en otra, como consecuencia de
subgrupos, se tiende a discutir su vigencia (Cfrs. Hunter y Whitten, 1981).
La tradición en
Latinoamérica es considerada inicialmente como una constante atemporal e
invencible, pues desde la conquista y colonización, sólo se ha integrado a la
cultura del territorio. El folklore es el vehículo de la tradición, y es, también,
lo arraigado hasta llegar a ser historia de un campo cultural. En
palabras de Juan Liscano (1990) creador, en la década de los '40 en Venezuela,
del primer instituto folklorista del País, define: "El folklore es
conocimiento por comunión (...) El arte auténtico, debemos decirlo, es comunión
e intelecto, sea folklórico o erudito..." (p. 92).
En
nuestro país la tendencia folklorista tiene una reacción si se quiere tarde, en
1888 se concibe el patrón de folklore, y el boom desatado de reflexión
entorno a la cultura popular no se dio hasta 1976 (Strauss, 1998).
La
existencia de la posmodernidad latinoamericana, según algunos investigadores,
considera la tradición capaz de realizar un "...retorno a los orígenes
premodernos como recursos para descentrar, diseminar, la mirada actual."
(García-Canclini, 1989, p. 110). A ratos se piensa que la cultura popular
posee una tradición perpetua, como si la historia o la existencia humana no
hubiese corrido, como si aún se realizara por los mismos eternos e inmortales
creadores, a veces falta pensar en una cultura actual con sedimentos atávicos,
más no un áncora digna de compararse con los castigos habituales del Hades
griego. Contrariamente Hegel concibe a la tradición como una "corriente
viva" que se acumula con la ciencia y la producción espiritual de cada
generación (Abbagnano, 1997, p. 1147).
La
vergonzosa posibilidad de una tradición en Venezuela podría sopesarse en la
negación histórica de ciertos hechos, pues quién podría sospechar que hay
mentes malpensadas y obstinadas que juran que en Venezuela hubo esclavitud
durante la colonia, que luego de la abolición de la misma, en tal caso de que
existieran pruebas de tal trato humano, se conservó el desprecio por castas y
colores durante los siglos venideros. Peor aún, hay quienes creen que los
términos tierrúo, indio, pueblerino y marginal son
indicativos de una fórmula de segregación dentro de la bien establecida
democracia. Después de esta absurda y débil hipótesis, quién puede pensar que
la cultura popular y sus productos responden a esta fórmula
despectiva, sería acaso, ilógico, concebir que hay alguna tradición de
la execración en Venezuela.
Tomando
a Octavio Paz cuando se refiere a las artesanías -entendidas también como arte
"popular"-, como paradigma de la tradición, la fantasía o el
capricho: "...no nos conquista únicamente por su utilidad. Vive en
complicidad con nuestros sentidos y de ahí que sea tan difícil desprendernos de
ella. Es como echar un amigo a la calle." (Paz, 1979, p. 13). Aunque sea
parte de los fundamentos de la ciencia moderna "...la oposición hacia la
emotividad, aflicción, extraversión. Por esto, a todo mito o representación
simbólica del mundo se le cataloga como parte del sentido común, o
doxa..." (Bracho, 1997, p. 21).
"No
es posible (...) comprender la tradición sin comprender la innovación."
(De Carvalho citado por García-Canclini,1989, p. 203). Independientemente de la
afirmación de sí hay posmodernidad en Latinoamérica, o si es mejor y más
apropiado definir nuestra condición como una secuela de la modernidad, la
modernización no exige abolir las tradiciones, ni la execración de lo popular.
Los hechos demuestran que los sectores rurales, bajos socialmente o indígenas,
han logrado introducirse dentro de las formas modernas (García-Canclini, 1989).
En todo caso Néstor García Canclini piensa firmemente, que lo popular no es una
esencia ahistórica, como lo imaginan los fundamentalistas del folklore o los
políticos populistas (1996).
II.4.
La identidad.
Ampliamente
y de manera particular la identidad o fases de identificación, suelen
entenderse como un "Proceso por el cual una persona se circunscribe;
identidad del yo a diferencia del no-yo..." (Pratt, 1960, p. 147). La
introyección es el medio por el cual cada sujeto acepta e integra
voluntariamente, incluso se puede decir lúdicamente, a su ser, ciertas
conductas, fases o posiciones para desplegar en sociedad, privada o
públicamente. Sumado a la introyección existen rasgos o comportamientos que
bien pueden ser intolerados por el sujeto, pero que independientemente de la
aceptación son parte del individuo aunque se nieguen y rechacen en la
introyección.
El
proceso de transculturización acaecido en América a partir de 1492 con la
llegada de los españoles y luego la incorporación de esclavos africanos,
produjo paulatinamente el mestizaje étnico y cultural -primero fue en la cama
que en la cultura-, provocando una reestructuración en las manifestaciones
artísticas de América. La independencia de las naciones o al menos su plan, fue
producto de un sentimiento criollo, en los ya tradicionados
hispanoamericanos. El acercamiento al auge modernista instó a futuro al
nacionalismo, por un lado, llevado al indigenismo -una reivindicación del
mestizaje colonial-, por otro lado, la concepción de una cultura híbrida, que
intenta conciliar excesos o carencias en las posturas a favor de lo nacional,
lo universal o internacional. Todo este panorama es el que crea la discusión
sobre la definición de identidad, prestando muy poca atención a cada
identificación sucedida en este recorrido y sus consecuencias presentes.
La
identidad si no es una ambición casi incompresible, se transforma en un torreón
donde se defiende la pureza, de tal manera como cualquier fundamentalismo político,
evidenciando un chauvinismo cultural cerrado e inseguro. Es por ello que la
cultura, visto desde la tradición, suele concebirse como una estructura sin
cambios, ni diálogos, formando o concediendo importancia a lo sumo, como manifestaciones
exóticas y rara vez a aquellas producto de cuando ocurren intercambios
entre subsistemas culturales o subculturas.
La
identidad, en su definición, lleva consigo la idea de proyecto, entendiéndose
por ésta como el substrato íntimo de lo nacional. Así el nacionalismo se
perfila a partir de "...ídolos y semidioses políticos, reformulaciones
míticas de la historia, anecdotarios costumbristas-, que será moralmente bueno
y útil para la nación..." (Cárdenas, 2000, p. 28).
Su
establecimiento o concreción sirve para propósitos que "...reivindican el
presente, retienen del pasado o proyectan hacia el futuro a la popularidad como
temple colectivo valioso (...) y desde allí intentar un acercamiento a nuestro
país..." (Chacón, 1998, p. 87), pero por qué el pueblo -claramente
segregado por los investigadores-, como la identidad nacional indicaría,
exclusivamente, la aprehensión efectiva de la idea de país. Desde las artes
plásticas la identidad suele tomarse de manera similar basándose, en algunos
casos, en la múltiple variedad de identidades en Venezuela.
En
torno a la identidad y sus formas en un mismo territorio afirma Juan Calzadilla
(1998):
...lo propio de la diferencia es su
especificidad contextual. Tendríamos así un pluralismo que no apunta hacia un
eje central y único, como quería la modernidad, sino que se inserta en un plano
diversificado parecido a un mapa geográfico donde está representada toda la
pluriculturalidad." (p. 368).
Cada
subsistema cultural o subcultura provienen de la etnicidad -identificación con una
grupo étnico- no obstante cada individualidad de sus integrantes posee un status
(Cfrs. Phillip-Kottak, 1997, p. 34), fases o posiciones en la sociedad, y se
clasifican en adscritas y adquiridas, en las primeras se
contienen el sexo, el continuum temporal (edades), su filiación y su genética;
las segundas determinan al ego como instantes sociales, amistad, profesión,
ocupación, en la permutación de ambas se crea lo conocido como
"negociación situacional de la identidad" (Phillip-Kottak, 1997, p.
35).
En
palabras de Briceño Guerrero (1998), la identidad queda en evidencia como:
...una manifestación extrema,
patológica tal vez, de la necesidad de autoreconocimiento y reconocimiento por
parte de los otros. La necesidad de ver en el yo y en el nosotros continuidad,
permanencia (...) la necesidad de identidad es tan poderosa y urgente que
pueden recurrir a medidas drásticas para garantizar el autoreconocimiento y el
reconocimiento de los otros. Esto es comprensible si pensamos que la
alternativa es la locura. (p. 79).
Retomando
la identidad como fuente para la creación de expresiones artísticas, nos
encontramos en Venezuela, con que recoge las "...características locales
más superficiales..." (Cárdenas, 2001, p. 380), que demuestran el
"...peligro de la ontologización de la realidad a partir de lo
local." (Cárdenas, 2001, p. 380). Bajo esta particularidad de las
manifestaciones identidarias en el arte, se podría hallar y separar las
escogencias o tendencias para señalar lo nacional o parte de ello en el arte
venezolano:
Primero,
una correspondencia entre la identidad y la autenticidad, que se refleja en la
toma de los símbolos y colores locales; segundo, la correspondencia entre la
subjetividad del autor y la identidad, es decir el gesto del artista -nacional-
como acto fundador del mundo; tercero, la correspondencia entre la autoestima y
la identidad, o lo que es igual, la propuesta nacionalista o chauvinismo
cultural de la célebre frase "lo nuestro es lo mejor" (Cfrs.
Cárdenas, 2001). Ya desde esta lógica resulta indetenible que el arte no
escolarizado sea clasificado como muestra irrefutable de la esencia nacional.
