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Categoría:PERÍODO COLONIAL II

70 bytes añadidos, 17:04 24 nov 2015
El retrato
No toda la actividad pictórica se redujo a la elaboración de imágenes para el culto. Hay testimonios materiales y documentales que evidencian la presencia de paisajes, de naturalezas muertas y retratos. Entre estos últimos hoy se conserva un conjunto de muy buena calidad artística, como el del Provincial Francisco Mijares de Solórzano y el de Fray Antonio González de Acuna, entre los más antiguos; y del siglo XVIII dos atribuidos por [http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Boulton,_Alfredo Alfredo Boulton] a Francisco José de Lerma y Villegas: el retrato del bisabuelo materno del Libertador, Don Feliciano Palacios y Sojo (1726) y el de Doña Teresa Mijares de Solórzano (1732).
El retrato del Provincial Francisco Mijares de Solórzano (Casa Natal del Libertador) que data de 1638, ha dejado el recuerdo de uno de los personajes más famosos de aquella época. El Provincial aparece de pié, con rasgos bien definidos. No hay duda de que se trata de un cuadro prodigioso. Para juzgarlo no es necesario reparar en la "buena hechura" que usualmente se aprende en las academias de arte. Hay que entenderlo como la pintura de un autodidacto, o de una persona de escasos estudios y, sin duda alguna, de una restringida cultura de imagen. Penetrar en la auténtica dimensión histórica y estética de esta obra, significa tener muy en cuenta que la disonancia o consonancia de un artista con su época no influye de manera determinante, ni en su talento ni en su genialidad.
Una concepción diferente, más cercana a las prácticas académicas, la encontramos en el retrato de Fray Antonio González de Acuña (Palacio Arzobispal de Caracas), y cuyo autor, según [http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Boulton,_Alfredo Alfredo Boulton], pudiera ser Fray Fernando de la Concepción, íntimo amigo del Obispo. Se percibe inmediatamente una idea más cabal de la representación de la tercera dimensión, una mayor soltura de la pincelada y un mejor sentido del volumen. Destacan en este lienzo los contrastes de colores, condición que revela, no solamente una intención puramente mimética, sino una actitud que habla de cierto grado de conciencia artística.
Otros retratos se ejecutaron en el siglo XVIII, sobre la base de una técnica más refinada. Debe mencionarse en este orden de ideas el de Teresa Mijares de Solórzano y Tovar, pintado, como hemos dicho, por Francisco José de Lerma y Villegas. Esta obra pone de relieve la alta calidad que la pintura había alcanzado en Venezuela en el momento en que la Gobernación de Venezuela se había convertido en la colonia agrícola más importante del imperio español. Doña Teresa aparece de pie con una flor en la mano. Es uno de los retratos mejor logrados de todo el período colonial.