Antiguedad

"La antigüedad grecorromana tiene dos caras: por una parte, un mundo de dioses y de una humanidad en que, en la eclosión de una vida poderosa y orgánica, todo es heroico y noble, y por otra, un mundo de seres fantásticos de complejos orígenes, a menudo venidos desde muy lejos, y que mezclan cuerpos y naturalezas heterogéneas".1

Hablar de monstruos es adentrarse al mundo de la fantasía, de la ilusión, del mal, de demonios, de seres malignos y de otros alados. El tema de los seres fantástico abre un campo interesante para el estudio de lo superterrenal, de aquellos seres que en estadios inferiores conviven con el hombre.

En la antigüedad el establecimiento de convencionalismos, de técnicas o de teorías se hacía con la intención de alcanzar el canon antropométrico perfecto, los antiguos establecían las relaciones entre los miembros y el cuerpo entero y así conseguían las proporciones de un cuerpo humano ideal.

Lo bello en la antigüedad se refiere a la proporción armoniosa de las partes de un cuerpo con el todo.

Platón habla de la existencia de dos mundos: nuestro mundo, el mundo de los sentidos tal como lo conocemos que no es más que el reflejo imperfecto del mundo inteligible: el mundo del espíritu.

Para Platón la belleza es una idea, que existe independientemente de las cosas bellas. En el mundo podremos ver la belleza, pero sólo adentrándonos en ella podremos conocer la belleza verdadera, que es aquella que reside en el espíritu. Lo terrenal, la belleza del mundo, es tan solo una manifestación de tal belleza.

Si la belleza es una idea, ésta al materializarse es una belleza terrenal. Toda idea es capaz de convertirse en belleza terrenal a través de su representación.

La representación de este dragón revela la existencia de la idea de monstruos en la antigüedad, pone de manifiesto la existencia de diferentes mundos.

"La luz y la belleza son reflejos de la divinidad. El amor terreno encendido por la belleza mundana es el primer peldaño en el camino ascendente que lleva al alma a la contemplación de la belleza como tal. La belleza pertenece al mundo de las ideas y es a partir de ellas que el hombre crea el mundo real", decia Platón.

Si todo lo creado, fue producto de la idea que pertenece al mundo del espíritu, entonces lo mágico y fantástico también tuvo que ser inspirado de la mano de una fuerza superior. El creador, aquel demiurgo conoció que estos seres podían poseer la fuerza y la presencia necesaria para que el hombre conformara su mundo real.

Estas imágenes de animales o seres anormales no fueron ajustadas a un canon, ellas con su variedad de formas extrañas, salientes e impresionantes producen efectos en quienes la admiran, pues produce más conmoción un cuerpo o forma que se retuerce, que se alarga, que se contrae, que crece en el imaginario, que se alimenta de la fantasía.

Para Platón un buen arte es aquel que se ajusta al orden y la medida, mientras que un mal arte es aquel apoyado en las reacciones emotivas y sensuales de los hombres.

Para Aristóteles la belleza también exige de proporción y orden, lo bello tiene dos componentes esenciales: la simetría y la extensión. Volvemos a ver como las propuestas de estos dos estetas (Platón y Aristóteles) sólo son aplicables a la figura humana, pues el tratamiento que se le da a la figura animal en nada tiene que ver con una búsqueda de la proporción o de la belleza. Ellas crecen , son autónomas, disfrutan de la dicha de alargarse, de convertirse o de transformarse a su antojo.

"Del arte proceden las cosas cuya forma está en el alma" En el alma reside el bien y a él lo reconocemos como tal por la existencia del mal, así lo bello convive también con lo feo, pues para ser reconocida la virtud se debe reconocer el error. El arte expresa tanto lo bello como lo feo, el bien como el mal, la proporción y la abstracción, lo ordenado y lo desmedido. EL arte habita en el alma y si el arte pone de manifiesto los contrarios complementarios, entonces, estos monstruos desproporcionados, fantásticos, sin absoluta correspondencia con una imagen del mundo real terrenal y a veces representantes del mal, proceden del alma. La idea de mal tomada de la mano de la idea del bien descansa en el alma.

"y el arte nace cuando de muchas observaciones experimentadas surge una sola concepción universal sobre las cosas semejantes" Si la imagen de esta ánfora es un arte producto de la observación experimentada entre cosas semejantes, entonces nos preguntaríamos si el hombre de la antigüedad vivió en verdad la experiencia de conocer a estos seres tan distintos.

" Pues ni un pintor permitiría que su animal tuviera una pata que exceda la proporción correcta ni aunque se distinguiera por su belleza, ni un armador de naves que tengan la proa o alguna otra parte asimétrica, ni un director de un coro dejará participar en él a alguien que cante más o mejor que el coro entero". Aquí volvemos a encontrar cierta disparidad entre lo que los artistas realizaban y lo que los estetas proponían.

Cicerón, quien es otro esteta de la antigüedad señala que el arte trata las cosas que se conocen. Así una representación como la que estamos estudiando, no es más que un elemento más del mundo tangible.

"Para mí, en verdad, tampoco esas cosas más conocidas y más famosas parecen carecer de fuerza divina, de modo que piense yo que un poeta derrama su grave y rico poema sin una celeste inspiración de su mente o que la elocuencia fluye rebosante de sonoras palabras y fecundos pensamientos sin una cierta fuerza superior".

Cicerón alude con esta idea a que en la creación también interviene una fuerza superior, como si los dioses queriendo recrear aún más sus historias y mitos, tomaran con cuidado la mano que dibuja la escena para crear silenciosamente un mundo fantástico, un mundo nuevo, un mundo viviente.

Dentro de las propuestas filosóficas de Plotino una de las más interesantes podría ser la concepción de la materia como terreno de lo amorfo, como la fuerza que obstaculiza la forma, la sustancia que no se puede moldear totalmente para convertirla en figura. Esta concepción fue la antesala para el pensamiento de la Edad Media, pues en este período se concebía, en algunos casos, a la materia como el mal.

Para Plotino, a la materia no se le puede dar forma totalmente; cualquier obra de arte por haber tenido que ser moldeada necesariamente en algún tipo de material, contiene siempre un residuo de materia amorfa, esto es, de feo, de diabólico y esto se cumple incluso en la escultura de un dios.

Con Plotino pareciera que se declara abiertamente lo feo tanto como lo bello como componentes de cualquier tipo de materíal, coexisten ambos elementos y se hacen presente en toda imagen o forma elaborada.

Recordando la historia de Narciso, enamorado de su reflejo, Plotino continua:… Así también le ocurrirá al que se aferre a la belleza material, ya que la belleza física es imagen, vestigio, sombra. Aquel que se aferre a la belleza física se hundirá, no con su cuerpo sino con su alma, en los obscuros abismos, terribles de soportar para lamente, donde a ciegas languidecerá en el Orco, uniéndose a las sombras de aquel lugar, como también lo hiciera aquí".

Plotino rechaza la simetría como definición de la belleza, afirmando que [...] si la simetría es la esencia de la belleza, sólo puede ser hermoso un todo compuesto de partes individuales, mientras que las partes individuales no lo son, ya que carecen de partes, y por tanto, no poseen una relación interna". Con este gran aporte lo monstruoso, lo amorfo, o lo desproporcionado estará conformado por partes, que independientemente son bellas.

1 Jurgis Baltrusaitis. La edad Media Fantástica . Ensayos Cátedra. Cap. I,  página 11.


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Anfora Charún y Tiro de Dragones. Finales del siglo IV. Pintor Orvieto

 

 

 

 

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