La
identidad "...sólo puede instalarse en los pliegues narcisistas de la
historia: institución, destitución, restitución." (Joseph, 1988, p. 18).
Qué puede hacernos creer que somos diferentes y únicos, como venezolanos o
latinoamericanos, que somos de un barro distinto, hombres de maíz, acaso, ni de
trigo o de arroz. (Cfrs. Vivas, 2000). Con mirada similar Fernando Savater
(citado por Erminy, 1999) señala:
una de las majaderías más
enconadamente repetidas desde hace doscientos o trescientos años es la que
predica la existencia de unos supuestos caracteres nacionales que determinan de
modo inamovible la forma de ser y pensar de los diferentes países (...) Desde
luego, no niego que, por razones de educación común o circunstancias históricas
compartidas, las comunidades humanas no pueden ofrecer un cierto aire de
familia que singularice muy a grosso modo (...) La identidad sea la de uno, la
del grupo, la del país o de la humanidad, es algo que hay que ir inventando
cada día... (p.p. 12-13).
Se
puede trasladar más allá, pues no sólo la educación común o circunstancias
históricas compartidas son las únicas o las más sólidas variables que
construyen la identidad. Si queremos apresarla debemos tener en cuenta,
previamente, que es, "...una forma de imaginación social (...) es la forma
de la sociedad misma como relación más allá del vagabundeo (nomadismo) y la
fijación (solidaridades comunitarias)..." (Joseph, 1988, p. 12).
Tanto
la identidad como la cultura latinoamericana no está hecha, y no puede ser
encontrada en ningún ámbito legendario del ser, la tierra o en la sangre,
siempre ha sido una continúa construcción (García-Canclini, 1977). El concepto de
identidad nacional, llega a ser tan abigarrado que elementos o expresiones
telúricas o vernáculas -las cuales sirven publicitariamente para el
turismo-, se encuentran en Venezuela, así como en Colombia y en Ecuador por
citar breves ejemplos, sea el caso de la música "popular", como las
danzas de tambores afroamericanos de procedencia costeña que se manifiestan en
los tres países citados. También el ponderado joropo identificativo, de los
centauros llaneros venezolanos, expresión también compartida con los centauros
llaneros colombianos. Se podría elaborar un mapa de cultura popular con
estos ejemplos y encontrar que las fronteras geopolíticas de cada gobierno,
sólo interrumpen virtualmente zonas cuyas similitudes culturales son
transnacionales (Cfrs. Liscano, 1990).
En
el individuo transitan mundos, cada mundo es heterogéneo, mas aún cada mundo es
penetrado por mundos y por las imágenes de otros mundos (Augé, 1994). Las
posibilidades de reconocerse o identificarse en el presente viven "...hoy
experiencias culturales desligadas de todo territorio..." (Martín-Barbero, 2000 [on line]). La publicidad o
la visualidad de la presente era y generación producida con tendencias
globalizantes, posiblemente originadas por el desarraigo territorial de las
migraciones.
El
riesgo de la definición de identidad y de las discusiones en torno a ella, al
final se descubre que "...se construía por negociaciones con diversas
alteridades y, por consiguiente (...) una crisis de identidad, habría siempre
una crisis más profunda, la crisis de la alteridad..." (Augé, 1994, p.
126). Más aterrador resultan las frases de Luis Britto García (2001), cuando se
refiere a esta crisis:
...con frecuencia el narrador ama a
ese pueblo del cual el ideólogo denigra. Lo terrible es que los tres son una
misma y única persona: la miseria del prejuicio sólo alcanza su cumbre cuando
obliga a su víctima a aborrecerse. (p. 181).
II.4.1.
La identidad versus la alteridad.
La
identidad nacional, se presenta si existe la idea de nación y sí, nación
somos todos. La sensación de otredad o alteridad que se experimenta en la
conformación del venezolano, puede manifestarse en la ecuación anterior, pues
además de entender la identidad nacional de esta forma, también se reconoce que
los gobernantes -habitantes del mismo territorio, al menos físicamente-, son
Estado pero se desconfía de ser Nación. Sea apropiado traer el ejemplo de como
durante siglos, los habitantes de esta tierra han librado guerras
-independentistas, federales, etc.-, siempre en nuestro territorio, jamás
contra Inglaterra en la República de Guyana, ni con Holanda en las Antillas, y
muchos menos con Colombia o Brasil, habitualmente han ocurrido dentro de
nuestros límites, españoles versus españoles americanos o, nosotros contra
nosotros en la guerrilla (Cfrs. Caballero, 2001).
Se
percibe que los rasgos positivos y negativos que durante el siglo XX se fueron
estableciendo en Venezuela como identidad, terminaron por ser simples modelos
históricos, similares a los de la colonia o la modernidad. Así como la valentía
y la búsqueda de igualdad que halagó al venezolano durante el período de
1901-1935 -gobiernos de Castro y Gómez- y del período 1950-1958 -gobierno de
Pérez Jiménez-, finalizó o devino en violencia y crueldad típica. Así la
generosidad posteriormente se calificó de despilfarro, la posibilidad de sumar
rasgos opuestos -positivo y negativo-, se transformó en cero (Montero, 1990).
La
ulterior operatividad gubernamental o clase prevaleciente, trasladó a cierto grupo
social -léase como pueblo- la incapacidad de subvertir los aparentes
opuestos, creando una postura de autoimagen encontrada en una misma tierra,
donde unos reclamaban a otros fracasos económicos, políticos, sociales, etc.
(Montero, 1990). Creándose la imagen del venezolano tanto perezoso -cuyo
símbolo nacional es la hamaca y el animal totémico es la pereza o perezoso-,
como engreído –reflejado en el chiste donde se pregunta: ¿Qué es un
venezolano?: un panameño que se cree argentino-. Es acusado de
desconocimiento crítico de la historia, de altercentrismo -su mirada se
dirige a su benefactor internacional más inmediato- (Montero, 1990),
para la imitación de los supuestos triunfos culturales, económicos, políticos y
otros.
Parece
ser que las únicas unificaciones reales del país han sido, durante la primera
mitad del siglo XX, la construcción de carreteras y el culto bolivariano
(Erminy, 1997). Necesitamos, acaso, iniciar un sistema de viabilidad entre un,
aparente, plano y otro, más aparente aún. Sincerar nuestra condición y
los ensayos, asumirlos como nuestros finalmente.
La
estructura interna de la identidad del venezolano es móvil, en tanto su postura
externa resulta más estable (Montero, 1990), creando juicios de estereotipos
fijos como popular, bueno, ingenuo, genio, nacionalista, universal, culto,
primitivo, violento, pasivo, indolente, trabajador, frívolo, corrupto y demás
que sólo son externalistas -basados superficialmente-, pero que inciden sobre la
psique y se internalizan bajo el superego, que si bien se moviliza
constantemente en su identificación variable y continua con arquetipos o
estereotipos, terminan por anidarse como resultado de la
ideologización-alienación, para dar como producto la constante pregunta
¿Quiénes somos los venezolanos?, Que jamás queda satisfecha con las hipótesis
propuestas.
Quizá
la posible solución sea reconocer nuestra continua movilidad y reconocerla
históricamente para eliminar dudas de nuestro sentido de identidad: que reposa
en la entelequia de un sustantivo (identidad) cuando es más apropiado
considerarlo un verbo reflexivo antes que transitivo (yo me identifico...) en
el cual la conjugación de presente y pretérito importa más que el futuro
incierto.
Así
nos hallamos en la constante elaboración de distinciones entre lo que se
suponen son iguales, es decir dentro de la noción de identidad nacional nos
sentimos distintos. Las formas en que aparecen suelen cubrir todos los ámbitos
de las relaciones y características humanas, a saber en lo étnico, en lo social
y en lo artístico.
Surgen
procesos de identidad que incitan al individuo a formar un ideal a partir de la
alteridad, al respecto Bourdieu señala:
...las estrategias propiamente
intencionales que conducen a distinguirse del grupo inmediatamente inferior -o
supuesto como tal-, tratado como contraste, y a identificarse con el grupo de
rango inmediatamente superior -o supuesto como tal-, reconocido así como
poseedor del estilo de vida legítimo... (1988, p. 243).
Tal
ideal ha formado en Venezuela, específicamente en las artes, un sentimiento que
Ariel Jiménez (1997) describe al evaluar a:
...nuestra concepción del tiempo
histórico como un proceso multidireccional y lleno de 'rugosidades', en
contraste franco con la concepción unidireccional del tiempo ante el cual nos
sentimos en situación de 'atraso' (...) donde las diversas capas de nuestra
sociedad se desarrolla a velocidades y a ritmos radicalmente diferentes... (p. 27).
He
ahí nuestra tendencia de identidad histórica. En tanto exista un concepto de
cultura popular, que involucre la anterior noción histórica, éste es el
inicio para convertirse en una apreciación e internalización de marginalidad
(Aman, 1996).
Glenda Mendoza, Después
del éxtasis, 1990, arcilla policromada, 14x 25 x 24 cm. Colección del
artista.
Cada obra cuenta con la particular mirada que el
artista desea, así como se plantean temas con cierto grado de solemnidad
determinado por el colectivo, así el artista toma ese canon y lo trastoca como
elige, de manera que lo que se hace herejía es sólo un contrapunto de la
consagración que se determina por la moral extendida a los objetos e ideas.
