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Vivas Gari, Iván

3 bytes añadidos, 15:14 27 feb 2016
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Cuando caminábamos por el mercado de Tovar, noté su curiosidad revisando la capellada de las alpargatas. Me contó entonces que de niño tejía capelladas para vender, las cuales elaboraba en una maquinita hecha con clavos por él mismo.
El 16 de septiembre de 1950, cuando partió por primera vez a Europa en el barco Olimpia, de Bandera bandera italiana, conoció a un señor tachirense llamado Luis Eduardo Armas (nacido el 23 de enero de 1911, y quien aun vive saludablemente en San Cristóbal). El Sr. Armas solía tocar violín todas las noches en la cubierta. Al llegar a Barcelona de España, sorprendió a Soto regalándole una guitarra. Con ella sobrevivió algún tiempo tocando en algunos bares de París. Pero lo importante es que ese gesto marcó a Soto de por vida, y cada vez que conocía algún joven con talento y seriedad para estudiar la guitarra, le regalaba una. Hay muchos guitarristas de Venezuela y del mundo que cuentan con orgullo quién les regaló la guitarra, que además siempre eran de gran factura, pues las mandaba a elaborar por los mejores lutier.
La pobreza lo llevo llevó a vivir un tiempo en El Culantral, al sur del Estado Anzoátegui, con su mamá, sus hermanos y un tío al que llamaban “El Capitán”. Desde El Culantral a Soledad, Soto montado en su burro, hacía el recorrido en día y medio. Iba a vender las pocas cosas que producían, como dulces, mangos, alpargatas; y regresaba (día y medio mas) con otros productos adquiridos con el fruto de las ventas. En 1993 acompañe acompañé a Soto y al periodista español Joaquín Soler Serrano a El Culantral, a conocer las pocas ruinas de lo que había sido su ranchito de bahareque, unos cincuenta y cinco años atrás. Cuando llegamos al lugar, Soto estuvo solo y en silencio como media hora, notando nosotros lágrimas en sus ojos.
Como podemos ver, Jesús Soto comenzó su carrera hacia la gloria, en medio de esa pobreza espantosa, desde un país semibárbaro, incomunicado, diezmado por luchas intestinas, montoneras, dictaduras, paludismo, y lo más dramático: sin metas de lo que debía ser el país. Desde esta minusvalía se disparó este coloso que a punta de trabajo y talento logró tener casa universal. Una vida emocionante, digna, sorprendente y conmovedora del más grande artista venezolano de todas las épocas.
'''Tomado de: Vivas Garí,Iván Edilio (2007): Chuchito Sanoja, “No tengo prisa”, Homenaje a Jesús Soto. Altolitho C.A. 2007. Pág. 45-47.'''
*Editor del Artículo: [[Astorga Junquera, Juan]]
317
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