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En septiembre de 1821, Carlos Soublette, vicepresidente del departamento de Venezuela, que formaba parte de la Gran Colombia, le ofrece el cargo de corregidor de la ciudad de Caracas; el pintor, en un principio, lo rechaza, aduciendo su pobreza; Soublette insiste y logra que lo acepte. En 1824 recibe el título de maestro de pintura y realiza varios retratos del general José Antonio Páez (hoy desaparecidos) para la familia Núñez de Cáceres. En noviembre, el Ayuntamiento le comisiona el escudo de Colombia, que pinta en vidrio con dibujos en hojilla de oro, y la representación de unas estatuas neoclásicas que enmarcan el artículo 1 de la Constitución (colección Museo Caracas, Palacio Municipal, Caracas). Esta obra, que resalta el dominio técnico en la disciplina artesanal de la hojilla de oro y la caligrafía, fue destinada a la secretetaría del Concejo Municipal de Caracas, donde aún se encuentra. En 1825 realiza los retratos de Mariano de Herrera y Toro (colección Matilde Ramella de Herrera) y de Casimiro Vegas y Palacios (hoy desaparecido). El 1 de marzo de 1825, la Municipalidad de Caracas decreta la erección de una estatua ecuestre en bronce del Libertador para la Plaza de San Jacinto y convoca a Lovera y otros artistas como asesores del proyecto. También en marzo de ese año se llama a Lovera para que realice "el diseño de un tablado" que debería construirse en la Plaza Mayor durante las celebraciones del 19 de abril. En noviembre realiza el retrato de Cristóbal Mendoza (colección Museo Caracas, Palacio Municipal, Caracas). En diciembre abre su cátedra de dibujo en la escuela pública de primeras letras para niños pobres, que funcionaba en Caracas bajo la dirección de Vicente Méndez. En 1827, Lovera tiene ocasión de pintar al Libertador del natural, durante la última visita de Bolívar en Caracas; uno de esos retratos fue enviado en abril de 1835 al pintor norteamericano John Neagle, de Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos (colección Sociedad Histórica, Filadelfia, Pensilvania, Estados Unidos); otro retrato del Libertador de mano de Lovera perteneció a Juan Félix González (sin ubicación). En 1828, el coronel Francisco Avendaño, quien instaló la primera máquina litográfica en Venezuela, convidó a Lovera, en Caracas, a trabajar en la prensa y "perfeccionarse en el manejo del arte". Lovera retrató a Avendaño y dibujó el retrato del arzobispo Ramón Ignacio Méndez (El Promotor, 26 de febrero de 1844). Éstas son las primeras litografías registradas en el país que preceden a las que tirará poco después Antoine Damiron. En febrero de 1829 firma el retrato de María Camila Quintana de Vaamonde (colección Dolores Llamosas de Méndez), realizado "de memoria", como muchos de sus retratos, por ejemplo el de Antonio Muñoz Tébar (colección Casa Natal del Libertador), muerto en 1813 pero realizado hacia 1838. También de alrededor de 1829 es el retrato del licenciado Francisco Antonio Paúl (colección GAN).
En 1830 se inicia el período más fecundo de su trayectoria artística: los retratos del médico José Joaquín Hernández (colección sucesión Manuel Rodríguez Travieso), el presbítero José Cecilio Ávila (atribuido, colección Museo Caracas, Palacio Municipal, Caracas), del músico Lino Gallardo (colección hermanas Laroche González) y de Nicolás Rodríguez del Toro. Un año más tarde se funda la Sociedad Filarmónica de Caracas y Lovera aparece como miembro suscritor; también en 1831 ejecuta el retrato del presbítero doctor Domingo Sixto Freites (colección GAN) y una copia del retrato del siglo XVIII del obispo Manuel de Sosa y Betancourt (Palacio Arzobispal). En 1832 realiza un Ecce Homo y una Dolorosa, encargo de Lorenzo Gedler, hoy desaparecidos. Hacia ese año se dedica especialmente a la enseñanza, contándose entre sus discípulos más destacados su pariente [http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Lovera,_Pedro Pedro Lovera ] y Celestino Martínez. De 1834 data el retrato del doctor José Joaquín González y González (colección Alejandro y Diego González), en su hacienda situada en los alrededores de la Villa de San Luis de Cura. En 1835 pinta El tumulto del 19 de abril de 1810 (colección Museo Caracas, Palacio Municipal, Caracas), de 98 x 139 cm, que dedica a la Diputación Provincial de Caracas y acerca del cual comenta Alfredo Boulton: "su cuadro, más que un simple relato, más que la mera interpretación plástica de un hecho histórico, tiene un mágico poder de alcances infinitos" (1968, p. 65). La obra de Lovera fue celebrada y la Diputación lo recompensó con 300 pesos. Lovera recibió asimismo el título de artium magister. En ese mismo año figura entre los candidatos suplentes para las elecciones municipales de Caracas. En 1836 realiza los retratos del doctor José María Vargas recibiendo las atribuciones académicas del presbítero Manuel María Espinosa (atribuido, colección Pinacoteca Palacio de las Academias, Caracas) y el juez Agustín de Vergara (colección Rafael Blanco Souchón). En enero de 1838 hace entrega al Congreso de la República de El 5 de julio de 1811, de 975 x 138 cm (Museo Caracas, Palacio Municipal, Caracas): "este cuadro de Juan Lovera es la mejor historia de Venezuela. Es el paisaje de su tierra encarnado en sus mejores hombres" (Boulton, op. cit., p. 70). El cuadro está acompañado en su parte inferior con una franja en la cual el pintor agregó con tinta los rostros trazados a línea y una guía numérica de los nombres de los personajes. La obra recibió amplios comentarios en La Bandera Nacional y El Conciso. De este período es también el excepcional retrato doble de Marcos Borges recibiendo las proposiciones académicas de su hijo el doctor Nicanor Borges (colección GAN). Al año siguiente hace los retoques de la Inmaculada Concepción (colección Catedral de Caracas) pintada por Antonio José Landaeta. También en 1838 realizó una copia de la Huida a Egipto del templo de San Francisco, que fue valuada en su época en 400 pesos. En 1841 fue uno de los promotores de la Compañía de Artistas de Caracas, organización benéfica artesanal que no llegó a establecerse. Ese mismo año fallece y es velado en la Catedral de Caracas.
