FUNDAMENTOS PRACTICOS Y ÉTICOS DE HOMICIDIO


Toda persona tiene culpas sobre sus hombros, al ser asesinado paga, se hace justicia.

El homicidio es una forma de control de la naturaleza.

Matar no es más que un acto entre millones de actos semejantes. El sol sigue saliendo cada mañana.

Una persona asesinada no es más que un depredador menos.

Toda persona no es más que una redundancia, una cacofonía infinita, una célula más entre miles de millones de células del cuerpo del mundo.

Nadie es imprescindible.

Matar protege el ambiente. Cada persona produce veinte kilos de desechos diarios.

Matar es el arte superior. El hombre se realiza a través del arte.

El fin siempre justifica los medios. No hay mayor satisfacción que el logro alcanzado.

Nada causa tantas emociones, tanta felicidad y satisfacción, como un asesinato bellamente ejecutado.

El homicidio es un evento que conmociona positivamente a la familia y los amigos de la víctima. El roce con la muerte los hace sentir vivos, les despierta inquietudes, sentimientos nobles. El cerebro pasa a operar a su máxima capacidad. Hacen preguntas, especulan sobre el culpable y las razones del crimen, cuestionan la existencia y las reglas del juego social, especulan sobre el plan divino, dejan de ser una oveja del rebaño. O bien, les hace comprender las esencias de la existencia, de la condición humana.

El crimen es la industria más floreciente de la tierra, cumple una función social y económica imprescindible. Crea una estructura gigantesca: fábricas de armamentos, tribunales, cuerpos policiales, cárceles, despachos de abogados, funerarias, oficinas forenses; vende periódicos, libros, películas, medicinas, da trabajo a sacerdotes, médicos, policías, jueces, fiscales, periodistas, escritores, enterradores, profesores, etc.

Nada ha desarrollado el hombre con más eficiencia que el arte de matar. Desde el comienzo de los tiempos hasta hoy, en todos los continentes y culturas, el hombre ha creado instrumentos de muerte cada día más sofisticados, eficientes y masivos. El país, los países más desarrollados, más poderosos hoy, son aquellos que han creado las armas más destructivas. Nadie ha matado más y mejor en la historia de la humanidad que los gobernantes de estos países, en nombre de la civilización.

La inversión en la investigación para el desarrollo de armas produce avances científicos que benefician colateralmente a la medicina, la ingeniería, y demás ciencias altruistas.

El asesinato es el elemento más significativo de la cultura predominante. Todas las formas de arte, los medios de comunicación, las religiones, los gobiernos, todos, difunden la cultura de la muerte.

Matar es el poder superior. No hay forma de dominación más absoluta que el homicidio.

El asesino es un ser humano. Se deshumaniza a los asesinos en las ficciones, se los hace monstruosos, distintos, con la vana ilusión de que no parezcan humanos, para negar lo evidente: todos somos asesinos en potencia.

Todos llevamos un asesino entre pecho y espalda.

Puede ofrendarle el crimen a su dios, pero si le estorba, mátelo. Resucítelo si luego necesita consuelo, perdón, etc.

Matar es el placer máximo, es un rito extraordinario y conmovedor. Dios es el que mata. Somos dios cuando matamos.

(Recuerde siempre: Matar es un acto que debe ejecutarse bellamente).

Ya es hora de terminar, a las nueve tengo mi reunión de Católicos Anónimos (pasé por Ateos Anónimos pero estaba mal diagnosticado).

Por cierto, les hago una invitación a participar en los distintos grupos de superación: Obsesivos Anónimas, Histéricas Anónimos (nunca falto a éste), Chavistas Anónimos, Oligarcas Anónimos.

Buenas Noches. ¡ Gracias por acompañarme !