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Diferencia entre revisiones de «Quintero, José Humberto»

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Tanto sus trabajos sobre temas generales, como los referidos a personajes venezolanos y figuras del acontecer nacional, logró desarrollarlos con seriedad, mesura y tacto. Sus obras, adornadas con las galas de una perfecta dicción, lograda por el intenso cultivo interior, son obras de especial valor.
 
Tanto sus trabajos sobre temas generales, como los referidos a personajes venezolanos y figuras del acontecer nacional, logró desarrollarlos con seriedad, mesura y tacto. Sus obras, adornadas con las galas de una perfecta dicción, lograda por el intenso cultivo interior, son obras de especial valor.
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==Fuentes==
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*PORRAS, B. (2007). Escritos de un Auxiliar. Mérida: Ediciones del Rectorado.
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*QUINTERO, J. (1979). Confidencias de un Septuagenario. Caracas: Editorial Arte.
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*FELICA, C. (1976). La Labor Histórica y Humanística del Cardenal Quintero. Caracas: Italgrafica SRL.
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*FEBRES, A. (1975). El Cardenal Quintero en los Apuntes de un Amigo. Mérida: Imprenta Oficial.
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*BASTARDO, S (1977). Las Pinturas del Cardenal Quintero, Ediciones de la Presidencia de la Republica. Caracas: Editorial Arte.

Revisión del 14:39 4 sep 2012

(Mérida, 22 de septiembre de 1902 – Caracas, 8 de Julio de 1984). Fue un sacerdote, notable orador, escritor, retratista y primer venezolano en ser elevado a la jerarquía de Cardenal de la Iglesia Católica de Roma. Autor de gran elocuencia, se caracterizo en vida por su gran actividad oratoria y humanística, lo que le valió su ingreso a la Academia Nacional de Historia de Venezuela.

Vida

Nacido en el pueblo de Mucuchíes, ingresó siendo adolescente al Seminario de la ciudad de Mérida, donde culminó sus estudios medios para luego continuar en la Universidad Gregoriana de Roma, realizando estudios de Teología y de Derecho Canónico. En 1926 obtiene el Doctorado en Sagrada Teología; el 22 de agosto de ese mismo año es ordenado sacerdote en la Catedral de Mérida y retorna a Roma a finalizar sus estudios, donde en 1928 se doctora en Derecho Canónico. Vuelve a Venezuela y se inicia en la vida parroquial, como modesto Teniente Cura, y luego ejerce funciones en la Curia Arzobispal y en el Capítulo Metropolitano de Mérida. Allí se encontrará al ocurrir su elevación al Arzobispo titular. Se trasmitirá la sucesión apostólica al Arzobispo Quintero el 6 de diciembre de 1953, en la Capilla del Colegio Pío Latinoamericano, en donde Quintero había sido huésped ilustre durante largos años de estancia en la Urbe como alumno de la Gregoriana.

Hombre de una purísima vida sacerdotal, poseedor de una sólida formación intelectual, con amplios conocimientos teológicos y canónicos; era un orador elocuente, consagrado como un escritor de estilo impecable y de ideas nobles y patrióticas, caracterizado en vida por una modestia que fue una de sus virtudes más singulares.

A la Archidiócesis de Mérida consagró su vida sacerdotal y los primeros siete años de su labor episcopal, y desde octubre de 1960, ostento la Mitra de la Iglesia Metropolitana de Caracas. Al frente de esta Sede, fue un promotor de acciones que conllevaron a la realización de elevadas metas de espiritualidad y de bien común, luchando a favor del progreso de la Iglesia. Se caracterizo como un fiel amigo de los desvalidos; y destino las contribuciones que le fueron ofrecidas cuando se le honró con la Púrpura Cardenalicia, a una Fundación con el designio de proporcionar viviendas baratas a las clases menos favorecidas; a él se debe la creación del Seminario de San José, para vocaciones adultas.

El 8 de octubre de 1960, toma posesión canónica de la Archidiócesis de Caracas, una vez elegido por su Santidad Juan XXIII, el 31 de agosto del mismo año; y al comenzar la segunda quincena de diciembre, se conoce la noticia de haber sido nominado para Cardenal de la Iglesia Romana, lo que se cumplió finalmente en el Consistorio del 16 de enero de 1961. Venezuela tenía su primer Purpurado.

Fue postulado en la Junta de la Academia Nacional de Historia 6 de diciembre y elegido en forma unánime, el 9 de febrero, encontrándose en Roma donde había viajado para recibir la investidura cardenalicia. Sin embargo desde el 6 de junio de 1940 era Miembro Correspondiente en el Estado Mérida, mediante postulación que había sido hecha el 28 de marzo, por el Dr. Mendoza, por Mons. Navarro y por el Dr. Vicente Dávila.

Una serie de compromisos impidió que el Eminentísimo Cardenal Quintero procediera a su incorporación. Sus deberes al frente del Arzobispado caraqueño y sus continuos viajes a Roma, fueron los obstáculos que demoraron la ceremonia consabida. Finalmente el 27 de junio de 1971 remite el discurso, y el 12 de agosto recibe la investidura académica.

En 1977, la presidencia de la republica edita el libro “Las Pinturas del Cardenal Quintero”, con prologo de Ramón J. Velásquez. Contiene 63 retratos de personajes ilustres realizados por el Cardenal. Esta edición aparece enriquecida con noticias biográficas de cada uno de los personajes retratados, tomadas ellas de discursos del Cardenal y otras escritas especialmente por él para este libro. La exposición de estas obras ocurrió el 27 de marzo de aquel año, en la sala de Exhibiciones de la Compañía Nacional de Teléfonos de Venezuela.