El
acercamiento humano de Bolívar, para la artista, es una exploración de escenas
no narradas en la historia íntima del personaje sacralizado, así su intimidad
sexual puede quedar expuesta para acentuar el significado del hombre, no por su
virilidad, sino por impulso del eros y tánatos que yace en cada ser viviente,
tan humano cuando vivo, parece querer recordar Glenda, cuando mira a Bolívar.
II.4.2.
La identidad y el gusto.
La
idea del gusto, placer o goce que heredamos de Kant, y que parece pervivir en
ciertos grupos, se resume en lo siguiente: el goce, es gusto de los sentidos y
también el gusto de la reflexión, el primero se ocupa de las sensaciones, es
fácil de digerir, es seductor, bajo y hasta popular; el segundo se ocupa
del pensamiento, es elevado, culturalmente rico -entendiendo por cultura, la
escuela- y es lujo de la razón (Cfrs. Bourdieu, 1988).
Finalmente
para Kant, la belleza es una finalidad sin fin, es decir, una armonía de
percepción que se funde y confunde con la percepción de armonía. La belleza
desprovista de reflexión se basa en la capacidad de maravillarnos por la forma,
es decir el supuesto de: la materia/imagen/ser conectada directamente al
espíritu sin pasar por la razón (Cfrs. Bosanquet, 1949). Vale la ocasión para
recordar el inquieto sarcasmo de Niesztche para referirse al filósofo: I kan't
believe it.
La
mejor traducción de Kant, al menos para actualizarlo, es realizada por Eric
Schiwimmer en la introducción de Antropología de la producción artística,
de la autora Lourdes Méndez: " 'Bello es lo que, sin concepto, es conocido
como objeto de una necesaria satisfacción' (...) Esto depende completamente de
la extensión intertextual de cada uno. Ya que cada uno tiene su dispositivo
simbólico que a veces puede entrecruzarse con el de cierto autor."
(Schiwimmer en Méndez, 1996, p. 18).
Conscientes
de que aún perviven dos definiciones para lo bello, se ha de tomar la filosofía
de David Hume de Treatise of Human Nature para considerar: 1) belleza de
relación, en la cual la utilidad de lo bello y su valor va hacia la función y
el contenido. 2) belleza de sentido, la que se basa en la forma (Cfrs.
Bosanquet, 1949). Podríamos aseverar que, con respecto a ésta, nos encontramos
con una belleza instrumental, nos conduce a estimular gusto a partir de lo que
es entendido como forma -fatuidad posmoderna, esnobismo intelectual-, mientras
se canoniza y su carácter reglamentario se retroalimenta. La primera parece ser
opcional. Ahora bien es craso error asociar belleza con moral -orden del
universo-, kaloskhagatía griego, no hay belleza, sino bellezas, no hay
moral, sino morales.
Pierre
Bourdieu, en su libro titulado La distinción, apoya su investigación en
encuestas dirigidas a diferentes esferas sociales, que finalmente arrojó sobre
las mesas de discusiones, las visiones más arraigadas en tales grupos
identidarios. No sólo se aprecia la distinción desde las esferas intelectuales,
y no tan intelectuales también, del oficialismo del arte. Por tanto se señala,
desde las clases populares, la incomodidad entre forma y contenido, y es
que a partir del arte moderno se le acusa, al arte, de formal antes que
funcional (Cfrs. Bourdieu, 1988). Esto se explica en que: "La
investigación formal (...) resulta, a los ojos del público popular, uno de los
índices de lo que a veces se experimenta como una voluntad de mantener a
distancia al no iniciado..." (Bourdieu, 1988, p. 31). Así mientras se
elabora un juego de distinciones a partir del gusto o placer, confirmamos que
"...toda determinación es negación (...) los gustos, ante todo, disgustos,
hechos horrorosos o que producen una intolerancia visceral..." (Bourdieu,
1988, p. 54).
Para
encontrar un sentido aproximado del concepto de identidad, sería necesario
dirigirse a lo individual y entender la fórmula de adscripción que realiza
colectivamente, bastaría hallarse con un objeto cotidiano de amplio crédito en
el colectivo: la radio, y estudiar nuestras reacciones de intercambio.
"Así como me oyes así es tu tierra" (Monsiváis, 1998, p. 38). Es la
muestra más palpable de la mudanza de la identidad, en escasos minutos, la
identificación con lo popular, lo masivo, lo kistch, lo culto-ilustrado, etc.,
igualmente define el gusto, o la distinción, la telenovela, el cine masivo y la
nota roja ¿por qué estas muestras poseen tantos seguidores y gozan de la
popularidad del colectivo?.
La
respuesta la propone Martín Barbero (citado por García-Canclini, 1989)
"...es el drama del reconocimiento y la lucha por reconocerse." (p.
260). Los intelectuales, o su gran mayoría, se muestran intransigentes con la
masificación del arte (T.V. Cine, gramófono, etc.), un ejemplo de esto fue
Theodor Adorno, mostrando desprecio por el gran público y su defensa a ultranza
del arte de élite, (Cfrs. Nivón-Bolán, 1999, p. 12). El traspaso de los juicios
de valor al estado de identificación en perpetua construcción y contradicción.
II.5.
La pseudoposmodernidad latinoamericana.
Si
bien la modernidad crea segregaciones entre sectores sociopolíticos y sus
sistemas simbólicos, la posmodernidad internacional o modernidad
latinoamericana y todas sus características inducen a las hibridaciones
entre los segmentos consolidados, incluso lo nacional se forma, más que por su
materia, por su manera de producirse -pensemos en los discursos de la
conformación del ser latinoamericano de Briceño Guerrero, el discurso de Europa
Segunda, Mantuano y Salvaje, en El Laberinto de los Tres Minotauros
(1994)-, de manera similar a lo ocurrido con la antropofagia cultural brasilera
de principios del siglo XX.
Evidentemente
tenemos el establecimiento de formas discursivas que delimitan y configuran el
sentido cultural de Latinoamérica, en diferentes facetas, tal es el caso que
Esteban Monsoyi (1991) retrata al referirse a los latinoamericanos:
No tiene caso negar la vigencia
entre nosotros de la cultura académica y artística de procedencia europea y occidental,
reforzada por una rígida institucionalidad tecnoburocrática y corporativizada.
Es innegable que somos copartícipes marginales de la revolución
científico-tecnológica, presuntamente universal. Más clara está aún nuestra
inserción subalterna y desfavorable en la maquinaria macroeconómica extensiva
al planeta, pero regida por los países industrializados del Norte. (p. 53).
Si
se intenta definirnos como modernos o posmodernos, nosotros los latinoamericanos,
entraríamos en la paradoja de la contemporaneidad sobre los mundos o campos
culturales, que "...expresan a la vez la singularidad que los constituyen
y la universalidad que los relativiza..." (Augé, 1994, p. 125). Tendríamos
que remitirnos a los hechos. Habitamos ciudades que parecen pueblos que
han crecido desmesuradamente, mantienen zaguanes, bahareques, pares, nudillos y
tirantes, mercados en las calles, barrios, etc. ¿Por qué no posmodernos?
siempre hemos deambulado con lo anterior y luego hemos integrado edificios
propios de la modernidad, que podrían simbolizar el ascenso o el progreso, sin
embargo no han logrado desaparecer todas las presencias premodernas.
Si
bien es cierto que la posmodernidad es entendida como un período de las transgresiones
de lo público y lo privado, la erosión de la identidad. A diferencia de lo que
propone Massimo Desiato (2001) y una serie de investigadores atraídos por la
posmodernidad, hemos de ser advertidos que como venezolanos no somos primer
mundo, ni tenemos un proyecto modernista inacabado.
Nuestra
modernidad es un esbozo, no llega ha inacabado, tenemos en nuestro haber
modernismo y modernización, entretanto la modernidad es deficiente. Por
consiguiente no podemos ser posmodernos si la modernidad es un bosquejo, la
modernidad es un proyecto, en el caso del posmoderno no hay compromiso para
evitar los juicios en su contra. En nuestra realidad, el tránsito de
identificación con diferentes identidades, se refiere y soporta en una
historia reciente, en la convergencia rural y urbana de manera unísona que
nacen de las migraciones del siglo XX, lo premoderno, la modernización y la
globalización o mass-mediatización, es, en concentración temporal, nuestra
proximidad identidaria con el concepto posmodernidad, donde se permeabilizan
las fronteras de la identidad con cada paradigma, siendo en realidad una suerte
de espiral sociohistórica -no un continuum temporal-, en la que
ahistóricamente -sin génesis ni actualidad- nos encontramos frente al espejo
con lo premoderno -oralidad-, lo moderno -escritura- y la tecnologización -la
pantalla-, estas instancias sencillamente se reúnen, jamás se suceden
progresivamente en Latinoamérica.
Los
románticos buscaron en la cultura popular la identidad nacional
trascendible a lo universal, para basar su negación contra la contaminación
occidental, aquella mirada fue meramente sobre el exotismo -visión superficial
de poco alcance- (García-Ponce, 1974). Actualmente los mass-media, que abarcan
casi todo los eslabones sociales, comprueban que occidente se ha irrigado en la
identidad "nacional", la cultura popular ya no es obviamente
una manifestación nacionalista, sino una decantación identidaria, internacional
si se quiere.
