Aproximaciones hacia la estética en el pensamiento de José Manuel Briceño Guerrero
Liliana Rojas
Primera aproximación
La presente investigación realizada para la cátedra de Estética II pretende tratar el problema de la identidad de Latinoamérica, sustentándose en las teorías y reflexiones del reconocido filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero, y más específicamente en dos de sus publicaciones: ¿Qué es la Filosofía? y América Latina en el mundo.
Primero, haremos algunas consideraciones sobre aquello que creemos propio de la condición humana: el acervo cultural, repasando para ello el concepto de cultura y su motivación, sistemas, dinámica, sus medios de conservación y difusión.
Posteriormente estableceremos un parentesco entre Venezuela y Occidente en sus formas culturales, que nos permita distinguir las manifestaciones de la cultura no europea en nuestra idiosincrasia, en lo que respecta al arte y la literatura.
Seguidamente, haremos un análisis del proceso y los modos de homogeneización cultural emprendido por Occidente, y de la situación de América Latina en medio del mismo, para así poder establecer las condiciones necesarias para que viva la convicción de reunimos alrededor de un pensamiento originario en el mundo de la filosofía, en otras palabras, que pueda surgir un “Filosofar” en Venezuela.
Para cerrar la investigación, tomaremos en cuenta las reflexiones del autor acerca del puesto que ocupa Latinoamérica en el mundo, sus actividades, funciones y servicios, dejando abierto el tema, con algunas consideraciones sobre las posibles misiones de Latinoamérica en el futuro.
El acervo cultural como condición humana
Su obra toca como tema central el problema que padecemos los venezolanos (latinoamericanos), al momento de identificamos como seres mestizos, ya que llevamos en nuestro ser y en nuestro hacer, códigos, lenguajes, conductas, sistemas y estructuras que entre sí se oponen.
Muestra clara de ello, serían las formas y los sistemas -educativo, político, económico, social- todos ellos impuestos y amoldados a modelos europeos, pero mal adaptados y resquebrajados.
Tal es el caso de la desorientación a todo nivel, tanto en la formación educativa, en el desarrollo de las artes, como en el desempeño de la vida cotidiana civil, que presenta el conflicto de no saber qué rasgos (positivos) nos identifican como venezolanos.
En su trabajo, ¿Qué es la filosofía? Briceño plantea cómo se puede hablar de filosofía en Venezuela, y con este fin inicia un diálogo que desarma por partes la desorientación en la identidad colectiva, y, aunque no propone resoluciones finales, sugiere algunas hipótesis del problema.
En este diálogo, interpreta el acervo cultural como una condición propia al hombre que vive en comunidad, como medio de aprendizaje, como concepción del universo. Para llegar al caso específico de Venezuela, primero considera la condición humana en conjunto, toma en cuenta los aspectos que definen y conforman la cultura y su sistema, en el que cada parte sostiene por interdependencia mutua.
Briceño dice que la humanidad como estructura específica, invariablemente establece una comprensión de lo que es y de lo que no es, del todo y la nada, del mundo y del hombre, por tanto, del sentido de la vida. En ello descansan los rasgos característicos de cada cultura, cuya comprensión “orienta la consciencia cuya esencia y manifestación es el lenguaje, espejo viviente del universo”. (BRICEÑO, J. 1962. p. 15)
Considera que el hombre, aunque en su aspecto físico-biológico comparte con el reino mineral y animal su servicio a las leyes naturales, el ser humano en su desarrollo se distingue por la indeterminación de su conducta y por no poseer mecanismos instintivos que garanticen su supervivencia.
Hace mención del proverbio popular que dice, “Nadie nace aprendido”, para explicar la dependencia absoluta del hombre a la educación, ya que aprende todo conocimiento mediante un proceso educativo o formativo, que adquiere a través de la cultura 1. Esta, cultiva por medio de la herencia de valores 2 y tradiciones que a su vez se inculcan en las nuevas generaciones o generaciones en formación, así “cada hombre, es portador, transmisor y, a veces, creador de cultura”. (Ibíd. p. 12).
Señala, que dentro de la sociedad se establecen reglas de comportamiento basadas en deberes y derechos con el fin de mantener cierto orden, que permitan la convivencia en comunidad. Ese orden, es creado y mantenido por el hombre, quien precisa las reglas para organizar la vida social, esos derechos pueden estar escritos en leyes y códigos, o enseñarse como valor en la cotidianidad del colectivo.
Establece, que la cultura tiene dinámica propia y se conserva por tradición, casi por inercia, y que logra períodos más o menos largos de estabilidad, pero está expuesta a cambios drásticos y a momentos de crisis producto de contradicciones internas, invasiones, guerras, catástrofes naturales, avances técnicos, o que simplemente, sufre cambios en cada generación, “porque su dimensión es el tiempo, su modo de ser el devenir” (Ibíd. p. 15). Por ello, si una cultura es desarticulada, desmantelada, arrasada, o es precaria, es sin duda el reflejo de la finitud y la precariedad del hombre. En tal caso, queda el hombre “a solas con su libertad y su radical angustia” (ídem).
Independientemente, explica Briceño, de su precariedad o su estabilidad, es propio de la condición humana – sea por frustración a causa de la vida en su totalidad o en particular, por sensibilidad, o por asombro -, que el hombre alguna vez se enfrente consigo mismo y perciba lo efímero de su “absurda existencia”, que, incomodada por incesantes trabajos y preocupaciones que no garantizan definitivamente una cómoda seguridad, invariablemente está “condenada a dejar de ser’. Consecuentemente, según el autor, se crean lo que él llama mitos cardinales que condicionan la existencia humana, opacando cualquier esplendor en tiempo presente.
Así, los dos mitos cardinales por excelencia son la utopía y la idea del paraíso perdido, que se hallará tras la llegada de un salvador, o que debe alcanzarse por sus propios méritos tras muchos sacrificios, o después de la culminación de un proceso histórico. Por su parte, la utopía propone que hubo un tiempo en que todo era armonía, un lugar donde todos eran felices, allí no existía miseria ni injusticia.
Recorriendo la vida por estos caminos, queda el tiempo presente bañado por un toque de nostalgia por el pasado, o el futuro, bajo un brillo divino que nunca se llega a alcanzar. En cada cultura se fomentan estos mitos, en mayor o en menor grado, sin embargo, conducen a nuevas formas y nuevos proyectos expuestos al éxito o a la frustración.
En su hipótesis, el individuo presenta conflictos “intra o inter culturales” (Ibíd. p18) que suelen presentarse, tanto por la ignorancia como por la consciencia fatigosa de sentirse ubicado y categorizado por el molde cultural, infundidos mediante la educación; la cual, según Briceño, no parece consistir en otra cosa que en crear los elementos y las circunstancias para dar a la vida una ilusión teatral, inculcando a sus interpretes roles o papeles para la pieza teatral en la que no se suele improvisar, dirigida por los valores culturales que perpetúa mediante la tradición.
Pero por su carácter perecedero, según el autor, puede la cultura en ciertos momentos, hallarse como un teatro en minas, abandonado a la indeterminación, en el que todos los personajes actúan de manera autómata, como marionetas. Sin embargo, independientemente de estar la cultura en un nivel incipiente, en esplendor o en decadencia, el hombre vive en un mundo cultural, determinado por su idiosincrasia, que determina en gran medida su estilo de vida, su quehacer, modela su sensibilidad y su pensar.
Así, llegamos a lo que respecta a la cultura venezolana y su relación con occidente. Acepta el autor, nuestro parentesco de “línea bastarda” con occidente, que en sus formas culturales no logra adaptarse totalmente al conjunto humano que intenta configurar.
Agrega, que desde el encuentro traumático de las tres tradiciones, india, occidental y negra, dos de ellas fueron desarticuladas y asimiladas, imponiéndose la tradición occidental con sus formas y sistemas. Resalta como aspecto importante para la problemática de la identidad, la imposición de los códigos de lenguaje, sus modos de conservación y sus medios de difusión.
Briceño identifica, a los venezolanos (latinoamericanos) como un pueblo mestizo de cultura sincrética que asume una idiosincrasia que no es ni le será propio del todo nunca, por no haberla creado. Además considera, que aun cuando las formas occidentales tengan un asentamiento parcial en las nuestras, tampoco se pueden afianzar por no ajustarse por completo a nuestras necesidades como colectivo.
En nuestra idiosincrasia mestiza, constituida también por restos de culturas no europeas, se expresa aquel bagaje que no pudo ser oculto, oprimido o inhibido por las formas europeas.Refiere, en ¿Qué es la filosofía?, – abarcando un amplio espectro -, aquellos aspectos en los que se manifiestan negativamente los rasgos no europeos de nuestra idiosincrasia.
Para esta investigación, que busca las aproximaciones a la estética en el pensamiento del filósofo José Manuel Briceño Guerrero, es de interés su opinión con respecto a la literatura y la producción artística por considerar que en ellas se expresa el “facilismo” (como rasgo negativo) en mayor grado que “los signos de un estilo literario y un lenguaje plástico propios” (Ibíd. p.47), y aunque se encuentran, según él, hay que buscarlos mucho. Señala como obvio, el predominio de “la emoción sobre el pensamiento, la magia sobre la razón, el mito sobre la historia, la corazonada sobre el cálculo” (Ibíd. p.48),
En la ejecución de proyectos, en las opiniones, en los enfoques y quehaceres de la vida cotidiana. Se expresa el asombro, de cómo hasta entonces (1962), no se ha hecho una lectura atenta de la arquitectura y la decoración interna de los medios sociales de nuestro país, ya que la arquitectura da evidencia de la cohesión de los aspectos de la cultura, pudiéndose usar como medio de auto compresión nacional, por lo mucho que revela.
Por la condición de estructura no autónoma de nuestra idiosincrasia, esta asume de forma ociosa cualquier planteamiento para liberarse de los esquemas de Occidente, así como los cuestionamientos de cuales serían las nuevas formas, o a dónde nos conducirían esas formas. Aunque, con esa liberación cree que nos enfrentaríamos íntima y auténticamente con total compromiso a nuestras propias formas de sistema y a sus problemáticas, ejerciendo total libertad y con “genuina autonomía existencial” (Ibíd. p.49).
Afirma sin embargo, que la realidad es otra, ya que nadie o pocos (tanto entonces como actualmente) se negarían a las ideas europeas de “desarrollo”, “industrialización”, “progreso”, “educación”, o al cultivo de las artes y las ciencias, o al estudio de las letras y del pensamiento europeo, ya que aquel que viva en esa posición será calificado irremediablemente de loco.
De esta manera, quedan las gestiones de los gobiernos, los profesionales y todos los habitantes, centradas en la empresa de igualarnos con occidente. Ya que, igualarse con occidente, en el campo intelectual, científico y artístico, significa la “máxima consagración”, y punto más alto al que se puede llegar como profesional o especialista. Así el reto es estar al día con las técnicas y movimientos europeos y norteamericanos en cada rama del hacer cultural.
Esta idea continúa con la alienación de lo que Briceño llama, “nuestra radical libertad” y, promueve que “las oscuras fuerzas creadoras de nuestro pueblo” se sigan manifestando mayormente de manera negativa. Y si además, rechazándolas y omitiéndolas no haremos más que seguir enajenándonos aun más.
Propone a aquellos que se aplican a la reflexión filosófica, romper con la enajenación producto del hecho de instalarse en una de ellas.
Briceño, sin menospreciar la tradición filosófica europea como potencia estremecedora de las ideologías emergentes, de las luchas intraculturales, sugiere que se deben dejar vivir las formas indias y negras que conviven en sincretismo con la occidental, separándolas únicamente para distinguirlas y así, poder asumir totalmente esta cultura que no hemos inventado.
Sólo a través de la búsqueda en nuestros más profundos estratos, se puede alcanzar a aceptar lo que somos como pueblo y emprender una interpretación de nosotros mismos. Interpretación que posibilita retomar nuestra libertad.
Concluye, que hay que hacer un largo viaje hacia nosotros mismos para poder hacer una interpretación propia sobre el ser y la nada, que tenga su concepción del conocimiento y del valor, y más aún que se dirija a la totalidad para poder saber y hacer nuestro destino. Para que de esta manera, pueda surgir un filosofar en Venezuela.
América latina en el mundo
El filósofo, José Manuel Briceño Guerrero en su trabajo América Latina en el mundo, introduce el tema retomando algunas consideraciones ya expuestas en su obra ¿Qué es la filosofía?
En su planteamiento Briceño, expone que la conducta humana no está predeterminada instintivamente, sino que deja un amplio margen para la escogencia y creación de los medios a utilizar en el logro de los objetivos a lo largo de su vida. Los procesos formativos de cada ser humano suponen, según el autor, la existencia de la comunidad. Por lo cual, define al hombre como “zoon politikón: ente que vive necesariamente en sociedad y ha de crear y modificar sus formas de convivencia” (Briceño. J. 2003. p.15);
y que, para satisfacer la necesidad de la comunidad establece una estructura económica-política, con creencias y sistemas de representaciones, conjuntos de hábitos y costumbres que rigen el sentir, el pensar y el hacer de los individuos y del grupo y, por consiguiente un lenguaje: necesario e implícito en la existencia de toda sociedad humana. Estas formas, están constituidas y mantenidas por la inercia conservadora de la tradición cultural, que presenta cada una su línea de desarrollo.
En el trabajo de Briceño, es de máxima importancia la cultura a la que pertenece cada individuo, ya que ésta determina la manera de concebir y vivir las relaciones consigo mismo, con los demás y con el mundo. Cuando la presencia de nuevas problemáticas exige cambios en los contenidos y las estructuras sociales, el individuo muestra en “el campo de la personalidad” sus reacciones, que podrían ser conformistas o -al contrario- reveladoras.
Con respecto a la condición biológica y cultural del hombre, Briceño asegura que ésta “lo limita y lo libera” (Ibíd. p. 20), explicando que, lo libera puesto que sólo dentro de la limitación puede haber libertad. A propósito de esto cuestiona “¿qué es la forma sino un límite?” afirmando que, “Lo característico de un ente es estar limitado, de lo contrario no sería”… (lbíd. p. 21).
Según esto, concretamente no puede haber libertad dentro de la sociedad sin un sistema de leyes, evidencia de ello es que ningún juego existe sin reglas. Tomando como ejemplo al ajedrez -como juego ancestral de fuerzas que pugnan por la supremacía estratégica de la guerra- veríamos que pueden abolirse las reglas y tradiciones e inventar otras, pero se trataría de otro juego con reglas propias.
En el carácter lúdico de la vida, según el autor, se corre con la suerte y el azar que radica en la habilidad de los jugadores y el grado de voluntad que hay en jugar un papel de marioneta. La guerra incluye las más sutiles manifestaciones del encuentro entre poderes antagónicos.
En su obra, el filósofo expone la imposibilidad actual del aislamiento cultural debido a la interdependencia entre las naciones y las repercusiones de cada una de ellas en todas las demás. Como un claro ejemplo del predominio y “universalización» de una cultura sobre las muchas que en el mundo han existido, se impone la cultura occidental a nuestra atención “con una urgencia impostergable” (Ibíd. p. 23).
La existencia actual de un proceso de homogeneización cultural que intenta unificar a la humanidad en el futuro, apoyada en las mismas estructuras occidentales y regida por un solo gobierno, asimila otras culturas, exterminándolas, y en algunos casos esclavizándolas o utilizándolas como instrumentos, mientras las clasifica como “subdesarrolladas”. Incluso aplican el epíteto, a países y a pueblos de grandes culturas no occidentales que aún existen, y a los llamados “pueblos primitivos”.
En esa perspectiva, la posición de Venezuela, y más ampliamente, la de Ibero América, cae bajo la categoría de “subdesarrollada”, por estar emparentada con la cultura occidental solamente por el mestizaje. Venezuela ha adoptado desde el principio las formas institucionales europeas, -de los españoles por imposición y de otros países por libre imitación- sin que ninguna de éstas llegara a calar profundamente. Como consecuencia, según Briceño, nos hallamos “con un modelo de vida colectivo esquizoide, incluso esquizofrénico” (Ibíd. p.24), que, por un lado presenta leyes e ideas de concepción racional y por el otro, una conducta social “orientada por oscuros criterios clánicos y empresas de otro orden” (Ídem) en las que predomina lo emocional sobre lo intelectual y ronda libremente la magia.
De esta manera, manifiesta el autor la inexistencia de instituciones y formas lingüísticas de expresión adecuadas a nuestra idiosincrasia, ya que ambas le han sido impuestas desde afuera. No son, por lo tanto, de nuestra creación, y no se han modificado lo suficiente, así que se tiende a romperlas buscando formas propias en “la voluntad ciega y violenta, surge así la necesidad de devenir lo que es, sin lograrlo”. (Ibíd. p. 25).
Acerca de la lengua americana, considera que trata constantemente de nacer, pero es reprimida por las circunstancias del idioma, que han sido fijadas, mantenidas y fortalecidas en sus formas por los distintos tipos de difusión de la cultural occidental. Tales son la imprenta, las telecomunicaciones y la educación sistemática.
Nuestra falta de autenticidad se halla, según el autor de este planteamiento, en el hecho de adoptar otros sistemas simbólicos para hablar y escribir correctamente, infiere que este hecho justificaría la existencia de la “sonoridad hueca” de nuestra poesía, que se expresa en un tono declamatorio, extendiéndose al resto de las artes. Los escritores son presentados en esta obra como personajes en un teatro grotesco, que obligados a ser otros, revelan a través de su poesía “su profunda fisura, su radical esquizofrenia”. (Ídem)
Da evidencia a través del lenguaje como caso común en toda Iberoamérica, para proponer que no es momento de idiosincrasias locales, sino de formas universales, asegura que “entre nosotros la estación no es propicia para el arte, sino para la técnica, ni para la reflexión filosófica, sino para la ciencia” (Ibíd. p.26).
Para Briceño, nuestra posición en el mundo como “subdesarrollados”, expresa sus necesidades en el deseo imperativo de “Hay que occidentalizarse plenamente y a la brevedad posible,” definiendo el hecho de occidentalizarse como el racionalizar todas las formas de convivencia y todas las formas de trato con el mundo, siguiendo la tendencia que caracteriza la cultura occidental, especialmente en los dos últimos siglos.
Sostiene que, bajo “la razón” nos sometemos a sus formas de medida, cálculos y previsión, a su aspecto teórico occidental en el que nos expresamos mediante procesos de conocimiento concebidos como ciencia de todo lo existente. Por otra parte, en el aspecto práctico – en la afanosa persecución del dominio de la naturaleza para “ponerla al servicio del hombre”-, domina al hombre y lo pone al servicio de “concepciones ideales sobre el debe-ser” (Ídem), así, se impone el desarrollo de la técnica.
Por tanto, según lo que el filósofo plantea, dos grandes fundamentos de la cultura occidental de actitud axiológica ante lo humano y sus problemáticas son ”La simplificación de la realidad por complicación de la razón, o sea Ciencia, precedida y seguida por transformación consciente del mundo y de la sociedad en función de esquemas racionales, o sea Técnica” (Ibíd. p.27) que se emplean tanto en su interpretación personal del pensamiento como de la realidad.
Radica en esa concepción, la tendencia de nuestros políticos, intelectuales y maestros, a considerar que sólo existe un buen camino para la especie humana, y que los pueblos de la cultura occidental han avanzado más rápidamente en él; y que ésta es la razón por la cual debemos seguirlos, intentando repetir incluso sus circunstancias históricas, internalizándolas como propias, sin comprender que la “maravillosa técnica occidental redentora de todos nuestros males”, no es posible sin la ciencia, que además requiere el arraigo de las tradiciones de investigación científica, y de una mentalidad que se encuentre a sí misma en el ejercicio del método científico.
Porque de lo contrario quedamos relegados a operar, a manejar máquinas y a aplicar procedimientos cuyos secretos están reservados a otros pueblos, asumiendo así, según Briceño, una refinada forma de esclavitud.
A propósito de esto, se cuestiona el autor por una parte, si en ese proceso de occidentalización que propone la unificación de la cultura humana bajo las formas de occidente, no se anulan las posibilidades que abre la particular idiosincrasia de cada pueblo; y si esa transformación de la idiosincrasia para que adopte el patrón de otra cultura, ¿no es una forma de genocidio?
Por otra parte pregunta, si acaso podemos elegir o resistirnos, sabiendo que el ascenso de la cultura occidental está en un punto muy alto y que conduce y arrastra consigo a todos los pueblos de la tierra.
En su capítulo El mestizaje en América, se presenta, según Briceño, un “pesado tabú” en el tema de la raza. Explica allí, que la justificación de ese tabú se halla en el racismo 3 y particularmente a la consciencia conmovida por los actos brutales y crueles efectuados antes y durante la Segunda Guerra mundial.
La tendencia e ideología racista queda definida en su obra América Latina en el mundo, como una especie de disciplina científica que se desarrolló sobre todo en la segunda mitad de siglo XIX, basada en estudios morfológicos, antropométricos y psicológicos, reunidos en el campo de la antropo-sociología determinando a través de estas ciencias los rasgos y las categorías sociales a las que pertenece.
En Latinoamérica no podemos hablar de una raza pura o cosa parecida, al contrario, vivimos con la expresión de mestizaje cultural. De hecho bajo la óptica de ‘occidente, como explica Briceño, nuestra mentalidad corresponde al tipo designado “primitivo” a los ojos de los muchos científicos europeos.
