Laberintos
Luca Mariange / Quintero Franklin / Quintero Susana
Mapa de Jericó, siglo XIV, Biblia Farhi de Elisha ben Avraham Crescas
El hombre creó el arquetipo del laberinto que aparece en leyendas mitológicas y ritos religiosos, de numerosas culturas antiguas y primitivas a lo largo y ancho del mundo, reflejo del miedo ancestral y de la desorientación que el ser humano experimentó ante la naturaleza hostil y, como ser racional, también y fundamentalmente, miedo ante la vida.
En todas las culturas el laberinto está compuesto por un espacio perfectamente definido, de calculada geometría, pero engañoso por sus múltiples posibilidades y por la similitud de los elementos que lo conforman.
El laberinto recrea la variedad infinita de los bosques en su monótona similitud, los enredos de los senderos de las montañas, las vueltas y revueltas de lo desconocido, las estrellas del firmamento, que son a un tiempo ayuda y desvío de los navegantes, y para la que el hombre, sin embargo, encontró el orden absoluto e intrincado en el laberinto de las constelaciones.
El laberinto es también y quizás más que ninguna otra cosa, símil perfecto de la vida misma, con sus posibilidades, sus riesgos y su orden íntimo y sutil, para cuyo tránsito cuenta el ser humano con los escasos hilos de Ariadna.
El laberinto, al contrario que la naturaleza, o que la vida, se cierra en sí mismo, es abarcable, está hecho por el hombre como un teatro del mundo, y es en su centro donde se haya la respuesta, el mecanismo del sistema para hallar el tesoro, o la salida o la libertad.
El laberinto es, con todos sus pasadizos y vueltas, el resumen de las preguntas primordiales: ¿Cuál es el sentido de la vida?, ¿Cómo puede el hombre traspasar la muerte? Y es, también, la manifestación material de una búsqueda espiritual, aquella que trata de formar una unidad con el universo.
Según Cirlot (1991/p.265) el laberinto es una “construcción arquitectónica, sin aparente finalidad, de complicada estructura y una vez en su interior, es imposible o muy difícil encontrar la salida”.
Hay dos tipos de configuración del laberinto: circular y cuadrangular. Siempre hay en el una entrada y una salida cualquiera que sea su configuración espacial. La forma de la construcción para la circular y la rectangular es siempre la misma: partiendo de una cruz con cuatro segmentos curvos en el medio de los ángulos formados por los brazos, y con cuatro puntos en la parte interna de estos segmentos.
Los laberintos de forma cuadrada o rectangular son los más antiguos que existen; la primera representación conocida de un laberinto de éste tipo, se encuentra en una tablilla de Pilo y también la encontramos, como sello, en las tumbas del antiguo Egipto. Los laberintos de forma redonda o circular, aparecieron a fines del siglo VII a.c. en la Italia etrusca; más tarde, los encontramos en las monedas de Cnosos, a finales del siglo III y se cree que eran usadas como mapa del célebre Laberinto de Creta.
Laberinto trojeborg (ciudad de Troya), labrado en piedra, Visby, Suecia, descubierta en 1919.
Laberinto,Tablilla de Pilo, Grecia, XIII a.c
Cirlot (1991/p.265) señala que:
“… el laberinto posee un actualidad atrayente como el abismo, el remolino de las aguas y todo lo similar. Sin embargo, según Waldemar Fenn, ciertas representaciones de laberintos circulares o elípticos, de grabados prehistóricos, cual los de Peña de Mogor (Pontevedra), han sido interpretados como diagramas del cielo, es decir, como imágenes del movimiento aparente de los astros.
Esta noción no contradice la anterior, es independiente de ella y hasta cierto punto puede ser complementaria, pues el laberinto de la tierra, como construcción o diseño puede reproducir el laberinto celeste, aludiendo los dos a la misma idea (pérdida del espíritu en la creación, “la caída” de los neoplatónicos y la consiguiente necesidad de encontrar “el centro” para retornar a él)”
El laberinto es el símbolo de gran presencia en todo el mundo. Los laberintos simbólicos más antiguos suelen adoptar la forma de piedras talladas cuya datación resulta difícil, las de Pontevedra en Galicia (España) pueden remontarse al período entre 900 y 500 a.c., y el arte rupestre de Val Camonica (Italia), entre el 750 y 550 a.c.
