LA OTRA ARQUITECTURA
Se tiene entonces que, después de la II Guerra Mundial, coexistan cuatro líneas
arquitectónicas en América Latina. Los polos extremos siguen siendo el estilo
internacional, con un universalismo comercial, y el neovernacular, localista y
restringido. Entre éstos aparecen la arquitectura del desarrollo y la otra arquitectura.
Las tensiones entre "espíritu de la época" y "espíritu del lugar"
continuan, pero de un modo más complejo. Asimismo, muchos de los arquitectos líderes
producen obras en una u otra línea, según las circunstancias en que les toca actuar.Las
cuatro líneas prosiguen su curso durante el tercer peíodo (desde 1970 hasta el
presente).
Sin embargo, alrededor de esa fecha se producen nuevos cambios en las
condiciones internacionales y regionales. Estos afectan la evaluación de las bondades de
las dos nuevas líneas arquitectónicas latinoamericanas.
Los países centrales empiezan a dudar de sus propios esti-los de desarrollo. Así, los
modelos tienden a esfumarse. 1968 es un año de protestas y violencia en diversas ciudades
del globo; París, Chicago, Praga, Belgrado, Tokio y otras. En los Estados Unidos y otros
países los jóvenes empiezan a pro-clamar las bondades de la vida natural y el retiro de
la "civilización". Hacia el año 1973 surge la crisis petrolera y energética.
Conjuntamente aparece una creciente conciencia de los problemas ecológicos. La temática
de los Congresos internacionales se desplaza desde el "desarrollo" hacia la
"calidad de vida".
Qué hacer: otro desarrollo. Este otro
desarrollo sería orientado según las necesidades, tanto materiales como no materiales.
También sería endógeno. Es decir, ya que el desarrollo no es lineal, no es posible un
modelo universal, sino una pluralidad de alternativas que respondan a la especificidad de
cada pueblo. Al abandonar la vana pretensión de que el objetivo final estaba claro, no se
proponían ni fórmulas ni "modelos". Otro desarrollo sería también autónomo,
en cuanto que cada sociedad se basa primariamente en la fuerza de sus miem-bros y en los
recursos de su medio ambiente natural y cultural.
Mientras tanto a los estados latinoamericanos les sera difícil
responder a las espectativas. No es que los países no hubieran crecido económicamente:
efectivamente lo hicieron. Sin embargo, los beneficios del progreso material no fueron
équitativos. Tensiones y crisis recorren América Latina, el "príncipe"
contemporáneo de la arquitectura del desarrollo sale de escena en muchos de los países.
Por lo mismo, dicha arquitectura pierde apoyo.
Estos cambios en las condiciones entre los años 70 y 80 -a nivel de modelos extranjeros y
realidades propias- hacen que artistas e intelectuales empiecen a repensar el tema de la
modernidad.
El tópico se conecta con la recurrente preocupación por la identidad cultural y la
necesidad de un progreso acorde con la historia, costumbres y condiciones
latinoamericanas. No es raro entonces que esta nueva sensibilidad internacional y regional
comience a reconocer los méritos de esa otra arquitectura, sumergida
durante más de dos décadas de euforia desarrollista. Dicha arquitectura que se mantuvo
escéptica y marginal postulando mayor realismo frente a la capacidad económica y
tecnológica de los países y más respeto por sus valores y tradiciones comienza así a
tener vigencia y ser reconocida.
La dicotomía inicial entre
"espíritu de la época" y "espíritu del lugar" pareciera tender a
modalidades más altas de síntesis. A estos intentos arquitectónicos se suman aquellos
que tienden a desvincularse de la ciudad para experimentar nuevas formas de vida
comunitaria cuyos ensayos comienzan hacia la década de los 70'. Algunos de los más
conocidos fueron: