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Cambios
→Un artista que no se encontró
La intensa inquietud estética de Monsanto lo había llevado a indagar, dentro de las limitaciones del contexto en que le tocó vivir, las más diversas posibilidades de la representación. José Antonio Calcaño señaló acertadamente que ese abordaje de nuevas maneras y técnicas había sido producto de su «afán de depuración y desarrollo de su propia expresión [... como si] lo que él quisiera expresar lo tiene tan profundamente internado dentro de sí mismo, que se le hace necesario experimentar, idear nuevos intentos, para llegar a exteriorizar con precisión su recóndita intención plástica»[4].
Para Alejandro Otero, Monsanto «prácticamente no se repitió jamás», y quizás hallemos en esta afirmación el misterio que encubrió su destino artístico. El rigor conceptual de Monsanto, su atinado sentido crítico, debió influir en el surgimiento, dentro de su alma, de un perenne sentimiento de insatisfacción frente a lo creado; después de años de ejercicio artístico, acaso la severidad crítica del artista trocó su incesante búsqueda de una expresividad propia, de un estilo, en una prueba definitiva de su incapacidad para lograrlos. Así, poco a poco Monsanto se aleja de la pintura, abandonándola casi totalmente para finales de la década de 1920.
Pero sería un error pensar que su alejamiento de la pintura fue radical. Su amor al arte sólo tomó nuevos derroteros. Con ahínco se dedicó al estudio y a la lectura; ejerció la crítica de arte, siendo colaborador frecuente de varias publicaciones, y también trabajó la restauración.
====El rebelde vuelve a la Academia====