Roberto Matta y sus obras, de
inspiración surrealista y metafísica, ilustran a través de imágenes oníricas la
civilización tecnológica moderna. Su obra escapa al marco histórico propio de la
pintura Chilena y es imposible situarlo en su desarrollo interno. Aunque es contemporáneo
a la Generación del 40, ningún vínculo lo une a ella y tampoco tiene relación alguna
con otros grupos generacionales del país. La naturaleza proyectiva de su obra elude
cualquier limitación contextual.
El distanciamiento con la realidad exterior es francamente definitivo
en la obra de Matta. Siente el llamado de su propia interioridad como
imperativo. Su pintura invierte la fuente motivadora que ya no es la esfera exterior, sino
que su propio mundo interior: "Para mí, pintar ha sido y es como tener el
diario de la expansión de mi horizonte interior". Por eso, en su obra no hay
elementos figurativos referidos a seres y objetos reconocidos por la percepción. Se
sustrae a las significaciones habituales, renuncia a la articulación lógica y propone
imágenes ambiguas que turban el espíritu. Sus formas son el resultado de un grafismo
revelador de fuerzas ocultas, energéticas y dinámicas, en constante transformación; el
pintor las denominó "morfologías psicológicas". Como ellas propone un nuevo
modo de asumir la verdad que va dirigido más a la experiencia que a los sentidos.
Este genuino representante de la segunda generación surrealista no sólo
revitaliza el movimiento con su imaginación y, en ciertos casos con el humor, sino que,
además dicho movimiento prolonga, en él, sentido de su definición original:
"buscar más allá de la realidad" y, si en muchas de sus telas aparecen
morfologías "monstruosas", que inducen a denominarlas insectos, larvas o algo
por el estilo, lo que quiere, deliberadamente, es hacer "ver" el monstruo que
yace en el hombre,