Actualmente,
para la definición de la identidad, no se espera, que exista para cada clan
social, un tótem identificativo, pues ya, por la navegación informativa o
simbólica, cada individuo se permite adscribirse continuamente a tótems
diferentes, es una identidad móvil en tiempo y espacio. Las heterogeneidades
que se cruzan y entrecruzan, rearticulan el ámbito de la población entre lo
local y lo étnico, lo étnico y lo nacional, lo nacional y lo urbano, lo urbano
y lo rural, lo global y lo regional, allí nace la nueva condición del ser
"popular", en las nuevas articulaciones discursivas de entidades
supuestamente delimitadas.
La
posmodernidad no busca la identidad, al menos no una identidad, en todo
caso su búsqueda puede partir de la deconstrucción (De la Campa, 1999).
Podríamos ver cada individuo, discurso o producto como un nómada, que hace el
desierto con su tránsito, y con este movimiento un vector de
desterritorialización (Deleuze y Guattiri citados por De la Campa, 1999).
Pensar en identidad como única, indivisa y estable, es pensar en el siempre
ontológico del mundo, como estático y sumiso a sólidos esquemas. De esta manera
el gran enemigo de la identidad es la invasión del espacio público por los
"otros" (Cfrs. Joseph, 1988).
La
popularicidad ya requiere la transformación de su concepto de esencialidad
y pureza, pues las sucesiones históricas, de tiempo y sociedad, se
ajustan y adecúan a partir del constructo humano dialógico de lo moderno y lo
tradicional. Nada viene de la nada en este momento histórico, no hay purismo
garantizado de los campos absolutos del Arte o de las comunidades autosuficientes.
Como menciona Briceño Guerrero (parafraseado por Rodríguez-Lorenzo, 1999)
refiriéndose a la conformación del modelo dramático del latinoamericano:
...la conciencia
individual y colectiva de los latinoamericanos se desplaza frecuentemente, a
veces sin que se percate de ello, de los valores de una cultura a los de otras.
Esto puede ocurrir en un mismo sujeto, familia o comunidad, porque la
autoconciencia de los latinoamericanos no tiene mirada fija. (p. 144).
Aunque
la estructura de la sociedad parece formarse a partir de esquemas de percepción
y apreciación que funcionan al margen de la conciencia y del discurso (Cfrs.
Bourdieu, 1988), son factores comunes para cualquier agente social que procede
a acentuar el gusto y la distinción, pues organizan prudencialmente parámetros
basados en la historia del pensamiento -modelos- y sus vicisitudes -la
crítica-, sólo acercables en lo teórico, disímiles en la práctica que los
convierte en un factor en común y por ende fuera del alcance de la distinción,
que sólo entonces por juicios o reglas establecidas podrían acercarse, mas no
abarcarlos.
"El
espacio público de las muchedumbres es un espacio de contagio, un espacio neutralizado,
en el cual las ondas imitativas no encuentran resistencias." (Joseph,
1988, p. 76). Ya todo es popular o matizado por la popularicidad, la incursión
de ciertos cantantes en los soundtracks de las telenovelas presentan un
rasgo interesante para el estudio, pues forman un boom dentro de los
consumidores de los medios, es insensato no considerar el mercado y la
influencia en la formación de la cultura popular o massmediática y la
configuración de una identidad de los públicos (Cfrs. Vivas, 2000).
A
pesar de las cómodas fronteras entre lo culto y lo popular institucionalizadas
en el lenguaje, evidentemente se van quebrando fuera de la esfera del arte,
quién desconoce o pone reparos, en Venezuela, para conocer historias populares
como El Silbón, La Sayona, etc., conocidas en todos los estratos
sociales y por casi todos sus individuos integradores, su forma simbólica
integra a los escuchantes en un estadio único sin distinción. Más pruebas las
reporta Carlos Monsiváis (1998), en el siguiente ejemplo:
De los hábitos ortodoxos a la
renovación de los paisajes de la fe. Hace unos años, en el pueblo de Veracruz
los habitantes pidieron hablar con el cura y el alcalde. 'Estamos cansados
-alegaron- de representar la pasión de Nuestro Señor de la misma manera, con
los centuriones romanos, que no nos dice nada, y sus vestimentas que las
tenemos que copiar de las películas. Preferimos ahora figuras conocidas, que el
cortejo maligno que acompaña a Cristo nos diga algo: con Darth Vader, Fredy
Krüger, Jason, si se quiere hasta los Pitufos, pero algo actual'. Al cura y al
alcalde les costó un gran trabajo disuadirlos (p.p. 46-47).
Evidentemente
las transformaciones de la identidad "...vienen por un lado, por el
movimiento de globalización que producen la economía y la cultura-mundo, y por
el otro por la revalorización de las culturas regionales y locales..."
(Martín-Barbero, 2001, p. 47). Urbano significa hoy, para las mayorías un
acceso -la incorporación de la modernidad no por la ilustración, sino por el
proyecto de masas urbanas e industrias culturales-, es la transformación de las
culturas populares (Martín-Barbero, 2000). Los procesos de
identificación no son exclusivamente una discusión del presente de
simultaneidades y sucesiones, también es considerable, lo que el pasado dejó de
herencia en cada individuo y como dialoga con otras identidades para
construirse, igualmente como considerar las entidades que aún no son urbanas, y
que en algunos casos comulgan con los medios.
Con
mayor preocupación se solicita reformular la noción de identidad, incluso declarar
la caducidad del término para fines nacionalistas. Para facilitar o acertar una
expresión que sea adecuada para concordarla con el de cultura, popular u
oficial, basta decir sensibilidad (Pino-Iturrieta citado por
Socorro, 1993, p. 46), vocablo que establece o explica lo que experimenta
cualquier ser humano frente a la solicitud del ambiente.
Ahora
bien éste término sustituto de identidad, permite explorar la identificación
como un proceso de sensibilidad de un individuo colectivizado frente a un espacio
cultural polivalente, que ahorraría la eterna pregunta ¿Quiénes somos los
venezolanos? por un cómodo y profundo ¿Cómo se siente el venezolano? O los
venezolanos, de cualquier ámbito geográfico, social o étnico, y por qué no
temporal, pues en la complejidad se estructura la sociedad.
CAPÍTULO III
METODOLOGÍA DINÁMICA PARA LATINOAMÉRICA
“...para tratar de aniquilarnos y reducirnos a polvo. reducirnos a polvo. ese polvo que fecunda se convierte en abono cuando se queda perenne pegado en las pájinas de la historia. de la crónica y hasta de las mismas palabras donde la historia y misma crónica quedan metamorfoseadas en leyendas popular y folklorica de la colectividad del pueblo.”
Salvador Valero.
Artista.
Eusebio
Baptista, Paradura del Niño, 1988, óleo sobre tela, 50 x 40 cm.
Colección del artista.
La deficiencia que se atribuye a los artistas
“ingenuos”, suele aplicarse, desde Juan Lovera en el siglo XIX, a la
incapacidad de resolver problemas de perspectivas, si en algún momento se
planteó que la perspectiva resulta más perfecta que otra es en base al
renacimiento. Continuar con tal propuesta es restar posibilidades de evaluar y
aprovechar elementos como el ritmo, dado en el ejemplo presente.
El dibujo de corte naturalista y la sensación
panorámica de la perspectiva, tienden en este caso a crear un espacio casi
onírico, donde se sobrevuela desde el cenit, y se percibe la frontalidad de la
arquitectura, creando visiones duales y vertiginosas, todo a partir del
recuerdo, pues tal mirada proviene de la infancia del artista en su montañoso
pueblo. (Díaz, 1988).
El
estancamiento de las visiones sobre el arte desde la alteridad cultural se
puede solventar con una investigación que dé respuesta ante los evidentes
cruces, encuentros o mezclas, investigar las categorías estéticas vigentes en
cada campo cultural requiere de una sensibilidad aguda tanto para
entender las partes en pugna, como para llegar despojado de prejuicios sobre el
objeto.
Es
válido preguntar ¿Puede acaso el Arte en general -el no escolarizado, o el
contemporáneo, o el escolarizado-, estar condicionado ya no por la estructura
global de la sociedad, sino más bien por el sistema de relaciones entre agentes
de producción y circulación y consumo?. Es deber examinar los hechos artísticos
que se construyen en un "mundo de arte" relativamente autónomo, pero
no por la singularidad de las individualidades sino por los acuerdos generados
entre los participantes. (García-Canclini, 1989).
III.1.
La crítica habitual.
La
crítica o investigación de arte no escolarizado tiene desde muchos años ciertos
prejuicios, por ejemplo: "Para la mentalidad progresista de fin de siglo
XIX y comienzos del XX, el arte popular no existe sino como una categoría artesanal,
adscrita en algunos casos al folklore, a la etnología o a la barbarie..."
(Calzadilla, 1998, p. 369).
En
el presente continúa la execración. Sólo existen dos serias bienales de arte no
académico, La Bienal Salvador Valero en Trujillo y La Bienal Bárbaro
Rivas en Petare, lo demás son pequeños focos irregulares que intentan
imitar semejante hazaña de aquellas bienales o los salones que premian a tales
artistas como fueron el Salón Anual de Arte Venezolano del Museo de Bellas
Artes, o el Salón Arturo Michelena (Erminy, 1999).
En
el momento que menciona Perán Erminy tal condición de proyección museística en
Venezuela –1999-, no señaló el aporte significativo del Salón Bigott de Arte
Popular, que lleva dos ediciones muy importantes, y en la primera, Erminy,
realiza la evaluación anterior.