En 1980 renuncia a su cargo de Cardenal, durante el pontificado de Juan Pablo II, continuando con su labor de escritos. El primer Cardenal de la nación muere en la ciudad de Caracas, contando con ochenta y dos años.

Obra

Desde muy joven, el seminarista Quintero se esmeró en adquirir una sólida cultura en el campo de las humanidades. Correlativamente con sus estudios filosóficos y teológicos, se dio a la tarea de profundizar en la literatura latina, del Renacimiento y del Siglo de Oro, sin que esa dedicación le impidiese la lectura y el análisis de los clásicos escritores venezolanos y americanos. La devoción y dedicación total a la cultura sin abandonar su formación sacerdotal, lo encaminó a que despuntara siendo aun muy joven, como un escritor de impecable estilo, erudición abundante e ideas nobles y generosas.

En el Cardenal Quintero se observa, un escritor que desde su iniciación en las letras ya aparece dueño de un estilo propio, formado culturalmente; de estilo suelto. A los veintidós años escribe una prosa hermosa, fluida y atrayente, y a más de cincuenta años de haber aparecido sus primeros artículos, reproduce algunos de ellos, en forma de libro, sin que eso pueda aminorar su calidad de escritor y de pensador, ya que sus escritos juveniles resisten la crítica imparcial y justa.

Ejemplo de este aserto lo constituye en escrito de San Mariano al Cimino, el 9 de noviembre de 1924, en donde describe la Camándula de Frascati, el antiguo convento, presentando no solo el aspecto físico de la reliquia, sino que también su imaginario traza páginas hondamente evocativas y sugerentes.

De esa misma época data su iniciación triunfal en la oratoria, con el discurso que en homenaje a España, pronunció en Roma para recordar la visita que el Rey de España había dispensado al Colegio Pío Latinoamericano el año anterior. Esa oración titulada Elogio de España, constituye una página de antología, no sólo del género oratorio, sino también por los conceptos bellamente expresados sobre la Madre Patria. Después de trazar en breves líneas aspectos de Edad Antigua y Media de España, esboza un perfil del momento cumbre de su grandeza.

Quintero era hace más de medio siglo una figura esplendente de las letras venezolanas, y en los años que habrían de venir, ampliaría y consolidaría esa vocación y ese magisterio. Era el hombre nacido escritor y orador pero cultivada su mente mediante estudios y lecturas, mediante la realización de obras sólidas y perdurables.

Utilizando casi siempre la tribuna, se concentra en discursos, conferencias de contenido trascendental, sermones dichos en especiales conmemoraciones o en propias investigaciones, bien alrededor de personajes, o de hechos y situaciones especiales. Su labor tiene la solidez de ideas, con un estilo claro y limpio que constituye el patrimonio de toda su obra.

Sobre los venezolanos, su obra es muy vasta. Desde los perfiles de los grandes Arzobispos Ramón Ignacio Méndez y Antonio Ramón Silva, del historiador Tulio Febres Cordero, el paladín Rafael Urdaneta, de los patriotas merideños que declararon la Independencia y fundaron su Universidad, del sabio educador Mons. Jáuregui, del general Páez, hasta el estudio sobre el eximio orador y poeta Carlos Borges, entre muchos otros, su pluma se mueve con elegancia, justicia, erudición dentro de una sencillez admirable. Pone a vivir sus héroes, los trasporta al presente y les da una vivencia.

Simón Bolívar fue una de sus fuentes inagotables para inspirar su mente y la figura que le abrió el camino de sus incursiones en el campo histórico. En 1927, en Roma hace una reminiscencia del Libertador y de su juramento solemne en el Monte Sacro. Pero fue en 1930 cuando despunta el orador bolivariano por antonomasia durante los solemnes actos celebrados en Mérida en ocasión del centenario de la muerte del grande hombre. Sus escritos referentes al Libertador se condensan en el libro “Paginas Bolivarianas.”

Su obra continúa, no obstante sus serias responsabilidades en el magisterio eclesiástico, con ensayos de índole histórica y de locución oratoria.

En su libro Para la Historia trata de la expulsión del Obispo Salvador Montes de Oca, llevado a cabo en octubre de 1929, con ocasión de una Instrucción suya referente al matrimonio, en la cual exponía, la doctrina canónica sobre la materia. En aquel momento existía un estado de tensión del gobierno contra la Iglesia, por lo que se genero una polémica. Quintero, en defensa de su institución, redacto un documento en defensa de la Iglesia, en el cual se rebatían todos los argumentos del entonces Ministro del Interior. En aquel texto se redondea un capítulo de las luchas religiosas.

Tanto sus trabajos sobre temas generales, como los referidos a personajes venezolanos y figuras del acontecer nacional, logró desarrollarlos con seriedad, mesura y tacto. Sus obras, adornadas con las galas de una perfecta dicción, lograda por el intenso cultivo interior, son obras de especial valor.

Fuentes

  • PORRAS, B. (2007). Escritos de un Auxiliar. Mérida: Ediciones del Rectorado.
  • QUINTERO, J. (1979). Confidencias de un Septuagenario. Caracas: Editorial Arte.
  • FELICA, C. (1976). La Labor Histórica y Humanística del Cardenal Quintero. Caracas: Italgrafica SRL.
  • FEBRES, A. (1975). El Cardenal Quintero en los Apuntes de un Amigo. Mérida: Imprenta Oficial.
  • BASTARDO, S (1977). Las Pinturas del Cardenal Quintero, Ediciones de la Presidencia de la Republica. Caracas: Editorial Arte.