La Edad Media

La obra de arte en la Edad Media está estrechamente ligada a la religión, donde consigue su bienaventuransa y desarrollo. Continuando con nuestra idea de porporción y armonía, hallamos en el pensamiento medieval de santo Tomás  la de belleza formulada de dos maneras: a) "se llama bello aquello cuya vista agrada" y b) "se llama bello cuya aprehensión nos place" (Erwin Panofsky. Idea. 1977). Así, captamos la relación de visión e intelecto como entes valorativos de la obra.

Para santo Tomás la belleza es una cualidad objetiva, por lo tanto puede ser analizada y pueden definirse sus características. Pero una más completa definición de la belleza postulada por santo Tomás la observamos en su texto: "la belleza requiere la satisfacción de tres condiciones: la primera es la integridad o perfección del objeto, pues lo defectuoso es, en consecuencia feo; la segunda es la proporción debida o la armonía; la terecera es la claridad, pues las cosas que poseen un color brillante, se dicen son hermosas" (Summa theologica, I, num. 39 a 8).

Entre las condiciones que definen la belleza, la proporción y la claridad, se originan en una tradición que se remonta a la antigüedad. Pero, para el pensamiento medieval la proporción no radica solamente en que se trate de un termino consagrado por la tradición, sino más bien, la proporción revela una forma de pensar, admiración por la cantidad, por las magnitudes mensurables susceptibles de análisis y de composición racional. En un sentido más específico para santo Tomás "la proporción indica la relación entre dos cantidades iguales o diferentes, relacionadas entre sí de forma mensurable" (Summa theologica, Ia, nota 12, a1, a4). Aquí, se llama a una relación equilibrada en la que ninguna forma se hace tan predominante que oscurece a la otra. Y, cuando se remite a la claridad, se relaciona con la concepción neoplatónica cuando se alude a la metafísica de la luz y el esplendor.

Entonces podemos decir, que en el pensamiento medieval lo que está bien proporcionado es completo y perfecto; y, nada puede ser bello si no manifiesta todos los elementos que le pertenecen por naturaleza. Así, lo que no está completo es informe y desprovisto de forma. Y, para santo Tomás su definición de belleza radica entonces en "la totalidad, orden entre las partes concordantes y una suficiente interrelación que evite que las partes se queden aisladas entre sí", donde el orden y concordancia emiten a una proporción idónea.

Ahora bien, si tomamos un detalle del pórtico del Paríso de la Catedral de Orense, notamos que aunque ésta obra está sometida a exigencias arquitectónicas no deja de ser monumental. Notamos un orden entre las partes, a pesar de tener cada uno de los personajes una cierta individualidad y rasgos característicos que lo diferencian de otros, de igual modo vemos su carga realista aunque con una estilización espiritualizada. Cabe mencionar el grado de expresión en que se envuelve la obra, sobre todo por su cierta carga emotiva, que incluso nos trasmite o nos invita a una tranquilidad o serenidad.

Es de recalcar que la composición de la obra es ordenada simetricamente con respecto al eje vertical. También notamos que no sólo ésta obra se aisla de las demás como integridades de la arquitectura, sino que nos encontramos que a su alrededor se agrupan algunas figuras de variados tamaños, aunque de una manera muy sútil se respeta el espacio entre cualquier elemento y se integran en un total de forma armonizada. En cuanto a las relaciones de tamaño se puede ver que sigue el hombre maracando la pauta como escala para proporcionar la obra. Y, en cuanto al ropaje de los personajes notamos un predominio lineal lo que lo hace más esquemático y por ende menos realista. Y, además, el hecho de que la obra se integre a la arquitectura está subordinada por una frontalidad.

Recordemos pues, que las obras medievales cumplen una función didáctica y moralizadora. "Se coloca en los templos para que la Casa de Dios sea, a la vez, un libro de piedra, donde reconocer los mensajes bíblicos". (Salvador Ordax. Lo Mejor del Arte. 1998)


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