Introducción

La cantidad de desastres naturales a nivel mundial durante los últimos diez años triplica el número registrado durante la década de los años 60 y las pérdidas económicas ocasionadas por esta clase de eventos en el mismo período fueron 8 veces mayor, llegando a exceder los US $60.000 millones anuales. Para los años comprendidos entre 1993 y 1995 el Subcomité para la Reducción de los Desastres Naturales de los Estados Unidos estimó que las pérdidas anuales causadas por desastres naturales promediaban los mil millones de dólares a la semana[1].

En el contexto latinoamericano puede decirse que la tendencia mundial anterior no solo se mantiene, sino que pareciera agravarse. En el Caribe, los huracanes George y Mitch causaron más de 13.000 víctimas mortales. Mitch fue la peor tormenta atlántica  en 200 años e inclusive, tras su paso por Centroamérica durante el año 1998, ocasionó daños en infraestructura equivalentes a un retroceso de cincuenta años en el desarrollo de la vialidad y de las redes de servicios de los países mas afectados. [2]

En Venezuela se cuenta con suficiente evidencia sobre eventos naturales catastróficos ocurridos en el pasado, ampliamente documentados en el trabajo de respaldo que sirve de fundamento al presente programa (Anexo 1) y que, según todos los indicadores, seguirán repitiéndose en el futuro. El último gran desastre nacional -las devastadoras lluvias que azotaron la costa central de Venezuela durante el mes de diciembre de 1999- ha servido para evidenciar una vez más las deficiencias de los sistemas de gestión y manejo de desastres en la región. De nuevo un evento de conocida recurrencia histórica toma por sorpresa a una comunidad carente de las herramientas mínimas necesarias para responder a la emergencia. Las instituciones se ven, mas que colapsadas,  abrumadas por el impacto. El aparato de gobierno, ante la necesidad de responder de algún modo, se ve obligado a optar por lo que pareciera representar la única vía de intervención inmediata: la militarización de las operaciones. En general, se trata de un panorama bien conocido en la mayor parte de los países en vías de desarrollo que recientemente han sufrido desastres en estas latitudes.

El Ministerio de Ciencia y Tecnología, como ente rector del desarrollo científico y tecnológico de Venezuela, no escapa a esta reflexión y ha decidido, por primera vez en el país, desarrollar esfuerzos rigurosos en el sector de su competencia destinados a implementar acciones que pudiesen propiciar mejoras significativas en la política nacional de gestión de riesgos. De allí que, a fin de materializar su intención, incluya a la prevención y mitigación de desastres como una de sus líneas prioritarias y creó un programa de Gestión de Riesgos y Reducción de Desastres, respaldado por un equipo de expertos y estudiosos del problema, seleccionados entre los más calificados del país, a fin de desarrollar estrategias que permitan abordar la gestión del riesgo desde una plataforma científica, multidisciplinaria, objetiva e integral.



[1] Los datos citados son tomados del discurso pronunciado el 5 de julio de 1999 por el Secretario General de las Naciones Unidas, Sr. Kofi Annan, con ocasión del cierre del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres, en el Centro Internacional de Conferencias de Ginebra.

[2] Entre los daños asociados a este evento figuran un cuarenta por ciento de todos los puentes existentes derrumbados, cerca del noventa por ciento de la población afectada de modo directo y mas de un millón de damnificados.

 

UNA MIRADA AL SISTEMA  NACIONAL DE GESTIÓN DE DESASTRES