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El Cinetismo y el Espacio Constructivo

36 bytes eliminados, 14:56 22 nov 2015
El Cinetismo y el Espacio Constructivo
Dos son las formas características de producción del movimiento en la obra de arte cinética: primero, mediante la animación del plano al solicitar del espectador su desplazamiento lateral para conseguir con ello un efecto óptico percibido visualmente desde un punto de vista dinámico, pero exterior al objeto; y, segundo, por el efecto de movimiento transmitido físicamente, de modo mecánico, por micromotores o agentes naturales (como el viento o el agua) que activan el cuerpo de la obra sin necesidad de que el espectador se traslade. De tal modo que el cinetismo no sólo alienta en el espacio propio de la pintura, sino que extiende su poder sobre las dimensiones propias de la escultura y la arquitectura, y de allí que sea considerado el arte integrable por antonomasia.
===La primera generación de cinéticos===
En Venezuela, el cinetismo tiene un origen pictórico, entendiendo por esto el hecho de que sus realizadores principales han trabajado fundamentalmente con el color, la luz y las vibraciones ópticas de naturaleza gráfica, que, como en el caso de Jesús Soto, resultan de la superposición de dos planos de tramas o rejillas que interactúan separadamente al desplazarse el espectador. La luz y el color, la atmósfera y el espacio se encuentran soportando la estructura de los planteamientos de Soto y Cruz-Diez, a quienes hay que agregar, para hablar sólo de los precursores, a Alejandro Otero, quien procediendo también de la pintura, plantea en su arte la reactivación dinámica de la relación obra-ambiente físico.
Las obras de Nedo M.F. y de Francisco Salazar se fundan en las propiedades del blanco empleado como materia en una estructura geométrica en la cual se pone en juego la relación positivo-negativo. Formas retinales que alternativamente dan la impresión de estar en relieve o bajorrelieve, y cuyo dinamismo es activado también por la energía vibratoria emanada del color blanco distribuido uniformemente por toda la composición. Son artistas retinales como Gerd Leufert, quien proporciona a la abstracción geométrica un impulso más expansivo, en una composición plana y abierta, empleando colores inusuales, y como Gonzalo Castellanos, cuya obra es ejemplo de un tipo de abstracción retinal: planos de color que se constituyen alternativamente en forma y fondo.
Jesús Soto es seguramente el artista que está mejor representado, al menos numéricamente hablando, en el Museo de Arte Moderno de Mérida. Sus trabajos cubren aquí un período que va de 1955 a 1968, incluyendo un importante cuadro de este último año. La serie Sotomagie figura entre sus primeras obras cinéticas y de ellas hizo la Galería Denise René, de París, en 1969 la edición múltiple, once de cuyos ejemplares están en nuestro Museo (ilus. n° 37, 38 y 41) por donación del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes. Dentro de esta serie apreciamos un tipo de estructura formada por una lámina de plexiglás en la cual se ha grabado una espiral blanca, superpuesta, a corta distancia, a una base o soporte que lleva, a su vez, impresa otra espiral parecida, de diferente proporción. El desplazamiento del espectador hacia cualquier lado produce una vibración en el registro de las dos espirales, y en este efecto reside la actividad cinética de la obra. En otras obras de la misma serie la lámina de plexiglás lleva inscritos varios cuadrados que actúan sobre una trama de líneas verticales, en forma de enrejado. La movilidad de los cuadrados es también ilusoria y el resultado depende del desplazamiento del espectador. Pero la obra más importante de Soto en el Museo de Mérida es uno de los primeros relieves donde empleó cuadrados metálicos que sobresalen de un plano en forma de tablero (ilus. n° 39); la vibración se produce por el entrecruzamiento de los bordes de los cuadrados con una trama lineal dibujada en el tablero.
Imágenes transformables, de Omar Carreño (ilus. n° 40), es una obra óptico-constructiva formada por una caja negra iluminada interiormente con luz de neón, y manipulable desde afuera mediante dos botones ubicados en los extremos de la parte superior. Estos botones mueven respectivamente dos aspas de plexiglás que contienen la gama de colores. Con el movimiento rotatorio que se imprime manualmente a las aspas se logra modificar la armonía de colores y la tonalidad general de la obra. Y esta transformación explica el concepto expansionista con que Carreño identificó a este tipo de obras.
La obra de Marcel Floris (ilus. n° 44) está más cerca del cinetismo que de la abstracción geométrica, por cuanto incorpora al rectángulo de pintura un péndulo en forma de disco giratorio, pintado por sus dos caras. El movimiento del disco introduce alternativamente, según gire, dos posibilidades combinatorias a la armonía básica (rojo y negro) que está en el rectángulo de fondo.
Francisco Salazar se interesó en los efectos retinales de la luz cuando ésta actúa sobre una superficie monocroma, generalmente tratada con un blanco que cubre uniformemente un soporte de cartón corrugado (ilus. n° 42). El tono de base resulta modificado siempre por la coloración virtual resultante de percibir las formas en su movimiento ilusorio.
La obra de Nedo (ilus. n° 43) se inscribe en el ámbito constructivo correspondiente a lo que se ha llamado arte retinal u óptico. La luz, al actuar sobre el plano blanco del cuadro, produce modificaciones en su percepción que dinamizan la composición para originar, a partir de las formas, espacios ambivalentes o reversibles, tan pronto positivos como negativos. La construcción serial, lograda con una pasta en espesor, presenta aspecto de relieve monocromo.
Paul Klose fundó su larga trayectoria de pintor abstracto en la forma geométrica y en el color plano (ilus. n° 45). Puede ser considerado como el artista más consecuente entre nosotros con el espíritu de la abstracción geométrica de la década del 50. Sin embargo, su trabajo de los últimos años deja atrás de manera yuxtapuesta planos o formas bidimensionales en favor de la obra cerrada, cuya forma tiende a configurarse como una estructura pura, imponderable, ambigua, fluida, tan pronto separada del espacio como fundida a la continuidad de éste. Lo plano y lo tridimensional están así en constante lucha, lo que hace siempre de un cuadro de Klose un ambiguo juego entre lo objetivo y lo visual.
Dentro del arte abstracto constructivo se encuentra una tendencia que concibe la obra como un objeto manipulable. A menudo se trata de relieves o esculturas en las que interactúan partes articuladas a un todo o estructura, o también de elementos sueltos separados que se integran a la obra mediante imanes o cintas adhesivas. Precursores de esta modalidad en Venezuela fueron Asdrúbal Colmenares y Omar Carreño, si bien desde los años 60 encontramos algunos desarrollos preliminares. En el Museo de Arte Moderno de Mérida se encuentran algunos ejemplos de obras representativas de esta modalidad. Así tenemos la escultura en forma de cojín, de William Stone, en envoltorio plástico y pintura industrial, de 1973, Guillotina n° 2, de 1967, de Rubén Márquez, Estructura variable, 1981, de Gabriel Marcos, Doble estructura durable, 1969, de Angel Ramos Giugni, Vibración, 1969, de Rafael Martínez, e Imágenes transformables, de Omar Carreño. Todos estos trabajos, si bien completos en sí mismos, admiten ser manipulados a fin de producir en ellos cambios que se traducen en un efecto vibracional o móvil —en Omar Carreño, Rafael Martínez y Ramos Giugni—, o como conceptual, en Rubén Márquez, o como estructural en Gabriel Marcos —modificando la forma fija de la obra.
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