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Historiografía del Arte Venezolano

1 byte añadido, 17:59 23 nov 2015
Antecedentes Bibliográficos
===Antecedentes Bibliográficos===
Han pasado casi cien años de la publicación de los Ensayos sobre el Arte en Venezuela 1 de Don Ramón de la Plaza, primer recuento en el orden cronológico de que se tiene noticia en la historia de nuestras artes plásticas. Aunque no desdeñó hacer crítica valorativa, De la Plaza se nos presenta sobre todo como un escrupuloso biógrafo, precisado a trabajar con la documentación exigua que proporcionaron sus contemporáneos. Lamentablemente, su trabajo no tuvo continuadores inmediatos. El mismo se repite cuando, algunos años más tarde, publica en el Primer Libro de la Literatura, Las Ciencias y las Bellas Artes, 2 su segundo ensayo que consagró a los pintores venezolanos. Es cierto que De la Plaza se limitó al estudio de los artistas de su tiempo y que fue en extremo limitado para analizar con atención el arte colonial o la pintura del primer período republicano. Para él nuestra historia plástica comenzaba con José Carranza y la primera escuela de artes que funcionó en Caracas bajo los auspicios de la Diputación Provincial. 3 Los datos aportados por De la Plaza, sin embargo, continúan siendo por su coherencia y su continuidad la principal fuente de información que existe para el conocimiento relativo a un grupo de artistas del siglo XIX que, sin ser de primera fila, gozaron de prestigio en su tiempo. Tal es el caso de los hermanos Martínez, Carranza, Ugalde, Manuel Cruz, Chaquert y otros.
 
Entre los que siguieron generacionalmente a Ramón de la Plaza no llegó a descartarse un autor que se hubiese dedicado metódicamente a la investigación histórica de nuestro arte. Don Arístides Rojas, el más instruido de todos, prefirió pasar a la posteridad en su papel de anticuario y de cronista y contertulio ameno. Rufino Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Julio Planchart y los pintores Antonio Herrera Toro y A.E. Monsanto escribieron ocasionalmente ensayos y artículos ─a ratos brillantes─ sobre diversos aspectos del arte venezolano y en particular sobre algunas figuras resaltantes. Al vacío dejado por la muerte de De la Plaza se debe en gran parte el hecho de que hoy dispongamos de escasos conocimientos sobre una generación de artistas que se levantó a fines de siglo y que, en la práctica, puede ser considerada como el puente o, mejor, la transición entre la Academia de Bellas Artes y el movimiento del Círculo de Bellas Artes. Si bien es verdad que se trata de artistas que realizaron menguada o poco ambiciosa obra, ello se explica también porque el ambiente social ─Incluido aquí el estímulo intelectual─ fue mezquino y mediocre. La alianza de artistas y el crítico siempre constituyó una especie de soporte moral de la obra de arte. A comienzos del presente siglo iban a sobresalir Jesús Semprum y Leoncio Martínez. Aunque estuvo más interesado en la literatura, Semprum escribió ocasionalmente, en las páginas del El Cojo Ilustrado, crítica artística en la cual asumía la defensa de los pintores jóvenes. Precisamente, a él debemos el más atildado ensayo que sobre la historia plástica del país se publicó por entonces. 4 Este estudio de Semprúm serviría de pauta a los escritores que luego, de modo más sistemático, se dedicaron a la crítica de arte. Polémico y comprometido con su generación, Leoncio Martínez, quien había estudiado en la Academia de Bellas Artes, llenó un papel de teórico y animador que aún no ha sido debidamente estudiado. Apuntando contra los rígidos cánones de la enseñanza académica, a favor de un arte sólo condicionado por una temática autóctona, desprovisto de anécdotas y basado en la realidad, los artículos y reseñas de Leoncio Martínez, aunque ocasionales e improvisados, anuncian mucho del tono polémico que se encuentra motorizando la evolución de nuestra plástica en los últimos treinta años.
 
