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Reverón, Armando

No hay cambio en el tamaño, 15:33 1 dic 2015
Biografía
Reverón se sobrepuso a los acabados pictóricos tradicionales para realizar obras bosquejadas y "sin acabar". En su etapa de madurez, las formas estaban apenas sugeridas por pocas líneas y aguadas. Este carácter de bosquejo, de ejecución rápida con mínimos elementos, de reservar zonas enteras del plano pictórico, le concede a su obra una de sus más preciadas características. La escogencia y uso de materiales es también de gran relevancia. Desde sus primeras obras tuvo gran predilección por las telas bastas y de trama gruesa; al principio las sellaba aunque, para crear texturas aprovechaba el grano que permanecía tras la imprimatura. Posteriormente dejó de hacerlo, a la vez que se eximió de usar el aceite; a lo sumo cubría la tela virgen con una aguada y los distintos tejidos —que usó en gran variedad— le permitieron crear texturas específicas que en ocasiones agudizaba rehaciendo los nudos de las tramas. Asimismo, los colores de los soportes sin preparar fueron un elemento pictórico más que supo variar desde las telas blancas hasta las más crudas. Los cronistas de la época señalaron desde muy temprano que estos soportes tendían a oscurecerse, un proceso que ha aumentado los contrastes de color pero que también le ha dado a estas obras una pátina inconfundible. Este mismo rigor y variedad fue aplicado también en la escogencia de los papeles y cartones, privilegiando los de poca absorción, color amarillento y sin textura, para permitir que el guache corriera libremente sobre la superficie aunque no desechó superficies satinadas o verjuradas. Las características propias del soporte fueron aprovechadas con diferentes tipos de pigmentos: óleos casi secos que eran aplicados como creyones para producir trazados texturados; frotados, que en ocasión hacían salir el grano de la tela, y aguadas a partir de pigmentos diluibles al agua. El uso de los pigmentos tampoco era ortodoxo, ya que Reverón estuvo siempre inclinado a mezclar pigmentos de distintas naturalezas, hacer retoques con guache y resaltar detalles con carboncillo. En los guaches, donde los trazos tuvieron tanta importancia, el pintor usó una gran variedad de pinceles e incluso palillos de madera entorchados en sus extremos con trapo o cabuya. La aplicación del color, por otra parte, merece una atención especial, ya que incluso en sus pinturas blancas, este no desaparece del todo; de hecho, a veces aparece en el fondo, a manera de ligeros trazos de verde esmeralda, color que el pintor jamás abandonó. En obras del llamado período sepia, también se aprecian con frecuencia toques de color, aplicados con frotado, aguadas o con pinceladas diluidas. En otras ocasiones, el pintor aplicó el óleo, sugiriendo con pocos trazos, un ambiente o una figura.
Así como los impresionistas se interesaron por el bullicio de las ciudades, Reverón produjo algunas de sus mejores obras reproduciendo fiestas religiosas y procesiones en las que exploró refinados efectos pictóricos. Asimismo trabajó escenas interiores que registraban la vida cotidiana, o composiciones que construían un mundo cerrado, autónomo, que a veces hace referencia a escenas clásicas. Estas últimas son de gran interés porque objetos y personajes están distribuidos como en un escenario, especie de teatro de operaciones de la imaginación. En sus últimos años pintó nacimientos, bautismos e inmaculadas. Asimismo, tuvo interés por retomar los temas indígenas, en su serie de las hijas del sol, así como en algunas composiciones de los años cuarenta que rememoran algunas mitologías locales. Reverón practicó con constancia el género del retrato. En su casa-taller fue asiduamente por miembros de la clase adinerada y de la intelectualidad venezolana que fueron a posar para él. A pesar de esto, sus retratos se aferran a la expresión del artista sin obviar la percepción aguda de la personalidad de los retratados. Algunos autores han subrayado sus obsesiones eróticas y su apego obsesivo a la figura femenina pero, en realidad, en su obra, el cuerpo de la mujer fue tomado como un campo de estudio de las formas y los gestos pictóricos. En sus desnudos iniciales el pintor usó a Juanita como única modelo, sin embargo, después de los años treinta empieza a trabajar también con modelos más jóvenes, cuyos nombres han perdurado: la ucraniana Mara en la serie de guaches de 1934; Otilia y Mercedes, en la serie de hijas del sol y majas. Como ningún otro pintor venezolano, profundizó en el género y trabajó la temática de los desnudos en grupo con dos, tres y hasta cinco figuras. Posteriormente, en los años cuarenta, realizó desnudos con nuevas modelos, aunque ya desde 1939 aparecen las muñecas en sus composiciones. Es interesante constatar los cambios estilísticos de Reverón a partir de su acercamiento a la figura humana: desde las figuras masivas de su primer período hasta las formas casi inasibles, apenas sugeridas de su etapa de madurez. Sus desnudos finales, tomados a partir de sus muñecas, evocan algunas de las terribles imágenes del expresionismo.[http://vereda.ula.ve/gan/?page_id=357 CINAP-GAN]
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