Petroglifos de Mogor, Galicia, España
Petroglifos de Mogor, Galicia, España
Laberinto y danza de la grulla, Val Camonica, Italia
Un laberinto tallado a la entrada de una tumba en Luzana en Cerdeña (España), puede quizás remontarse al 2500 o 2000 a.c., si es realmente contemporáneo a su tumba y no tallado con posterioridad.
Los textos antiguos hacen a referencia cuatro grandes laberintos: el de Egipto ubicado en el lago Moeris llamado en la actualidad con el nonmbre árabe de Birket Qarun, en Creta, el griego de la isla de Lemnos y el etrusco de Clusis.
III Piramide de Amenemhat III en Hawara, Oasis del Fayoun, Egipto (cerca del lago Moeris)
Ahora bien, según algunos escritores la gran proeza de los egipcios no fue la construcción de las pirámides, como generalmente se opina, sino sus imponentes laberintos. Lo construyeron cerca del lago Moeris, conocido actualmente con el nombre de Birkat Qarun (el estanque de Coré), al oeste del río Nilo y a 80 kilómetros al sur de la ciudad del Cairo. El nombre egipcio del monumento era de Lapi ro hunt, que significa ” templo a la entrada del lago”, y de aquí viene el nombre griego de labyrinthos. También se llamó laberinto de Arsinoe, cuando Cocodrilopolis recibió este nombre, y por último, Casa de Carón.
Este laberinto se construyó en una época muy temprana de la historia egipcia, durante la dinastía XI. Fue el faraón Amenemhat III quien levantó este gran conjunto que además de residencia real comprendía las oficinas de gobierno y la sepultura del rey.
Herodoto, historiador griego, que en el siglo V a.c. vio este conjunto de monumentos lo describe así:
“Si se reunieran bajo un solo aspecto todas las fortificaciones y construcciones de Grecia, tal conjunto parecería haber costado menos trabajo y gasto que el laberinto… se compone de 12 palacios cubiertos, sus puertas se abren unas frente a las otras; seis por el lado norte y seis por el sur; un muro exterior único reúne todas las construcciones. Las cámaras son dobles, unas subterráneas y otras al nivel del suelo; hay 1500 por piso.
Hemos visto y atravesado las cámaras altas…; sólo conocemos las inferiores de oídas…el paseo a través de las cámaras y los circuitos en torno a los palacios nos causaron mil sorpresas por su variedad, pasábamos de un patio a las salas, de estas a las galerías, de las galerías a otros espacios cubiertos y de las salas a otros patios, los techos de todas las salas son de la misma piedra que los muros; muros y techos están adornados con multitud de figuras esculpidas”.
Cuatro siglos después, Estragón otro historiador griego, describe el santuario funerario del rey levantado sobre una meseta. Al fondo del recinto se erguía una pirámide de ciento diez metros de altura. Delante, en dos filas, se extendía una serie de palacios agrupados de dos en dos, precedidos cada uno de un peristilo que se abría a un patio rodeado de pórticos poco elevados.
Estos palacios eran tan numerosos como los “nomos” (cada una de las subdivisiones territoriales del antiguo Egipto) y los sacerdotes de cada nomo tenían su palacio en el que se reunían para celebrar el culto del rey.
Aunque servía como centro administrativo para los reyes de Egipto, su verdadera función era de carácter religioso. Era un templo donde se ofrecían sacrificios a todos los dioses de Egipto. Las cámaras subterráneas donde se encontraban tumbas de reyes y de cocodrilos sagrados, no estaban abiertas al público.
La importancia de este laberinto se comprende mejor cuando se analizan los ritos relacionados con el dios Osiris, quien, según los egipcios, había sido el pasado rey de Egipto.
Los egipcios recreaban anualmente la muerte de Osiris en el Drama del Misterio. Entre gemidos y llantos, sacrificaban ceremoniosamente a Apis, un toro sagrado, en representación de Osiris. Los llantos se tornaban en alegría cuando el sacerdote anunciaba que Osiris había resucitado.
