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Cambios
→Un joven inquieto en una ciudad de techos rojos
Y no deja de sorprendernos que obras tan disímiles como Paisaje, Autorretrato y Sabana del Blanco, daten de la misma época. Indican, de seguro, permanentes búsquedas de un estilo propio, de una expresión inobjetable.
Pero la gran inquietud plástica de Monsanto encuentra una barrera infranqueable cuando, tras la muerte de Emilio Mauri, la Academia pasa a ser dirigida por Antonio Herrera Toro, pintor «de carácter adusto y opuesto a todo deseo de liberación y cambio». Casi de inmediato se produce entre el alumnado un rechazo al contenido de los programas. Además, «...fueron eliminadas algunas becas y recompensas, así como los concursos y ciertas materias. Los alumnos se quejaban de la organización administrativa y educativa de la Academia, y solicitaron ante el Ministerio de Instrucción Pública la destitución de su director. Las protestas se hicieron por escrito y verbalmente. Los requerimientos, con todo, no fueron atendidos»<refname=SALERNOJohanna>SALERNO, Johanna: «Lecturas del Arte Nacional. El Círculo de Bellas Artes», tomado de: Galería de Arte Nacional: Los maestros del Círculo de Bellas Artes. Catálogo de la exposición itinerante homónima, Caracas, 1993, Exp. Nº 143, Cat. Nº 137, p. 74.</ref> .
Como consecuencia de esto, muchos alumnos, incluyendo a Monsanto, deciden abandonar la Academia y seguir su destino artístico por cuenta propia. Presumimos que fue éste un período de frecuentes e interesantes discusiones estéticas entre los jóvenes rebeldes. No olvidemos que Monsanto ya los lideraba, debido tanto a sus amplios conocimientos de pintura y su lucidez crítica, como a su «severa actitud magistral, pero sin pedantería».
La historia de su creación ha sido ampliamente relatada. Lo que nos interesa comentar aquí es el papel jugado por Antonio Edmundo Monsanto dentro de un grupo que actuó como el primer movimiento de ruptura de la historia del arte nacional, logrando deslastrar las tradiciones decimonónicas, para forjar una tradición nueva y nacional: el paisajismo.
La presencia de Antonio Edmundo Monsanto será vital para la conceptualización, formación y cohesión del grupo. Así nos lo han dejado saber un sinnúmero de testimonios que hablan de la importancia de su presencia por estos años. Para Enrique Planchart «Monsanto [...] parecía asumir la dirección del grupo», siendo él y Cabré, «los de espíritu más alerta»; López Méndez lo ubica como «la figura central entre los fundadores del Círculo»; Paz Castillo lo llama «el alma intelectual del Círculo». Según Mateo Manaure, Monsanto «fue el impulsor teórico del Círculo de Bellas Artes [...pues] su gran sabiduría sirvió para dar consistencia a las inquietudes de quienes fueron sus compañeros». Juan Calzadilla y Perán Erminy reflexionan: «De los pintores del Círculo, Antonio Edmundo Monsanto era indudablemente el más culto y de allí que le haya correspondido, a despecho de su carácter tímido, asumir un papel teórico en la orientación de su generación». Más recientemente, las investigadoras de la Galería de Arte Nacional, Yasminy Pérez y Johanna Salerno, escribieron, respectivamente: «...Manuel Cabré y Antonio Edmundo Monsanto se convierten en los líderes [del Círculo] desde el punto de vista plástico»[2]<ref>Ver: PÉREZ, Yasminy, en: Galería de Arte Nacional: Cabré y Monsanto, hacia la reinvención del paisaje. Catálogo de la exposición homónima, Caracas, del 22 de abril al 3 de junio de 1990, Exp. Nº 107, Cat. Nº 102, p. 14.</ref>, y «...la presencia de Antonio Edmundo Monsanto contribuyó a la formación teórica de los miembros del Círculo, Monsanto era un gran investigador que conocía y tenía acceso a publicaciones artísticas europeas. Sus conocimientos fomentaron el rompimiento con la Academia y propiciaron las indagaciones pictóricas experimentadas por los pintores del grupo».[3]<ref name=SALERNOJohanna></ref>
Hay que señalar asimismo que el Círculo impulsó un cambio radical en la manera de concebir el arte, la pintura, y al artista mismo, trayendo la frescura y sencillez, de la realidad y de lo propio. Lograron escapar de lo que Picón-Salas denominó el «mundo pretenciosamente macrocósmico» del academicismo, para sumirse en el «alma del paisaje», a través de una mirada introspectiva que requiere estudiarse para comprender buena parte de la evolución del arte venezolano del siglo XX.