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José Coronel representa uno de los valores plásticos contemporáneos de nuestra generación de creadores, que ha experimentado los diferentes medios de expresión que dispone el Artista de hoy, en la búsqueda de nuevos elementos que le permiten hacer su propia iconografía, elaborando sus obras cargadas de formas que sólo son de su origen creativo, partiendo de lo no existente a un mundo real y visible para el disfrute de los sentidos.
El humanista francés, Roger Garaudy, manifestó que “la pintura abstracta es una forma de conocimiento metafísico o una participación mística en la realidad profunda y misteriosa de las cosas”, por ese camino anda José Coronel, artista en constante indagación en favor de lo expresivo y conceptual de su producción visual, quien en sus 35 años de trayectoria ha cultivado el dibujo, la pintura, la escultura, el diseño gráfico y el arte digital, procedimiento éste con el que inició sus experimentos a principios de los 90, haciendo uso de la computadora como recurso técnico, permitiéndole operar con una paleta virtual de múltiples posibilidades cromáticas, donde prevalece el contenido plástico y conceptual sobre su habilidad técnica.
De sus años de recorrido artístico podemos destacar su participación en importantes bienales y salones de arte como el Michelena y el Aragua, por ejemplo; así como su proyección fuera del territorio nacional en países como República Dominicana (en la Bienal del Caribe), Perú, Uruguay, Chile, Argentina, Portugal, Italia y China.
Es importante señalar que el viaje que realizó a Europa entre 2011 y 2012, y el contacto directo con las obras de los grandes maestros del arte universal, lo impactaron de tal modo que en su producción posterior notamos el efecto que esa experiencia causó en él, como es el caso de las extraordinarias composiciones tituladas Carceri d'Invenzione, del arquitecto y grabador italiano del siglo XVIII, Giovanni Battista Piranesi, las cuales Coronel recrea con propiedad y acentuada expresividad.
En la actualidad, hemos advertido en Coronel un acentuado interés por el expresionismo de principios del siglo XX, así como por las tendencias que de él se derivan, animándose a retomar la pintura como pintura, trabajar la materia cromática directamente sobre la tela, inspirado en la poética de estos movimientos artísticos europeos, que se caracterizaron por un lenguaje emocional, vehemente y espontáneo, cuyo interés estético consistió en dejar que la expresión de las sensaciones interiores, psíquicas, originadas por motivos religiosos, sociales o individuales, se manifestaran libremente mediante el angustioso grito del color; claro, siendo más dramático el expresionismo alemán que el francés.
De modo intuitivo y personal, reivindicando las fuerzas psíquicas, la imaginación y la libre invención, Coronel crea su obra como expresión de una determinada concepción del mundo, de la existencia, cuyo ideal estético, insistimos, se fundamenta en la intensa expresividad de las emociones, sentimientos y visiones interiores, metafísicas, si quiere, producto de la angustia, de la soledad, la tristeza y miseria que agobian y han agobiado la existencia del ser humano.
Coronel se entrega a ella, a la pintura pura, literalmente de cuerpo y alma, para acariciar con ímpetu la desnudez del soporte pictórico, haciendo de este modo un trabajo más libre, un trazo mucho más espontáneo, donde la mancha, el chorreado, el gesto, el color intenso y puro, y la materia como lenguaje crudo, se desenvuelve sin obedecer a la razón, respondiendo sólo a los impulsos del yo creador, del subconsciente en total liberación. Coronel, en su obra, logra recrear con suma expresividad cromática y gestual todos esos sentimientos, emociones y visiones cargadas, además, de cierto misterio. A través de su pintura él transmuta el drama del ser humano en espiritualidad y esperanza. Y como todos somos parte del universo, materia cósmica, en su obra se advierte la acentuación de una suerte de explosión cósmica, una suerte de Big-Bang, donde materia, color y luz se liberan, expandiéndose como la sonoridad musical por el espacio, hasta penetrar nuestra interioridad para liberarnos y sosegarnos.
En la obra de Coronel, quien suele pintar escuchando particularmente a Pink Floyd —cuya música es considerada por él como “filosofía de la vida hecha sonido”—, podemos decir que se establece una correspondencia entre lo visual y lo sonoro, entre música y pintura, como llegó a suceder en Kandinsky, a quien le apasionaba escuchar la música de su gran amigo Shönberg, la cual, de algún modo, interpreta en la abstracción lírica plasmada en sus lienzos. En Coronel es posible ver esa magia: sonido musical transfigurado en color y luz; filosofía de la vida hecha imagen y sonido para desentrañar “la realidad profunda y misteriosa de las cosas” y conjurar la angustia existencial del ser humano.
Ahora bien, como la obra de Coronel no es descriptiva, referencial ni anecdótica, sino más bien connotativa, psicológica, abstracta, simbólica, espiritual y profundamente humana, los espectadores pueden hacer su lectura más allá de la intención del artista; disfrutar, sentir, recrear e interpretar con suma libertad su obra, ya que cada espectador tiene la posibilidad de navegar, desde su mundo interior, por el mundo de cada una de las obras de Coronel, haciendo su propia interpretación; puede viajar a través de ese canal llamado obra de arte, recreando así el complejo mundo interior del artista, el de la obra y el suyo propiamente, estableciéndose, de esta manera, un significativo y polisémico diálogo entre artista-obra-espectador.
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