Para los egipcios, su esperanza de vida se centraba en estos misteriosos acontecimientos. Creían que todo hombre, no sólo el rey, quedaba identificado con Osiris al morir. Se creía que el laberinto, con su desconcertante sistema de pasadizos, ofrecía al dios rey protección contra sus enemigos tanto en esta vida como en la siguiente, hasta contra la muerte misma.
La creencia en la inmortalidad humana terminó arraigándose en Egipto y en el resto del mundo antiguo.
Ahora bien, a imitación del laberinto egipcio, los griegos construyeron el legendario laberinto de Creta. Según Plinio, era cien veces más pequeño que el de Egipto. Había sido construido por Dédalo, unos 130 años antes de Jesucristo, por orden del rey Minos, cerca de la ciudad de Cnosos bajo de tierra y en él vivía el Minotauro, criatura hibrida que se alimentaba de carne humana y al que dio muerte Teseo guiado por el hilo de Ariadna, que le permitió encontrar la salida.
Para celebrar esta aventura, Teseo instituyó entre los mancebos y doncellas salvados por él, una danza, la cual en Délos si convirtió en ritual y que reproducía en sus movimientos las múltiples revueltas del laberinto.
El hecho de que Teseo evadiera del laberinto simbolizó su renacimiento, su evasión de la muerte, así se percibe nuevamente la doctrina de la inmortalidad humana.
No obstante, los más recientes estudios se deduce que el famosos laberinto sólo ha sido una gruta profunda, antigua cantera abandonada, cerca de Gortyna, y no de Cnosos, como afirma la mayoría de los autores. Es posible que en esta gruta se encerrara a los prisioneros de guerra, como ocurría en los de Siracusa, dejándolos allí morir de hambre, y que de este hecho diera origen a la fábula de las juventudes sacrificadas al Minotauro.
Teseo luchando contra el Minotauro. Krátera de figuras rojas (c. 470 a. C.)
Teseo luchando contra el Minotauro. kylix ático de figuras rojas, con representación de laberintos
Según la leyenda la ciudad de Atenas perdió una guerra ante Creta, y a sus habitantes se les impuso el tributo de enviar cada nueve años catorce jóvenes, siete muchachos y siete doncellas, como sacrificios para el Minotauro. Los soltaban en el laberinto, donde se perdían y supuestamente eran devorados por él.
Las monedas autónomas de Cnosos tenían en el anverso el Minotauro o el laberinto, en distintas formas, y algunas en el reverso la escena del héroe y el monstruo.
Monedas, Cnosós, Creta. c. 350-200 a.c.
Monedas, Cnosós, Creta. c. 350-200 a.c.
Monedas, Europa y el Laberinto,Cnosós, Creta. c.220 a.C.
Monedas, Europa y el Laberinto, Cnosós, Creta. c.220 a.C.
Monedas, Mujer y laberinto en forma de esvástica, Cnosós, Creta. 330–300 a.c.
La palabra laberinto probablemente está relacionada con lábrys, término con que se denominaba un hacha de doble filo que representa los dos cuernos del toro sagrado. Este era un símbolo sacro venerado en Cnosós, por ello se ha lanzado la hipótesis de que laberinto significa “Palacio de la Labrys”
Hacha o Labrys, Creta
Otro, laberinto en la Isla de Lemnos, que según Plinio, fue construido según los modelos antiguos. Se diferenciaba por tener 150 columnas, elegantemente afincadas en el piso. Este laberinto fue construido por el arquitecto Rhokos y Teodoros.
Fue famosa también en la antigüedad la tumba de Porsenna, descrita por Plinio y construida en los últimos años del siglo VI a.c., en Clusis (Etruria). Tenía base cuadrada, era de piedra, de trescientos pies de lado por cincuenta de alto y estaba adornado con una pirámide en cada ángulo y otra en el centro con una altura de 150 pies por 75 de base.
En las excavaciones de villas y otros edificios romanos efectuadas por toda Europa, se han encontrado numerosos restos de pavimentos de mosaico con motivos laberínticos. Pero las ideas mitológicas se propagaron a lugares más distantes, por toda Europa, la India, África y hasta América.
En un friso del templo de Halebid (Mysore India) hay una sección que incluye un laberinto. Data del siglo XIII d.c., aproximadamente e ilustra un episodio del Mahabharata.
Tapuat o laberinto, indios Hopi, Arizona, Estados Unidos
Los pequeños dibujos de laberintos, como los de los , pueden haber servido de símbolos en las construcciones mayores, tanto reales como míticas.
Los chinos, quienes creían que los malos espíritus sólo podían volar en línea recta, construían entradas que imitaban un laberinto simple para que estos no pudieran penetrar en sus casas o ciudades.
En Escandinavia hay más de seiscientos laberintos de piedra en las orillas del mar Báltico. Se cree que muchos de ellos los construyeron pescadores que, por superstición, los recorrían para asegurarse una abundante pesca y un buen regreso.
Está claro que el símbolo del laberinto guarda estrecha relación con la muerte, como lo atestiguan la tumba del rey Porsenna y la de Luzzanas. Los laberintos circulares son similares a las espirales que aparecen grabadas en muchas tumbas prehistóricas, como el espiral triple de la galería funeraria de Newgrange, Irlanda.
Galería funeraria de Newgrange, Irlanda, hacia 3200 a.c.
Representación artística de la estructura de la tumba de Newgrange
Es posible que los laberintos fueran mapas del mas allá, para que el alma en tránsito supiera qué camino seguir. En tal caso serían símbolos de la muerte, pero de igual forma podrían haber simbolizado la reencarnación, pues si el alma es capaz de llegar al centro del laberinto, puede también volver a la salida y renacer.
Ciertos rituales muestran una clara relación del laberinto con la muerte y el renacimiento. En la lejana isla de Melekula, perteneciente a las nuevas Hébridas, hubo un laberinto trazado en la arena denominado el camino. El espíritu de todo hombre difunto tenía que recorrer este camino a la tierra de los muertos, y en él encontrar el espíritu guardián femenino. Cuando un alma se aproximaba, su protectora borraba parte del camino, obligando al espíritu a recomponer el itinerario para continuar su viaje y poder renacer en una nueva vida.
Mapa del camino al “País de los muertos” por los Desana (Vaupés,Colombia)
Mientras tanto, en Europa, los ritos laberínticos adoptaban a veces la forma de danza.
En Inglaterra se utilizaban laberintos de hierba en los festivales primaverales de pascua y del 1 de Mayo, celebraciones del renacimiento, aunque se desconoce la naturaleza exacta de tales rituales. Sin embargo, en Escandinavia se recuerdan algunos juegos llevados a cabo en laberintos de piedra relacionados con el retorno de la fertilidad en primavera.
En Finlandia y Suecia existen varios laberintos donde los jóvenes debían ingresar con el fin de rescatar a una muchacha aprisionada en el centro. Estos laberintos se les llamaban a veces Jungfraudanser o danzas de la Virgen. En una pintura mural del siglo XV existente de la iglesia de Sibbos, Finlandia, se ve un laberinto con una figura de mujer en el centro. Este tema, el rescate de la mujer encerrada en un laberinto, aparece también en el mediterráneo y en la India y es indudable que en estas zonas el laberinto guardaba relación con los ritos primaverales de fertilidad.
Reignac-sur-Indre, Laberinto vegetal más grande del mundo, Francia
En algunos sitios, el diseño del laberinto se ha utilizado como talismán mágico para la buena suerte; estos diseños fueron empleados como protección ante los espíritus malignos o los lobos: es posible que algunos de los laberintos más antiguos que aparecen en sellos y en tejas, por ejemplo, se utilizaran también como protección.
Cuando los cristianos adoptaron el laberinto, adaptaron su significado a las necesidades de la religión transformándolo en el camino de salvación. La utilización más antigua en un contexto cristiano es, probablemente el laberinto grabado en el pavimento de una Iglesia de Orleansville, Argelia, actualmente conservado en la catedral de Argel, se remonta al siglo IV d.c., en el centro muestra una inscripción con las palabras SANCTA ECLESIA, repetidas en un gran diseño cuadrado.
De lo muchos laberintos notables que aparecen en los edificios religiosos de la cristiandad encontramos que el más famoso es el de la Catedral de la ciudad francesa de Chartres. Fue construido en 1235, con piedra azul y blanca y tiene un diámetro aproximado de 10 metros.