Si
bien es cierto que el arte no académico ha recibido la colaboración de
instituciones como el Consejo Nacional de la Cultura, la Galería de Arte
Nacional y la Federación de Ateneos para construir el museo Salvador Valero,
bienales y salones de premiación, también es de considerar que muchas de las
consecuencias aquí señaladas, son productos de los criterios de estas mismas
entidades -para ser considerado de alguna forma se necesita ser catalogado e
introyectar tal designación-, es decir, con contadas excepciones, que las
tendencias con las cuales se ha manejado la administración, divulgación y
crítica del arte "popular", instan a la subestimación del objeto. Por
tanto, las investigaciones realizadas tienden a individualizar al artista,
contagiando al hacedor con la sacra condición de genio, despojando a la
investigación de una aproximación holística.
Tal
inclinación de buscar en las individualidades connotaciones inmaculadas, parece
ser herencia de Giorgo Vasary, quien, en el renacimiento, se condujo a
historiografiar personalidades artísticas del momento. Este legado se ha
convertido en una prescripción para referirse a los artistas, impidiendo al
arte no escolarizado escapar de tal modalidad investigativa. Mientras tanto las
tendencias generales para estudiar el arte "popular" han sido y
continúan siendo las siguientes (Ortega, 1997):
Tendencia
idealista:
Con
la aparente universalidad del arte se aprecia con el axioma de: bello por sí
mismo. Cada cultura puede apreciar por su buen gusto, es decir como
fenómeno colectivo. La producción tiende a la búsqueda de una sensación
estética. Contemplar con alegría de sentidos y desinteresadamente.
Tendencia
psicologista:
Como
hecho individual, condicionada por la ausencia de formación técnica-académica,
termina por manifestarse en la creación de objetos tan bellos como funcionales,
se suprime el significado simbólico para quien la produce y el goce estético
para quienes la consumen.
Tendencia
histórico-cultural:
Con
corrientes como la histórica, sociológica y antropológica.
La
histórica, en ella perviven teorías evolucionistas, desarrollista, progresista,
con bases eurocéntricas y por ende obvia lo no escolarizado. La sociológica, en
la que se supera las ideas de atraso social y retraso productor, el ejemplo es
dado por visión de García Canclini (citado por Ortega, 1997), se menciona:
Lo estético no es, entonces, ni una
esencia de ciertos objetos ni una disposición estable de lo que llamo
'naturaleza humana'. Es un modo de relación de los hombres con los objetos,
cuyas características varían según culturas, los modos de producción y las
clases sociales. La definición de lo estético como predominio de la forma sobre
la función no es válida para todas las épocas. Sino para el arte producido en
el capitalismo como consecuencia de la autonomización de ciertos objetos o
ciertas cualidades de algunos objetos (p. 73).
La
corriente antropológica parte de una idea de tradicionalidad y de una sensibilidad
distintiva. Geertz (citado por Ortega, 1997) dice:
Darse cuenta de que estudiar una
forma artística es explorar una sensibilidad, que tal sensibilidad es
esencialmente una formación colectiva, y que los fundamentos de tal formación
son tan amplios y tan profundos como la existencia social, no sólo nos aleja de
la visión de que el poder estético es una grandilocuencia destinada a los
placeres de la artesanía, sino también de la llamada visión funcionalista, que
con mayor frecuencia se ha opuesto a ello: es decir, que las obras de arte son
mecanismos elaborados para definir relaciones sociales, sostener normas
sociales y reforzar valores sociales. (p. 80).
La
crítica o los textos que han sido realizados sobre los artistas no
escolarizados, tiende a enfocarse alrededor de su ingenuidad inmaculada, de su
escasa cultura o de su similitud con las vanguardias (Cfrs. Calzadilla,
1998). El feed-back (fuente, modelo crítico e ideal) de las visiones
primitivistas por parte de las vanguardias son: la romántica con Gaugin y los
fauvistas, la intelectual con Picasso y los abstractos, la subconsciente con
los dadaístas, surrealistas y Klee, la afectiva con Der Brücke y Blaue Reiter
(Cfrs. Méndez, 1996, p. 57). En el fondo se gestaba la ruptura, a partir del
arte de los "primitivos", con la mímesis, una tradición iniciada
con el renacimiento que se encontró en los museos con otro residente, el
arte africano uno de ellos, obsérvese en el resultado que produjo en el cubismo
(Cfrs. Echeverría, 1981). "El arte naïf (...) su valoración depende del
grado de relación que sus resultados mantienen con el arte abstracto y el arte
figurativo de vanguardia." (Calzadilla, 1987, p. 14).
Sin
embargo a pesar de tal disposición se pueden comprobar en las líneas
biográficas de artistas no académicos, que estamos en presencia de nuevas
entidades. Por ejemplo:
En
Elvia Armas, bachiller, se deja colar la idea del duende que inspira o le dicta
al artista que pintar y la personalidad artística extravagante -estados
alterados con que se distinguen del corriente-, también pesa la comparación con
Chagall, tales comentarios vienen por la exposición Elvia Armas De
costumbres, rituales y otras devociones,
(Museo de Arte Popular de Petare, 1995). Otra artista
"popular", Glenda Mendoza, Licenciada en Geografía, cineasta, actriz
de teatro -su exposición Bolívar Humanado (Museo de Arte Popular de
Petare, 1992)-, presenta otros rasgos interesantes para su definición, al igual
que Juan Félix Sánchez, se confirma la necesidad de los artistas
"populares" de expresarse por múltiples vías. Este nativo de los
páramos venezolanos, es una muestra de la versatilidad plena de las aptitudes
de un hacedor -arquitecto, malabarista, titiritero, tejedor, cuentista, actor
de teatro, etc.- (Cfrs. Grupo Cinco, 1981). Y lo mismo se puede descubrir si se
explora la biografía de Salvador Valero (Contramaestre, 1981).
Así
como para penetrar y aprender al arte moderno o contemporáneo se requiere ser
un iniciado en esta secta cultural, también se requiere para el arte no académico
una condición de iniciado, para navegarlo sin sentido de extrañamiento, de
otredad o alter ego cultural. Un iniciado que pueda transitar por la
cultura de masas, el arte elevado y el arte no escolarizado, es un ser
afortunado para acercarse al sentido idealizado del arte, las posibilidades
críticas o históricas, estarían libres de prejuicios, a tal punto, de poder
crear una visión casi nueva sobre la concepción y metodología para el arte.
Juan de la Cruz
Andrade, Campesina preñada, s/f, talla en madera policromada, 84 x 24 x
17 cm.
La escultura que presenta Juan de la Cruz, tiene
un tema nada aproximado a la devoción religiosa, ni a la exaltación del héroe,
ni la trivial escena costumbrista, que tanto sugieren los críticos sobre el
tema que abarca el artista “popular”. En tal caso nos encontramos con una obra
que se acerca al realismo social, como tema de alerta, más no una simple
denuncia, develador antes que revelador.
La faz de la madre con semblante melancólico, la
caricia de la mano sobre su vientre, la otra se ciñe sobre el mango de un
cuchillo, levantando su arista perpendicularmente al cuerpo, los pies
descalzos, y una niña se sujeta a la pierna, escondiéndose . La violencia, el
temor y la mujer se conjugan en un inefable trozo de madera esculpida.
III.2.
El contexto, el ecosistema cultural.
Una
de las características que toma gran importancia para el arte moderno es la de
la individualización del artista, el genio, pero esta práctica no radicaba en
el creador sino en la clientela -los conocedores o entendedores- (Levi-Strauss
citado por Echeverría, 1981). Las obras de arte, nos dice en relación a lo
anterior Erminy:
no son objetos aislados,
independientes, ni autosuficientes, sino que construyen la materialización de
un proceso que es colectivo, cultural, histórico y subjetivo, y que comienza
mucho antes de la concepción de cada obra, y continúa interminablemente abierto
e incluso mientras cada espectador se identifica y a la vez se proyecta en ella
para conferirle sentido y completar su significación. (1999, p. 27).
La
estética debe ser entendida desde este principio como, "...un modo de
relación de los hombres con los objetos, cuyas características varían según las
culturas, los modos de producción y las clases sociales..."
(García-Canclini, 1977, p. 23). "Si el gusto por el arte, y por cierto
tipo de arte, es producido socialmente, la estética debe partir del análisis
crítico de las condiciones sociales en que se produce lo artístico."
(García-Canclini citado por Ortega, 1997, p. 74). Por ejemplo, en México el
premio nacional que le otorgan a las manifestaciones producidas por el pueblo,
tiende a ser entregado a un individuo como a un grupo de creadores, una
comunidad (Beltrán, 1995, p. 27).
Otro
rasgo particular de México es, la conformación de modalidades de economuseos,
que permiten acercarse más al contexto del artista. El economuseo, es
una idea próxima al de boutique museística, comunican la tradición y proponen
la venta. La exposición no son colecciones propiamente, sino artistas y sus
productos sin vitrinas, es decir comunicándose directamente con el público
(González-Cirimele, 2001).
Pues
es falso la apreciación de individualidades para valorar, profundizar y sentir
el producto cultural, en ninguna forma se comparte la fórmula
descontextualizadora de lo artístico. "Los artesanos no tienen patria: son
de su aldea. Y más: son de su barrio y aun de su familia...", afirma
Octavio Paz (1979, p. 19), se agregaría que es cierto no tienen patria, sino
territorio por recorrer, como vectores de construcción de la contemporaneidad
artística.
No
descontextualizar al artista, es la pauta, de su historia cultural, en otras
palabras es ver el todo, no el arte atomizado, considerar sus convergencias y
cruces. Comprobar que su efecto simbólico es propio del conjunto no sólo del
segmento "popular o culto", pues tales percepciones son valores
relativos. Finalmente se comparte el pensamiento que reza: "...Medir la
cultura estética popular [sólo] por sus objetos resulta injusto." (Acha,
1992, p. 180).
III.3.
La interdisciplinareidad.
"Los
artistas que todavía sostienen el dogma de la inmaculada concepción de las
obras de arte resisten el análisis científico por temor a que las explicaciones
racionales despojen al arte de su seducción ..." (García-Canclini, 1977,
p. 57). Tal creencia impide que la crítica de arte sea vista como una
aplicación más allá del lúdico o placenteramente enfoque literario.
El
artista Febres Salas en una exposición denominada Autorretrato con muletas
(2001), deja claro que si bien el estudio del arte -y como se propone en este
texto también-, no logra alcanzar del todo los misterios de la creación:
"Cualquier conocimiento que se pretenda alcanzar dentro del estudio del
Arte, sólo podrá ser una suposición, porque cada cuadro, cada escultura, cada
dibujo, no viene presidida de un ABC, de una guía de instrucciones que
explicaría cada gesto plástico con exactitud.". Teniendo claro esto, la
inclinación de esta investigación, no reposa en lo artístico únicamente, sino
en el producto cultural.
En
torno a la importancia del objeto cultural, se encuentra que artistas que
dialogan con los mass-media y parten hacia el interés por éste, y que si bien
se refieren al mismo como una técnica para la optimización de los medios de
comunicación, en contra del ghetto del arte contemporáneo venezolano, y para
relacionar a los artistas e intelectuales con los mass-medias, se puede
apropiar de tal sentido para demostrar el valor del objetivo de la propuesta.
Sea el ejemplo:
...Nos interesan la idea de
producto cultural, como una herramienta que ayude al individuo a relacionarse
con su contexto, llámese este nación, territorio, hogar (...) el producto
artístico siempre llama a lo poético, a lo inaprensible (...) En cambio, un
producto cultural es algo mucho más complejo. Su ambición no es generar goce
estético, sino aglutinar una serie de valores históricos, tradicionales,
culturales... (Enríquez y Echeto, 1997).
Las
contingencias que se desarrollarían con un estudio interdisciplinario,
reportarían hallazgos con mayor seguridad para la formulación en las teorías.
Las disciplinas que se proponen en el presente estudio, ya vienen con previa
postulación en las teorías de García Canclini -mexicano- y Perán Erminy
-venezolano- que al igual que Roberto Montero Castro (1977) solicitan para
Venezuela la reinterpretación del concepto popular para el arte -lo curioso es
que desde aquella petición hasta ahora han transcurrido 25 años-, pero en
realidad más que disciplinas, son métodos internos de éstas. No obstante Jack
Santino (1996) impulsa la aproximación desde metodologías en simbiosis de las
ciencias sociales y las disciplinas de las humanidades. De las primeras,
considerar como el producto artístico se enmarca en un ámbito social con
sistemas estéticos que lo evalúa. De las humanidades, proporcionar los modelos
para la apreciación de las formas estéticas (Cfrs. p. 34).
En
el método necesitamos evaluar ciertas ciencias, en principio tomemos a la
antropología, con los señalamientos de Lourdes Méndez (1996), que
tradicionalmente:
...se ha ocupado del estudio de
(...) sociedades y grupos humanos previamente clasificados y definidos en
términos comparativos, negativos y jerárquicos con relación a las sociedades
dominantes: los occidentales (...) Una sociedad parece pertenecer al campo de
la antropología cuando no ha sido estudiada por el historiador, el sociólogo y
el economista... (p.p. 35-36).
Tendríamos,
como investigadores, que tomar en cuenta de la antropología, el
desenmascaramiento de lo etnocéntrico; de la modernidad de la metrópolis
latinoamericana, el reconocimiento de la simbolización de los conflictos y las
alianzas culturales; la metodología etnográfica como exploración cercana de los
medios para contextualizarse en el pensamiento que enmarca las obras. Habrá que
restar del enfoque antropológico el formar definiciones y aprehensiones del
presente exclusivamente y, tomar en relación la historia para la valoración
recíproca del objeto, también separarse de la visión generalista que limita la
relación metafísica del arte en la sociedad, así de la consideración a los
grupos estudiados de condolencia paternal.
La
sociología dotaría a los investigadores de herramientas para evadir la ilusión
de identidades locales, y analizar la organización de la cultura de cada
subsistema desde las subordinaciones del mercado y sus interacciones, más un
pensamiento contextuado. Obviar los pecados de la sociología, implica, observar
o mejor percatarse que no existe un real sistema de esferas sociales en
constante pugna en función de un producto mercantil, herencia de un pensamiento
dedicado a las estadísticas de análisis a pequeñas muestras.
En
resumen "...el antropólogo debe proporcionar un conocimiento más sistemático
de su microestructura y de su organización." (Lischetti, 1997, p. 14), y
el sociólogo de la macroestructura y su interrelación.
La
disciplina de la crítica del arte, implícitamente necesaria, aportaría, luego
de la acción de las anteriores. Es decir de la antropología, la ciencia de los otros
y la sociología la ciencia de nosotros (Cfrs. Lischetti, 1997, p. 13),
abarcar las fórmulas expresivas desde una valoración y construcción de mapas
del producto artístico, como producto cultural -es innegable que se hace
referencia a una forma de iconología, como la concibe Panofsky, pero poco
embebida en la postura académico-europea y con ciertas variantes al apreciar al
sujeto sobre el objeto, al artista y su cultura, antes que el objeto
fetichizado-, con el fin de llegar a penetrar las manifestaciones que se
producen en Latinoamérica. De esta manera nos separaríamos del convencionalismo
de ver los productos descontextualizados por una visión ahistórica, basada en
lo formal eurocéntrico.
Según
Riegl (citado por Pacht, 1986) "...el mejor historiador del arte es aquel
que no posee gusto personal..."(p. 17). Tal propuesta resulta casi
utópica, pero valdría el esfuerzo abolir las percepciones de modelos
identidarios para ingresar a una "...lectura correcta [que] será aquella
que posibilite el establecimiento de vinculaciones convincentes con el pasado y
el porvenir, pero también con obras contemporáneas." (Pacht, 1986, p. 17).
Y así señalar que "...cuando críticos -o, simplemente 'consumidores'- de
obras de arte usan adjetivos como 'delicado', 'tierno', 'brillante', 'potente',
'crudo', 'primitivo', 'civilizado' (...) cabe preguntarse si se está ejerciendo
crítica o simplemente practicando periodismo pseudotrascendental."
(Ferrater-Mora, 1981, p. 53).
Los
riesgos de la investigación, se pueden percibir en el deductivismo -de lo
general a lo particular-, lo popular es la relación que ha decidido la
macroestructura oficial de la Historia del Arte. El inductivismo -de lo
particular a lo general- que aglomera los hechos sin correlacionarlos. Un
estudio multidisciplinario -más que interdisciplinario-, que puede y debe
abarcar a la estética, la historia, la sociología, la psicología, la filosofía
y otras más, pretende abarcar contextos, relaciones intertextuales, trasfondos
simbólicos y metafóricos, más otros tantos factores determinantes de la
expresividad (Cfrs. Erminy, 1999, p.29).
Si
bien se plantea una investigación interdisciplinaria, se necesita también una
preparación para obviar los vicios anteriores en las teorías, analizar tanto
cada tendencia utilizada como las posturas más exitosas. No se solicita de la
antropología un exceso de relativismo cultural, antes que etnocéntrico, la
postura adecuada podría ser un sociocentrismo mesurado, cuyas
posibilidades permiten que los signos se revelen para apropiarse de la vida del
sistema artístico-estético utilizado.
Para
realizar crítica de arte "popular" se han basado, los investigadores,
en una crítica-estética, es decir una propuesta teórica maniqueísta, lo que
resta aptitud para realizar un crítica-historia de nuevas lecturas donde se
"razona analíticamente las experiencias sensitivas y sensoriales"
(Acha, 1992, p. 93), y que no repose en un superfluo juicio de gustos o
placeres, menoscabando las propiedades de la crítica como ciencia social de
reflexión sobre la cultura.
Con
esto se deja sentado que no se comparte esa vaporosa posición hacia los
críticos que la disminuye en pro de la universal experiencia estética
del público. Citando a Erminy (1993) para aclarar tal negativa de la crítica
"...jugando ese papel de traductores del arte y (peor aun) de orientadores
del gusto estético de la gente (la cual se considera que no tiene gusto)."
(p. 13). Efectivamente el gusto no se tiene, se crea, a partir de modelos identidarios
paralelos a la introyección individual.
Es
cierto que se ha hablado del arte "popular" -concebido sin estas
comillas-, desde hace algún tiempo y ampliamente, el problema ha sido quienes
desde ópticas reivindicativas pretenden igualarlo con bases marxistas,
transformándolo en una lucha política, en arte comprometido. Con penetraciones
cerradas que "permiten" dentro del solicitante mundo político,
suprimir al individuo como productor y receptor del arte abierto a las
opciones, hasta convertirlo en un guerrillero a favor de sus valetudinarias
doctrinas contrario al perpetuo devenir (socio-económico, político,
psicológico, etc.).
