La koiné artística prehistórica eurasiática y la aparición del arte budista del Centro de Asia


En los que respecta al arte, la continuidad de las formas y los estilos en la amplia región eurasiática de la que se trató en la sección anterior, ha sido bien documentada en los distintos períodos.

En el paleolítico, en gran parte de la región en cuestión imperó un arte cuyo máximo exponente conservado en nuestros días es el arte francocantábrico que, como hemos visto, expresa una visión "horizontal" del mundo sin referencia a dioses que recuerda el yin-yang chino, y es extremadamente visionario. De hecho, los más sensibles entre los arqueólogos que por vez primera se enfrentaron a las obras de arte en cuestión fueron profundamente conmovidos por el potencial visionario del arte rupestre que habían descubierto.

En el neolítico, las deidades representadas en toda la región en cuestión eran esencialmente las mismas: el mismo dios cornudo, las mismas diosas, los mismos símbolos, los mismos estilos. Aunque habían nacido los dioses, en dicha región una mayor influencia de los sabios permitió que los mismos funcionaran al mismo tiempo como símbolos que permitían acceso a la vivencia de la condición primordial indivisa de la totalidad del universo y de los seres humanos, lo cual frenó en gran medida el proceso de degeneración.

Durante el neolítico y el calcolítico y hasta fines de las edades del cobre y el bronce, además del simbolismo, se universalizó una misma morfología para la escultura, por lo menos desde la Grecia minoica hasta la India dravidiana. Dicha morfología respondía a las características que la antigua tradición universal de sabiduría atribuía a los realizados que se habían liberado del error o la delusión llamado lethe o avidya,37 a los dos tipos de contextura que se derivan de las prácticas yóguicas que actúan sobre el volumen bioenergético o kundalini, la circulación de la energía y las configuraciones de dicha circulación,38 y así sucesivamente.

Las invasiones indoeuropeas modificaron dicha morfología; en India surgieron nuevas pautas artísticas asociadas al brahmanismo y en Grecia se desarrolló el arte clásico y, más adelante, el arte del helenismo. Coomaraswamy señala que en India, en el arte kuchano, el simbolismo ario pasó a ser ornamento, mientras que la esencia se vuelve dravidiana (aunque, dadas las características étnicas de los kuchanos y la íntima interacción entre tibetobirmanos y dravidianos en la época prearia, sería más correcto decir que la esencia se vuelve tibetobirmana-dravidiana).39 En el Centro de Asia este resurgir de la morfología prearia fue facilitado por el dominio griego, que debilitó el poder de los brahmanes, sobre todo en la medida en que los nuevos amos se adhirieron al budismo, que no aceptaba el sistema de castas ni la ortodoxia védica en ninguna de sus formas. Esto, a su vez, permitió la aparición en la región de formas de budismo, como la tántrica (vajrayana) y la dzogchén (atiyana), que representaron un resurgir (directo o indirecto) bajo una nueva forma, de la antigua tradición espiritual que había compartido la extensa región que se extendió desde Europa hasta la India y probablemente más allá.40 En el arte budista en el Centro de Asia, y en particular en la Bactriana, en la Sogdiana y en Gandhara, que habían sido conquistadas por Alejandro y que a continuación se habían "helenizado", resurgió la antigua morfología —aunque revestida de un tipo de ornamentos y de un acabado que eran característicos del helenismo.

De hecho, las tenues túnicas ceñidas al cuerpo de los Budas y bodhisattvas y los ornamentos propios del helenismo, entre otras cosas, hicieron a muchos estudiosos de la historia del arte concluir que el arte budista del Centro de Asia daba continuidad al arte del helenismo, y que los Budas de la Bactriana, la Sogdiana y Gandhara eran copias del Apolo helenista. Más aún, en su obra Ancient Arts of Central Asia, Tamara Talbot-Rice41 afirma que la influencia que en dichas regiones ejercieron escultores provenientes de las provincias sirias de Roma romanizó el Apolo helenista, y que fue en forma grecorromana que la influencia occidental sobrevivió en la región, en las figuras de los Budas sentados con las piernas cruzadas y los bodhisattvas en distintas posturas.42

Un trabajo de comparación morfológica realizado, tomando en cuenta sugerencias de quien esto escribe, por una alumna de pregrado de la mención Historia del Arte de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes en Mérida, Venezuela,43 demostró que la morfología de los Budas en cuestión no se corresponde con la de los Apolos del helenismo, pero en cambio sí se corresponde con la del Apolo arcaico de la Creta minoica. Falta ahora realizar un análisis morfológico comparado de las figuras dravidianas y las minoicas a fin de demostrar la tesis expuesta en estos últimos párrafos y en las respectivas notas.

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