Durante casi 1500 años, siempre ha habido una iglesia o una catedral en la colina de Chartres, la actual es el sexto edificio elevado allí; el fuego destruyó los cinco primeros, pero siempre se levantaba una nueva para celebrar la fe. La catedral actual es uno de los 80 grandes monumentos góticos construidos en Francia tras el regreso de los templarios a tierra santa en 1128.
Otras catedrales e Iglesias medievales de Francia e Italia como la de Amiens, Bayeux, Orleans, Ravena y Toulouse, tienen grandes laberintos en el pavimento. El de Reims fue destruido hace doscientos años y el de la catedral del Mirepoix ostenta un minotauro en el centro.
Laberinto, Catedral de Chartres, Francia
Plano de planta y laberinto, Catedral de Reims, Francia
Plano de planta y laberinto, Catedral de Amiens, Francia
Suelo de la nave con laberintos, Catedral de Amiens, Francia
Suelo de la nave con laberintos, Catedral de Amiens, Francia
También en las iglesias inglesas se conservan algunos laberintos interesantes. En la pila Normanda de la Iglesia de Lewannick, Cornualles, hay tallados varios diseños geométricos, entre ellos un espiral y un laberinto sencillo; en la Iglesia de Santa María de Recliffe de Bristol hay un pequeño relieve en el techo con un laberinto del siglo XV. Aparecen laberintos en los pavimentos de la Iglesia de Bourn, Cambridgeshire, y en la catedral de Ely, aunque esta última se construyera ya en 1870.
Algunos autores interpretan estos trazados como un emblema del camino hacia Jerusalén; otros creen que servían para efectuar peregrinaciones, recorriendo los fieles descalzos o de rodillas, las líneas marcadas en el suelo, en compensación de alguna ofrenda de peregrinación que por cualquier causa no pudieran realizar. Viollet le Duc, opina que se trata nada mas que de un capricho de los arquitectos de la época.
Para Jantzen (1959/p.92, 93):
“Los constructores de las catedrales clásicas utilizan las más monumentales de las firmas para dar a conocer su participación descollante en la obra: es la forma del “laberinto” que se inscribe en el piso de la nave central. […] Algunas veces se ha supuesto que los giros del laberinto también pudieran tener un sentido místico, pero lo ignoramos.
En los laberintos originalmente inscritos en la nave central de Reims y de Amiens, tal como ocurre en Chartres, figuraban los nombres de los maestros constructores que habían participado en la construcción de la catedral. Sabemos que el laberinto de Reims estaba formado por la figura geométrica de un cuadro biselado, cuyos caminos interiores se dirigían a un octágono central, figura que se repetía en los extremos de sus diagonales.
En estas figuras de las esquinas se inscribían los nombres y el sello de los maestros del siglo XIII. Los atributos con que se les distinguían señalaban su profesión de arquitectos, y el orden en que se los señalaba era evidentemente el de su intervención en los trabajos. […] Es posible que también en la placa central del laberinto de Chartres se registraran los nombres de los arquitectos, pero, lamentablemente ningún dato al respecto ha llegado hasta nosotros”.
Al contrario Charpentier (1973/p.241) afirma que:
“Se ha hablado mucho de simbolismo a propósito de esos laberintos. Y esta fuera de duda que sea un símbolo alquímico, pero no puede dejarse de notar que el laberinto de Chartres (como tampoco el de Amiens o, antaño, el de Reims) no es, hablando con propiedad, un laberinto, en el sentido en que es imposible extraviarse en él, pues no tiene mas que “un camino” que conduce al centro.
[…] Lo cual indica que se tiene especial empeñó en que las gentes que se encaminan por el “Dédalo” sigan por un trazado determinado; que recorran un camino y no otro. Y ese camino debía ser recorrido a un ritmo, según un ritual.
Pero el caminar ritual no es caminar; ¡es danza!
El laberinto es un camino de danza escrito en el suelo. Es una aplicación razonada de las virtudes de la ronda.
Reflexionemos. Nos encontramos en un lugar que ha sido escogido para la utilización por el hombre de una corriente telúrica que aflora, y que debe tener sumas analogías con las corrientes magnéticas.
Ahora bien, es un resultado bien conocido de las corrientes magnéticas que todo cuerpo en movimiento en los campos de esas corrientes adquiere propiedades particulares. Es, incluso, el modo como se fabrica la electricidad, haciendo girar un rotor en un campo magnético, natural o artificial.
