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Tras haber alcanzado esta síntesis en el lenguaje pictórico, retoma la abstracción geométrica ahora con un sentido constructivista. Hacia 1970 realiza sus Cuvisiones, en las que la figura del cubo se convierte en eje del discurso y donde la línea, el color y la forma se combinan para crear construcciones de índole racional y matemático, generando efectos retinales en la percepción del espectador. Los contrastes entre forma y espacio crean un dinamismo que lo vinculan con el arte óptico. Alfredo Boulton señaló que "esta etapa es el paso precedente para el empleo de su nueva forma lineal. El cubo de las Cuvisiones busca su estructura física y se vuelve un objeto de madera, el que a su vez […] se vuelve pantalla, taco, muro, separación de luz, y al mismo tiempo, y es ésta acaso su mayor importancia, se vuelve prisma que recoge en su espacio de vidrio todo el ambiente cromático y de formas que lo rodean y de pronto entra a vibrar como un nuevo organismo que cobra presencia humana" (1969, p. 4). Por esta misma vía de la abstracción, Manaure desarrolla una nueva propuesta que en 1977 presenta bajo el título de Columnas policromadas, composiciones escultóricas de carácter serial y programado, basadas en elementos repetitivos, como la línea y el color dispuestos a manera de franjas que abarcan casi la totalidad del plano, creando así un ritmo de armonías cromáticas y lineales que propicia efectos cinéticos. Una de estas obras, de 20 m y 5 murales, se encuentra actualmente en la Plaza La Concordia de Caracas. Sin embargo, en su intento por encontrar un lenguaje que exprese las fuentes de nuestra identidad, Manaure retoma nuevamente la figuración en 1981, con Mirar a América, imágenes inspiradas en los dioses locales tomando como referencia las figuras prehispánicas de Barrancas del Orinoco mediante líneas, colores y formas primarias. Ese mismo año elabora Letanías para los tristes y pesimistas, de tono caricaturesco y fuerte crítica política y social. En 1989 recurre nuevamente a la técnica del collage construyendo fotomontajes, donde lo real y lo ilusorio develan los signos de nuestra contemporaneidad. Lo poético, lo sarcástico, lo erótico y lo místico denuncian los extravíos de una sociedad en descomposición. Este mismo año, realiza la serie Orinoquia como homenaje al pueblo de origen, un retorno a las atmósferas de color difusas que sugieren paisajes imaginarios en torno al río. En este mismo sentido y vinculado a su lugar de origen, Uracoa, Manaure profundiza en la temática de la identidad al buscar en los remotos orígenes de nuestras etnias un acercamiento a lo ancestral y lo autóctono. Tras largos años de vivencia a las orillas del río Uracoa y el delta del Orinoco, pinta en 1992 la serie Ofrenda a mi raza, en cuyas composiciones se delinea una figura esquematizada que evoca símbolos metamorfoseados de épocas remotas. En 1994 regresa a la abstracción geométrica desarrollando así una propuesta renovada y más amplia que expone en 1996 con el título de Saludo al tercer milenio, construcciones, cúpulas cromáticas y cubos que revelan un magistral dominio del espacio mediante la utilización de elementos geométricos, líneas y colores. La GAN posee en su colección obras de Manaure de sus distintos períodos: Retrato de la señora Palacios (1949), obras de la serie La selva (1967), Suelos de mi tierra (1967), Cuvisiones (1970) y Columna policromada (1976).
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