La obra del pintor ha sido objeto de atribuciones abusivas además de confusiones con la producción de Pedro Lovera. Durante la formación de la República un grupo de artistas compartió "la manera" que caracteriza la obra de Lovera, la cual no se encuentra lejos de la de José Gil de Castro o de la severidad de la escuela norteamericana de comienzos del siglo XIX. Sobre esta semejanza ha comentado Dawn Ades: "[sus] imágenes de las figuras de ropajes oscuros de los padres fundadores y la eminente clase alta republicana, poseen una puritana severidad moral que está casi a la altura de la Nueva Inglaterra" (1990, p. 55). Un supuesto autorretrato, dado a conocer en 1951, fue inobjetablemente descartado como de Juan Lovera aunque Carlos F. Duarte lo adjudica actualmente a Pedro Lovera. Apenas se conocen hasta ahora una veintena de obras del artista pero la mayoría de ellas sin firma. Landaeta Rosales afirmó que Fritz Melbye adquirió hacia 1852 algunas de sus obras durante su estadía en Venezuela. La creación plástica de Lovera ha comenzado a ser valorada a mediados del siglo XX. Durante el XIX, Ramón de la Plaza lo incluye en sus ensayos pero con reservas: "de los retratos hechos por este artista, nada hemos visto que señale una esmerada corrección en el dibujo, ni un colorido que podamos calificar de propio y natural; hay con todo en su obra algo de esa fuerza que descubre en el artista la intención, el deseo de interpretar lo desconocido que siente, pero que le falta la luz para realizarlo. En Lovera sucedió lo de siempre: no basta la disposición, es necesario el talento educado para marchar seguro al punto objetivo que en el arte es la perfección" (1883, p. 186). Será sólo en 1906 cuando Manuel Landaeta Rosales, descendiente del pintor, aporte los primeros datos biográficos sobre Lovera. El primer análisis de su obra, resaltando su valor plástico en la historia del arte venezolano, lo aporta Enrique Planchart en 1951, a través del artículo "El pintor Juan Lovera", aparecido en la Revista Nacional de Cultura y reproducido posteriormente en La pintura en Venezuela (1956). Sin embargo, se debe a Alfredo Boulton el rescate e identificación inicial de las obras de Lovera así como un amplio y documentado estudio de la trayectoria vital y artística del pintor; como resultado de su labor investigativa, Boulton presentó en 1960, en el MBA, la primera exposición que agrupaba los veintiún cuadros adjudicados hasta ese momento a Lovera. En 1978, en la muestra "Juan Lovera y su tiempo" (GAN), se exploraron las relaciones plásticas del pintor con el arte de su época. Carlos F. Duarte, en una invalorable monografía documental sobre el artista publicada en 1985, señala: "sus retratos pasaron la frontera de la imagen religiosa y bajaron a la cruel realidad, pero sin desligarse de aquel pasado y de la artesanía que los produjo. Lovera es un pintor y un artesano con talento, pero a causa de las circunstancias históricas que le tocó vivir no pudo desarrollar una habilidad académica. Esta falla, sin embargo, fue compensada por su gran intuición, percepción psicológica y sensibilidad" (1985, p. 105). La obra de Lovera ha sido apreciada desde diversos enfoques, para Boulton era un artista "de vastos conocimientos plásticos. Los diferentes caracteres de su producción de lo muy poco que hoy se conoce demuestran que tenía absoluto dominio de su profesión […]. El carácter, estilo y manera de la obra de Juan Lovera son difíciles de confundir a pesar de existir variantes tan diferentes entre unas y otras obras, pero en todas ellas, cualesquiera que se escoja, siempre se hallará un sólido y profundo conocimiento y dominio del oficio" (1960, s.p.) Por su parte, Juan Calzadilla afirma: "Lovera descubre la grandeza en el detalle, el candor en el conjunto, la belleza en la expresión grave. Pero no es el exterior de la persona lo que refleja en sus retratos, sino la llama interna de esas pasiones sosegadas, graves o fogosas que laten dentro de los personajes" (1967, p. 217). Enrique Planchart señala lo siguiente al referirse a sus dos cuadros más importantes: "tanto en el del 19 de abril como en el del 5 de julio, puede barruntarse algo del concepto neoclasicista del arte, no obstante la falta de técnica del autor y de su marcado sabor de pintura popular" (1951, p. 78). A su vez, Francisco Da Antonio no duda en incluirlo dentro de lo que él ha llamado "arclásico", es decir, el estilo de los pintores americanos de la época independentista: "para nosotros, más que pintor de género o iniciador de la pintura histórica en Venezuela, Lovera fue un pintor realista; independientemente del testimonio histórico que aportan sus obras, Lovera ni pintó cuadros 'de historia', ni escenas de 'costumbres': él transcribió en imágenes plásticas los acontecimientos de los cuales fue testigo presencial, y a los hombres que fueron sus contemporáneos" (1982, p. 67).