En
tanto a los ecos de la filosofía -que sugieren vías para entender lo cultural,
lo identidario, los poderes, las pugnas, el arte y la realidad-, habría que
escucharlos con cautela pues en casos hipotetizan la existencia de la realidad
-visión etérea, romántica y nada pragmática-, cayendo en el juego de suponer
que soy el sueño de otro, temiendo de aquel y su inminente despertar induzca
mi desaparición ontológica, o traigan nuevamente el mito de la caverna de
Platón y su insistente irrealidad deformada -la mímesis de la mímesis-.
Se ha de entender todo esto -lo cultural, lo identidario, los poderes, las
pugnas, el arte y la realidad-, sin preguntar quién mueve los hilos,
sino con las bases bien sustentadas, para evitar análisis volátiles.
Quizá
la aquiescencia más permitida sea la ofrendada por Martin Hieddegger, que en
palabras de Pilar Echeverría (1981) vienen al caso: "...para que la
comprensión pueda florecer a partir de ese vacío interior que la obra de arte
ha propiciado. Entonces nuestra palabra será poesía en diálogo con la poesía.
Sólo así tendría sentido escribir sobre arte popular..." (p. 95). Si
nuestros prejuicios nos lo permiten, si no, es mejor no intervenir.
La
óptima crítica de arte, deja enunciar al artista en todas sus formas, no sólo
por su obra sino por su intertextualidad dialógica con el investigador, el
contexto atrae el interés hacia el microcosmos o un universo pleno de
explicaciones. Sea el caso de trabajos como el de Grupo Cinco sobre Juan Félix
Sánchez y Carlos Contramaestre sobre Salvador Valero, que indican la primera
etapa del trabajo, para que en las conclusiones, entendidas como análisis sucedáneos,
puedan describir propiedades que se abrirían de manera ilimitada sobre el
concepto de arte como producto cultural. O más específicamente los trabajos de
Perán Erminy alrededor de Manasés Rodríguez (1996), donde la evaluación o
evaluaciones carecen de los excesos, prejuicios o apasionamientos
pseudo-críticos tan acostumbrados.
La
probabilidad de realizar un estudio más efectivo -incluso afectivo-, sobre los
establecidos campos culturales, requiere como mínimo, una sensible atención
sobre distintos subsistemas del sistema socio-cultural, tales son: el
económico, el tecnológico, el sociopolítico, el ideológico y hasta el ambiental
(Cfrs. Alcina-Franch, 1982, p. 195). Por supuesto, éstos son pertinentes a la
revisión del colectivo, a posteriori sería conveniente una consideración a
partir del ego y el superego y su particularidad individualizada -la relación
bidireccional sociedad/individuo-. Después el acercamiento a lo formal-icónico
resulta más amplio, en cuanto a herramientas para la crítica del arte, en
sentido general.
Harold Hinds en su texto A Holistic Aproach to the
Study of Popular Culture... (1996), propone pasos para ingresar en un diálogo
con campos culturales que requieren de una participación, por parte del
investigador, más allá de la simple observación -debería pensarse en el cuerpo
como participación-, donde cada uno debe tomarse en cuenta, al menos, si no se
logran aplicar del todo, subsiguientemente se resumen tales pistas:
1)
El contexto: del discurso-tema, o text -es decir, el objeto
material o inmaterial de un campo cultural específico, sin importar si es arte,
ceremonia, conducta, etc.-, debe considerarse para una aproximación óptima los
contextos concretos históricos, temporales, económicos, tecnológicos y
culturales.
Históricamente,
se debe tomar en cuenta la ubicación del discurso-tema en un período,
para explicar su influencia de pensamiento. Ahora como se ha visto para
referirse al período contemporáneo latinoamericano, resulta confuso al
adscribirnos como posmodernos, según algunos investigadores, o contrariamente
inmersos en procesos de modernización y negación de la misma.
Temporal,
es la atención al ritmo con que cada grupo o individuo transcurre, para Evitar
Zerubarel los Hidden Rhythms (Hinds, 1996, p. 13) son entendidos y
usados como una exploración sistemática y analítica, pues es necesario
considerar el significado agudo y diverso, del tiempo en la organización
social, las relaciones y existencias individuales/grupales.
Económico,
frecuentemente se considera al capitalismo como el engendrador de la cultura
popular, pero sería necesario especificar cuál estadio, el capitalismo
emergente, el corporativizado o el transnacional, o quizás una mezcla económica
de modelos.
2)
El discurso-tema: el cual puede estar abierto o cerrado para las
aproximaciones críticas, que pueden ser estructuralistas, semióticas, de
psicoanálisis, deconstructivas y otras aplicaciones. Las características de
cada discurso-tema se perciben en que: puede poseer uno o varios subdiscursos-temas;
la autoría es ampliable con cada participante; cada discurso-tema
presenta tanto fórmulas -tradición- como una innovación; el criterio estético
es retroalimentado, él rige y provoca el canon.
3)
La audiencia: quién o quiénes consumen el discurso-tema y por qué.
Curiosamente los productos populares tienen mayor atención en las esferas
hegemónicas que en sus mismos ámbitos (González-Cirimele, 2001), pero ello no
quiere decir que no sean todavía simples ornamentos turísticos o primorosidades
antropológicas.
Éstos
a grandes rasgos son los considerables sectores para el estudio holístico de la
cultura popular, propuestos por Hinds. Sin embargo esta tendencia sólo
es aplicable desde la sensación de alteridad que se forma en la concepción
occidental de jerarquías o distinciones, ya que en Japón, por citar un ejemplo,
su visión de la cultura no está dividida en discurso-temas culturales
(Hinds, 1996, p. 13).
Existen
posibilidades para estudiar tales manifestaciones que requieren a grandes
rasgos disciplinas básicas que permitan de manera inicial encontrarse despojado
de fallas metodológicas, tal propuesta en ningún momento se plantea definitiva,
si se quiere es la posición más elemental para iniciar la investigación,
incluso la amplitud del método puede proponer un enfoque sobre una etapa
determinada, así como considerar todas las vertientes pues su elaboración de
fundamentos puede reconstruirse, revalorarse o derogarse. La postura adecuada
no arriesga su futuro desplazamiento por una no-vigencia, sino que propone la posibilidad
de agudizar las concepciones con ajustes posteriores solventando las
imposibilidades del presente. Al final más que un rescate, una defensa, un
sentido divulgativo o una reivindicación del arte no escolarizado requiere de
su reestructuración o reconstrucción para comprenderlo desde la producción
cultural, antes que reposar todo su valor en lo artístico.
El
hecho de concentrar la atención en los productos culturales, antes que en lo
artístico, tiene como necesidad bosquejarse catárticamente, pues nuestra
alteridad cultural aplicada a nosotros refleja un síntoma más complejo, nótese
en la advertencia de Jacqueline Clarac (1993):
...los problemas que confrontamos
no se reducen a problemas metodológicos de descripción e interpretación, son también
los problemas de nuestra propia sociedad en crisis; y, en nuestros países
latinos, hay entre otros unos problemas graves de identidad estrechamente
unidos a nuestros problemas históricos...(p. 48).
LOS RIESGOS O CONSIDERACIONES DE ÚLTIMA HORA
“...Dicen que la tierra es firme. Firme’s el cielo: ¿Quién ha visto caese una estrella?
Bárbaro Rivas.
José Antonio y
Aura Araujo, Éramos muchos y murió ahorcado, s/f, barro mixto, 45 x 25 x
25 cm.
El recurso humorístico de los artistas no
escolarizados, tiende a ser un instrumento valioso para explorar su ya
trasgresora posición, dentro de su paralelismo histórico, académico y estético.
Yace un sentido de ruptura con su constitución interna, así su representación
religiosa suele ser llevada a extremos exploratorios, además de su iconografía
particular, que ocasionalmente se aleja del canon habitual, se permite también
agregar componentes que hacen de la pieza una excepcionalidad iconográfica.
La última cena, la traición de Judas Iscariote,
presenta junto al número doce y trece, un aprovechamiento para la simetría, la
tensión, el equilibrio y la disposición espacial, que juegan con el sentido de
la narración bíblica, hasta ponerlo en relación con el lenguaje proverbial, así
el trabajo de grupo de José Antonio y Aura Araujo, es una irónica propuesta de
la tragedia de Judas.
Quizá
romper con el concepto de "popular" para una manifestación artística,
sea un arma de doble filo, puede que ese atractivo que posee la ingenuidad, lo
naïf, lo urbano antropológicamente visto, lo rural exóticamente apreciado,
implante la base en que se sustenta lo magnético -por lo metálico y lo extraño-
del éxito "popular". Querer precisar la disimilitud de todo el gran
espectro del arte, sea sólo una tentativa de sentar o aterrizar algo que desde
su posición etérea funciona para los espectadores. De cualquier manera el autor
de esta tesis prefiere pensar que "La perfección seguirá siendo el
aburrido privilegio de los dioses..." (Galeano, 1998, p. 334).