[…] Hacer girar a un hombre, de forma determinada, en un campo, será provocar en ese hombre acciones determinadas.
[…] El hombre llegado al centro del laberinto, tras haberlo recorrido ritualmente, tras haberlo “danzado”, será un hombre transformado y, que yo sepa, en el sentido de una apertura intuitiva a las leyes y armonías naturales; a las armonías y a las leyes que él quizás no comprenderá, pero que sentirá dentro de sí, de las que se sentirá solidario y que serán para él el mejor test de verdad, como el diapasón es el test del músico”.
Fulcanelli (1974/p.59) resume ambas posiciones cuando afirma que:
“La imagen del laberinto se nos presenta, pues, como emblemática del trabajo entero de la Obra, con sus dos mayores dificultades: la del camino que hay que seguir para llegar al centro (donde se libra el duro combate entre las dos naturalezas) y la del otro camino que debe enfilar el artista para salir de aquel. Aquí es donde se necesita el hilo de Ariadna, sino quiere extraviarse en los meandros de la obra y verse incapaz de salir”
Encontramos la presencia de los laberintos en muchos otros casos más allá de toda implicación simbólica. En la Inglaterra del siglo XII aparecieron en los jardines como elementos decorativos o lúdicos; inicialmente se pusieron de moda los jardines con laberintos sencillos, pero poco a poco se fueron complicando hasta tomar formas mas intrincadas.
La forma laberíntica está fuertemente arraigada en la psiquis humana. Las ciudades de todas las civilizaciones y tiempos parecen conformar grandes laberintos. Si vemos las plantas de Tenochtitlan, de la Roma Imperial, los Burgos Medievales o las grandes metrópolis contemporáneas, inmediatamente sentiremos las herencias legada por los símbolos ancestrales a la cotidianidad del hombre, que consciente o inconscientemente busca relacionarse de forma efectiva con su entorno a través de ellos.
Presente en los lugares mas dispares, sentimos la presencia del laberinto en las piedras de Stonehenge, en los Mandalas antiguos o los amuletos celtas, sin poder determinar exactamente su significado u origen.
Mapa de Tenochtitlan, 1524
Burgos, Capital del Reino de Castilla desde1085 d.c., España
Favelas y rascacielos en Río de Janeiro, Brasil, Siglo XX
Stonehenge, hacia 3100 a. c., Gran Bretaña
Stonehenge, hacia 3100 a. c., Gran Bretaña
La Atlántida
Imagen térmica del cerebro humano.
Machu Pichu, Cuzco, Perú
Plano de Machu Pichu, Cuzco, Perú
Cóncavo y convexo Maurits Cornelis Escher,1955
Mandala
Bibliografía
ARNOLD, Paúl. Los Grandes Inspirados: fundadores de religiones de Pitágoras a Mahoma. Barcelona, Plaza Janés, S.A., 1973.
Atlas de lo extraordinario. Lugares misteriosos. Volumen I y II. Ediciones del Prado.
BENTON; William. Enciclopedia Británica. Inglaterra, 1768.
CIRLOT, Juan Eduardo. Diccionario de símbolos. Barcelona, Editorial Labor. 1991.
CHARPENTIER, Louis. El Enigma de la Catedral de Chartres.
Diccionario enciclopédico Salvat. Madrid, Salvat Editores, S.A, 1986
Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Barcelona. Hijos de J. Espasa, Editores.
FULCANELLI. El Misterio de las catedrales. Editorial Rotativa, 1957
GABAN, Jesús. Viajes por el tiempo, Laberintos 2. España, Ediciones B. 1995
GREEN, Michael. Tras el diente del dragón. España. URANO. 1994
JATZEN, Hans. La arquitectura gótica. Barcelona, Editorial Nueva Visión, 1959
La aventura de la Historia. Año 1. Número 3. Enero 1999. Pág. 67
Monitor: Enciclopedia Salvat para todos. Pamplona, Salvat S.A. de Ediciones.
Nueva Enciclopedia Temática. Barcelona, Editorial Cumbre, S.A. 1988
PIRENNE, Jacques. Historia de la Civilización del Antiguo Egipto. Barcelona, Editorial ÉXITO, S.A.
Touring Club italiano. Napoli e Dintorni.