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La Escultura Moderna y sus Pioneros

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La Escultura Moderna y sus Pioneros
Así, el uruguayo Germán Cabrera se instala en Caracas en 1938; los italianos Jorge Gori en 1947, José Pizzo en 1950, Biagio Campanella y Aldo Macor en 1957, Domenico Casasanta en 1959; el holandés Cornelis Zitman llega a Coro en 1947; desde 1940 ya trabaja en Venezuela la alemana Gego (Gertrud Goldschmidt); la norteamericana Elizabeth Evans viene a residenciarse en 1948; en 1950 arriba a nuestras costas el francés Marcel Floris; los españoles Abel Vallmitjana en 1945, y Juan Jaén en 1956; el canario Eduardo Gregorio en 1956, y el gaditano Manuel de la Fuente en 1958.
La obra de Francisco Narváez que se encuentra en la colección del Museo de Arte Moderno de Mérida (ilus. nº 53) es un torso en samán tallado en 1966, y pertenece a la serie conocida como Formas Nuevas, serie en la cual el escultor trabajó entre 1954 y 1966. Este lapso corresponde a lo que se ha considerado como un período abstracto en la producción de Narváez, si bien en el caso de esta obra sería inexacto considerarlo así, debido a que en su forma hay una alusión a la figura humana y concretamente, como lo indica el título, a un torso. Las características principales de la obra de Narváez son su respeto a los materiales y la concepción rotunda y volumétrica de la forma, con poca presencia de perforaciones, protuberancias o ahuecamientos. A menudo, como sucede en esta obra, Narváez empleó la madera para aprovechar el parecido de la forma natural con un torso humano, y se limitó a modificar el aspecto exterior del trozo de madera utilizado. De esta manera, al dignificar el material, estaba subrayando la relación que de modo casual se establece entre las formas de la naturaleza y la forma humana, tal como, a partir de la acentuación del ritmo y la textura, la concibió aquí nuestro gran escultor.
Si observamos la obra de Gego (Gertrud Goldschmidt) notamos que, a diferencia de la de Narváez, carece de volumen y, en lugar de éste, apreciamos una estructura plana constituida por varios segmentos interceptados y formados por series de varillas de hierro soldadas, a manera de enrejado (ilus. n° 51). El tema aquí no interesa, pues estamos delante de una escultura abstracta de concepto constructivo. El valor artístico está por lo pronto en la manera como se articulan los diferentes segmentos para mostrar el dinamismo gráfico de la estructura y como ésta vence la gravedad en favor de una sensación vibratoria que atraviesa los espacios vacíos de los segmentos. El uso del hierro entre los escultores venezolanos data de mediados de la década del 50. Por su resistencia a la intemperie y por ser poco moldeable, el hierro fue un material cuyo uso se restringió en aquella época a satisfacer la exigencia de formas geométricas por parte de los escultores abstractos, cuyo trabajo se orientaba a la experimentación con nuevos medios. De allí que el hierro entrara en el vocabulario de los artistas que prestaban su concurso a la arquitectura a través de obras integradas al paisaje o al urbanismo.
El realismo de Manuel de la Fuente no puede entenderse solamente desde un punto de vista formal o por su relación de parecido anatómico con la figura humana. Una idea o concepto sirve temáticamente a muchas de sus obras apuntando hacia la producción de un mecanismo crítico que funciona entre la obra y el espectador. Pero el concepto está tratado plásticamente como imagen integrada al todo. En El cosmos amasado (ilus. nº 56) la escultura consiste en una imagen donde se presenta a los hombres como una masa sometida a la presión de un rodillo de amasar pan. La idea o connotación es que la humanidad puede ser manejada a ciegas y caprichosamente por quien tenga el poder de hacerlo. Se comprende así que de la Fuente puede ser considerado, en este tipo de obras, como representante de un realismo conceptual.
Son muchos los ceramistas que resuelven sus obras dotándolas de significado escultórico. Lo que ellos conservan de la cerámica es la técnica por la cual el material de arcilla es sometido a cocción a altas temperaturas. Pero, por cuanto ha sido eliminada de la pieza la función utilitaria atribuida al vacío interior o ahuecamiento de la forma, la obra adquiere un valor escultórico, como es el caso de Colette Delozanne (ilus. nº 52), cuyo trabajo se inspira en una iconografía primitiva de contenido mágico y apariencia totémica.
Fueron Francisco Narváez y Carlos González Bogen en 1954 los primeros en Venezuela en abordar la escultura abstracta empleando el hierro. Víctor Valera, por su parte, empezó a usarlo en 1957, en estructuras de tendencia abstracto-geométrica que diseñaba por encargo oficial para espacios urbanísticos de Caracas y Maracaibo. En adelante Valera no abandonaría el empleo del hierro, pero a partir de 1965 tuvo con este material una breve experiencia figurativa a la cual pertenece la obra Mago blanco (ilus. n0 54), que se encuentra en la colección de nuestro Museo. Se trata de un relieve cromado formado por cinco perfiles de dos rostros facetados y ordenados simétricamente sobre un plano horizontal, y cuya lectura debe hacer el espectador de un lado a otro de la composición, como si se tratara de una obra cinética. A lo largo de su carrera Pedro Briceño ha trabajado exclusivamente con el hierro laminado. La forma elaborada que le proporciona este material constituye el punto de partida para una obra que se define como abstracto-constructiva. Briceño concibe la escultura por síntesis aglomerativa de partes geométricas que se cruzan o interceptan en varias direcciones sobre un eje vertical. El efecto resulta del contraste entre planos llenos y espacios vacíos determinados por la disposición libre de los elementos, con los cuales el escultor logra su propósito de imprimir dinamismo a obras exentas, concebidas como estructuras que combinan las tensiones propias del material con los planos de color (Nº 55).  '''''Juan Calzadilla. Catálogo razonado Museo de Arte Moderno Juan Astorga Anta (MAMJA), Mérida, 1995.'''''
A lo largo de su carrera Pedro Briceño ha trabajado exclusivamente con el hierro laminado. La forma elaborada que le proporciona este material constituye el punto de partida para una obra que se define como abstracto-constructiva. Briceño concibe la escultura por síntesis aglomerativa de partes geométricas que se cruzan o interceptan en varias direcciones sobre un eje vertical. El efecto resulta del contraste entre planos llenos y espacios vacíos determinados por la disposición libre de los elementos, con los cuales el escultor logra su propósito de imprimir dinamismo a obras exentas, concebidas como estructuras que combinan las tensiones propias del material con los planos de color (ilus. nº 55).
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Imagen:Wh pv Escultura 01 EP 281115.jpg | Nº 51. Gego (Gertrud Goldschmidt). Escultura. Sin fecha. Hierro pintado. 80 x 57 x 16 cm.
Imagen:Wh pv Escultura 02 EP 281115.jpg | Nº 52. Colette Delozane. Geometría de la soledad. Cerámica de alta temperatura. 88 x 48 x 28 cm.
Imagen:Wh pv Escultura 03 EP 281115.jpg | Nº 53. Francisco Narváez. Torso. Sin fecha. Madera pulida. 114 x 96 cm.
Imagen:Wh pv Escultura 04 EP 281115.jpg | Nº 54. Víctor Valera. El mago blanco. 1966. Hierro pintado y metal cromado. 58 x 78 x 18 cm.
Imagen:Wh pv Escultura 05 EP 281115.jpg | Nº 55. Pedro Briceño. Escultura. Sin fecha. Hierro pintado. 58 x 48 x 48 cm.
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