Sin embargo, debe hacerse justicia a Enrique Planchart, como al verdadero fundador de las investigaciones críticas sobre el arte venezolano. Autor de varias monografías en donde se ocupó minuciosamente de la vida y obra de los pintores como Juan Lovera, Tovar y Tovar, Arturo Michelena, Planchart nos dejó en su texto más importante, La Pintura en Venezuela, 5 considerable información original relacionada con un periodo histórico que va aproximadamente de 1910 a 1940. Es verdad que el hecho de haberse identificado vitalmente con la generación del Círculo de Bellas Artes pudo haber frenado en alguna medida el alcance y la objetividad de su enfoque, para convertirlo en el cronista por antonomasia de un valiosísimo aunque corto período del arte venezolano. Aún así, los textos de Planchart continúan siendo consultados por ser modelos de claridad y precisión en el lenguaje y de probidad en los juicios y opiniones, siempre bien fundamentados. Ramón de la Plaza y Planchart constituyen, así pues, los pilares de un desarrollo de los estudios de arte en Venezuela que va de 1875 a 1940 aproximadamente.
Es sabido que después de esta última fecha se operaron notables cambios en el cuadro de la evolución del arte venezolano. Temas y formas se renovaron consistentemente para dar origen a nuevos estilos, se impugna la tradición reciente y, en términos generales, las búsquedas van a desembocar sobre la gran corriente de influencias internacionales representadas sobre todo por el arte europeo contemporáneo y la escuela de realismo mexicano. En medio de estos dos polos de atracción, sin llegar a extinguirse nunca, continuó sobreviviendo la escuela paisajística de Caracas que se fundaba en las soluciones formales halladas por los pintores del Círculo de Bellas Artes y, en especial, por Federico Brandt, A. E. Monsanto, Armando Reverón, Manuel Cabré y Rafael Monasterios. Conforme aparecen nuevos derroteros, la crítica y la investigación histórica contribuyen a enriquecer considerablemente el campo bibliográfico; aparecen nuevos autores y otros métodos; los avances de la industria tipográfica harán accesible a la obra una reproductividad técnica de nivel internacional; el libro de arte especializado en temas venezolanos entra en el mercado. Pero uno de los signos más característicos de este período está dado por el papel preponderante que los medios de comunicación social adquieren en la actualidad artística, al punto de que el éxito de los creadores pasa a depender en gran medida de la información, la crónica y, a veces, las críticas oportunas que registran periódicos y revistas.
Son notables por su cantidad y calidad los textos y ensayos sobre el arte venezolano que han circulado en los años recientes. Bastaría recordar, a título informativo, obras como La Historia de la Pintura en Venezuela, dos tomos, de Alfredo Boulton (y un tercero de Carlos Silva), autor que ha hecho importantes hallazgos tanto en el aspecto icónico como en lo referente al trazado biográfico de algunos pintores venezolanos; Boulton se ha tomado el trabajo de verificar muchos datos que venían siendo repetidos mecánicamente de un autor a otro. Su aporte se centra básicamente en el rescate y valorización de la obra de Juan Lovera y Armando Reverón, y en su laborioso estudio del arte colonial venezolano, contenido en el primer tomo de su Historia y que constituye, ciertamente su principal contribución como investigador. Desde el punto de vista puramente referencial no puede pasarse por alto el resumen erudito que José Nucete Sardi reúne en su libro Notas sobre la Pintura y la Escultura en Venezuela 6, aunque se trata del tipo de estudio que, apoyándose en una tradición literaria, elude presentar un análisis plástico de estilos y obras. Más selectivo y menos erudito, Mariano Picón Salas procede también de un modo literario en su ensayo La Pintura en Venezuela, 7 que no deja de ser sin embargo, un esfuerzo de síntesis para resumir en un lenguaje metafórico las opiniones más corrientes que se tenían sobre la pintura venezolana para la época en que fue escrito dicho ensayo. Más original fue el trabajo que Picón Salas consagró a Reverón en 1939 8. Existe una compilación de carácter comparativo, que fue editada por el Circulo Musical: El Arte en Venezuela, obra que recoge, entre otros materiales, un conjunto de artículos importantes sobre nuestra plástica, debido a diversos autores. En esta misma obra puede encontrar el lector un estudio exhaustivo que de las nuevas corrientes, a partir del abstraccionismo geométrico, hizo el crítico Perán Erminy.
 En el campo de las publicaciones monográficas debemos mencionar, además de los citados trabajos de Boulton y de Planchart, una serie de ensayos de reciente data como los de Juan Röhl: Arturo Michelena (Editorial Arte, 1966); Fernando Paz Castillo: Entre Pintores y Escritores (Editorial Arte, 1970); Alberto Junyent: Emilio Boggio (Tabacalera Nacional, 1970); Francisco Da Antonio: Bárbaro Rivas (Círculo Musical, 1967); Rafael Pineda: Francisco Narváez, La pintura de Tito Salas, y en colaboración con Pedro Briceño, La Escultura de Venezuela (INCIBA, 1968 Y 1989); Juan Calzadilla: Federico Brandt y Julio Arraga (Ediciones Armitano, 1972), Cornelius Goslinga: Arturo Michelena (Universidad del Zulia, 1967), Hugolino Hernández: Andrés Pérez Mujica (Madrid, 1972), Roberto Guevara: Marcel Floris (Editores ARS, 1973), Gasparini & Duarte: Los Retablos del Período Colonial en Venezuela (Ediciones Armitano, 1966). Citaremos, además, las publicaciones monográficas correspondientes a las series Pintores Venezolanos (Edime, Caracas); Inciba-Arte; Enciclopedia Venezolana (Galería Li). También podrá ser de gran valor en el futuro una publicación como la que la Sala de la Fundación Mendoza consagró al arte precolombino de Venezuela. 9
===Diccionario de Artistas Venezolanos===

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