La
orientación del hombre en cuanto a su concepción no homogénea del mundo, es
decir su espacio sagrado y el resto considerado profano, se apoya en la
fundación del mundo. Mientras se vive en un mundo fundado, la Creación se convierte
en centro sacro y lo que se aleje de éste -en ideas y espacio-, es considerado
profano (Eliade, 1996). He ahí la matriz sagrada del arte, el impedimento de la
Historia del Arte de concebir una existencia desacralizada de las experiencias
artísticas ya por su alejamiento conceptual o particularidades sociales.
La
ruptura o quiebres de la frontera de las concepciones entre arte sagrado
-escolarizado y aurático- y arte profano -sin academia e independiente de las
oficialidades históricas- implican un caos conceptual, que sólo invita a la
negación ontológica del concepto de arte desde el otro no consagrado, es
decir que, una nueva definición para la crítica-historia del arte cuya pérdida
posible de sustancia óntica le solicita interpretar su nueva identidad.
El
arte, en general por supuesto, es considerado una visión cosmogónica o
cosmosocial (depende de la disciplina que lo enjuicie) del artista, con una
actualidad neopositivista -a ratos-, podría explicarse como sus sistemas, que
incluyen progreso mercantil, se incrustan en el mercado del arte no
escolarizado y el escolarizado, afectando, enriqueciendo o transformando el
universo expresivo -simbólico y formal-, además de su producción y difusión,
como parte de la propensión del ideal modernista de desarrollo económico y
social, y por qué no de reconocimiento individual.
Como
resultado, esta modalidad de canibalismo cultural entre popular,
mass-media y academicismo recrea, replantea y actualiza el imaginario
colectivo, sea popular o no-popular. Aparece, entonces, como
legitimación del vínculo entre lo periférico y un pseudocentro formando una
nueva lectura para lo artístico en Latinoamérica, que intenta explicarse a sí
mismo en el tiempo en que dialoga.
Todavía
quedan preguntas que resolver, por ejemplo cómo se forma el enriquecimiento del
imaginario colectivo, dentro de las esferas artísticas interactuantes. El arte
no escolarizado no es imitación o copia, son formas de respuestas, y asimismo
son otras interrogantes en espera de respuestas como la anterior.
La
gran competidora, pero no antagonista, de la cultura popular, no es el
arte o la identificación escolarizada, sino la cultura de masas y/o para las
masas. Pues recordando a los pensadores de la Ilustración ¿pueden los hombres
ser iguales?, se podría preguntar ¿pueden ser mass-mediatizados?.
Pues en todo caso "...El signo de la mayor parte del arte moderno no es la
aceptación de la modernidad sino su crítica..." (García-Ponce, 1974, p.
146). A diferencia del arte moderno la influencia en Latinoamérica, es el
rechazo a esta ecuación. Luego de la aculturación europea, los académicos
intentan, como los románticos, idealizar la tradición. Lo popular no es,
como se ha creído, la rebelión institucionalizada, es la fuente primaria de
todo ese suceso, que devora a la modernidad como instrumento de la modernidad,
pues también devora a ese pasado, la tradición.
El
incongruente universalismo del objeto de arte, más la verbosidad que justifica
la belleza, radica en suponer que la sensibilidad y la reflexión son comunes a
todos, sin considerar la posible connotación gradual de los mismos, no todos
son sensibles y reflexivos en un mismo rango, he ahí la función de la crítica,
crear la alternativa de afiliar la sensibilidad y la reflexión.
La
solución para vencer la resistencia de los públicos ante los museos y su complejidad
ya no es, solamente, crear exposiciones efectivas sino afectivas, hallar sus
intereses y accederlos, sin seducción, la palabra correcta es completación,
para recordar la idea de símbolo que menciona Hans Georg Gadamer (1991) -con
sus tres elementos el juego, el arte producido en automovimiento en
reconstrucción continua y jamás acabada; el símbolo, o el arte
contemplado en la autosignificación o la representación del significado
y no el significado; y la fiesta como el accionador de los
anteriores en su esencia atemporal. En resumen la experiencia estética como un
perenne encuentro con la mismidad-. No se espera, desde esta invitación,
dejar de considerar a las masas como un rebaño o ganado cultural, el objetivo
es darle a esa masa nuevos catalizadores que aporten elecciones voluntarias
para su propia constitución.
Es
el propósito crear exposiciones, cuyo fin sea presentar los entretejidos
planteados en una cultura que se ve dividida a sí misma. Entonces la muestra
pretende ser, desde esta visión, intracultural -cultura conjuntada con
"subcultura" de una "cultura"-, un espacio donde es
contemplado los diálogos entre arte y arte, es decir lo que se entiende
como académico o popular, bajo espectros, con sus factores comunes, sean
temas, visiones, técnicas o sintaxis -tal ejemplo de exposición ya fue
realizada bajo la dirección de Perán Erminy, llevó el nombre de Confluencias,
entre los años 1995 y 1996-. Si se quiere tales confluencias deberían, para
resolver la distinción, ser vistas con ironía necesaria para reconocer nuestro
ridículo. Si existe otredad cultural plantear la similitud, sirve para
hacer rendir ese simulacro, frente al reflejo, nos reconoceremos, al final, la
autoimagen, la sensibilidad abrirá nuestra elaboración, que no será
confluencias, sino horizonte.
El
objeto de estudio El Arte "Popular": Un objeto típico o un sujeto
atípico, le debe a las migraciones masivas de las décadas de los '50 y '60,
de nuestra otrora población rural a las emergentes ciudades, como sinónimo de
progreso material -económico y social- y por qué no psicológico, que
simultáneamente se encontró con el nuevo esquema, la cultura de masas,
aculturación y/o masificación.
De
este estado de confluencias entre estos ejes, nacen los hijos quienes heredan
de cada uno, fuentes y cuestionamientos que producen posibilidades, en cierta
parte, de lo que se conoce como arte "popular". Entre esos rasgos en
unísono, fabrican el subsistema que se retroalimenta de la producción,
distribución y consumo artístico. El otro rasgo a mencionar son los campos
culturales que explican su pasado, su presente y proponen su dirección por
medio de sus productos culturales. Luego de ser conocidos como híbridos
culturales, seres recientes de procedencia múltiple, identificación fractal y
simultánea, en fin, inevitablemente continentes de tránsito exploradores de
expresiones.
Los
humanistas no son sujetos de desecho en el tecnológico presente, son si ganan
el territorio, demiurgos que negocian la sensibilidad de los temidos cyborgs
economistas-pragmáticos. El objetivo es claro, crear un estadio de sensibilidad
humanista, eliminar el aire egoísta o ghetto personal que estructura la lucha
social presente, todos luchan por poseer más desde un sistema de supervivencia
darwiniano. Es frívola toda acción humana que no se traduzca en un movimiento
colectivo humanista. La globalización ha sido mal entendida, no es una
universalización pasiva de la cultura de masas, es la alternativa de unir
campos culturales en una posibilidad altruistamente ecuménica.
Conocer
los permeables límites de la interartisticidad y la cultura popular con
la no-popular, sirve como camino de reconocimiento de reconstrucción de
lo que histórica y socialmente se ha establecido como identificación, y derogar
el enfrentamiento contra "opuestos", la pasión agónica -del agón
griego- que se desata frente a lo desconocido.
Entonces
la definición de los conceptos popular e identidad no son
quimeras excluyentes por medio de una diferencia, ni mucho menos plantean la
posibilidad de proponer dos diferencias opuestas, la definición más precisa es
la existencia de una gama de grados que pueden existir en objetos y sujetos.
Ambos conceptos son amplios y deben serlo, si quieren encontrar similitud con
la práctica maya y bíblica de apoderarse del ente a través de la palabra
pronunciada, o incluso crearlo, de otra manera su objeto será escurridizo e
inaprensible, aunque al final no es acorralarlo y fijarlo, es más bien entender
su fluctuante manifestación y dialogar con ella. Entonces, se entendería, que
el arte es aquel fragmento de gesticulación entre la vida y la muerte, y con la
conciencia en ello.
Jesús María
Jiménez, Procesión en San José de Aerocuar, 1999, técnica mixta sobre
cartón, 44 x 58 cm.
La justificación técnica de la incapacidad de los
artistas no escolarizados, puede ser halagada cuando ésta se aproxima a los
resultados de la normas de las vanguardias, es decir, cuando el artista de manera
innata descubre o realiza obras de corte similar a algún movimiento de
principios del siglo XX.
En el caso de la pintura “Procesión en San José de
Aerocuar”, podríamos con esas pautas de la crítica clásica del arte “popular”,
determinar analógicamente que las pinceladas son próximas al Expresionismo, con
dotes matéricos, y otras tantas categorías, sin embargo, reconocemos en la
obra, un tratamiento de las formas de manera difusa, con pinceladas rítmicas,
tonos ácidos o tímbricos, con golpes de luz, dado por trazos en blanco de
manera que el contraste se da sin uso de sombreados, sino por contornos y
ráfagas de blanco y un espacio colmado de figuras y sus gradaciones
abigarradas.
Faltaría
comprobar la carga lírica de esta expresión, sea la pasión de la procesión de
Cristo en las festividades anuales de los pueblos latinoamericanos, o quizás un
catártico automatismo psíquico manifestado en la presencia votiva de las
celebraciones colectivas cristianas, similar al carácter de los personajes
descritos por los escritores rusos, Dostoivsky, Tolstoi, Chejov, etc., donde el
hombre con profunda admiración cristiana, casi ortodoxa, se manifiesta
emocional y devociolnamente.
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