Sobre esa mentalidad se superponen los patrones occidentales que nos generan dos problemas principales: Por una parte tenemos una mentalidad que no ha podido crear formas culturales propias; y por otra parte, tenemos formas culturales que no expresan ni logran estructurar nuestra peculiar idiosincrasia.
Asegura el autor, que la situación del latinoamericano es privilegiada para observar y comprender los acontecimientos de nuestro tiempo, que por el hecho de ser mestizos culturales no estamos limitados por la óptica occidental ni por ópticas totalmente ajenas a ellas. Y aunque ese privilegio no se extiende hasta el desarrollo de las artes y las ciencias occidentales, ni tampoco a la creación de una cultura propia, es otorgado por la instrucción superficial de los patrones occidentales; para poder mirar con “cierta luminosidad griega nuestro propio ser desarticulado” (Ibíd. p.77) como el más coherente de los pueblos con cultura propia no occidental; o podemos mirar “con ojos de bárbaro, en contradictoria actitud de renuencia y veleidoso amor, el avance incontenible de la cultura occidental.” (Ídem).
En la realidad actual, el autor considera que la autoconciencia es oscura entre las grandes masas, su consciencia es contradictoria, cambiante, “con arranques de ciega rebeldía y períodos de resignada pasividad” (Ibíd. p.288). El colectivo adopta las formas que le presentan las ideologías políticas o las doctrinas religiosas, que aumentan el caos del monstruoso sincretismo cultural.
Refiere Briceño, que algunos miembros de las sociedades latinoamericanas han intentado hacer una interpretación acertada en el campo del arte y en el campo del pensamiento sin alcanzar su cometido, debido a cómo se ha abordado el tema.
Por un lado, hace mención del intento por parte de los gobiernos, que mediante el sistema educativo inculcan una precaria identidad a través de los mitos de héroes y libertadores de la patria, que se convierten – tarde o temprano- en una fría desidia por la historia trasladada a la insignificancia y al menosprecio de los discursos oficiales.
Por otra parte, el intento de los partidos políticos, en manos de sus ideólogos, no ha pasado, según el filósofo, de una burda adaptación de las doctrinas europeas trasladadas al mundo latinoamericano. Por tanto, no son fuente para la interpretación, ya que no han contribuido para nada en el esclarecimiento y, según el autor, forman parte de la realidad a interpretar.
Añade, que otros pensadores han buscado la clave para la interpretación del latinoamericano en el indio, a través de la reconstrucción imaginaria de sus formas, pero considera Briceño, que ni el indio real, ni el indio inventado o recreado pueden darmos claridad para hacer una interpretación de lo latinoamericano, ya que no somos indios, sino mestizos.
Por otra parte señala, que otros han buscado las referencias hermenéuticas en el mestizo, pero su aplicación toma las formas de las teorías racistas europeas, exponen de manera abierta o disimulada sus enfermos prejuicios axiológicos que entorpecen los procesos para lograr una comprensión genuina de Latinoamérica.
Asegura que con una visión más amplia, pero superficial, se ha construido una visión de América como otro episodio de la conquista indoeuropea, que en su expansión de cuarenta siglos han incorporado el continente americano al mundo occidental.
Sin hacer ninguna distinción entre la América latina y la sajona. Presenta Briceño, que si bien es evidente la instalación de los patrones culturales occidentales en América, no es menos evidente que, en lo que respecta a América Latina, éstos no se han asimilado profundamente por parte del colectivo humano de rasgos mestizos, ni son expresión adecuada de su idiosincrasia, debido a que en su conjunto son insuficientes por un lado y están, además por otro sin encajar bien nunca, porque en su sentido general no concuerdan con el sentido de la vida del mestizo americano, que además está en vías de formación aùn.
Briceño además piensa, que no es correcto decir que los procesos políticos y culturales de Latinoamérica consisten en “llenar el abismo de siglos que hay entre occidente y América, para luego penetrar con su propia síntesis al ámbito de la cultura occidental”.
A propósito de esto, asume que es evidente que debemos llenar dicho abismo con el fin de adaptamos a la penetración de la cultura occidental, sin embargo califica de improbable una adaptación total, pues, en la actitud del mestizo americano ante occidente se siguen manifestando las formas no europeas. Además, declara absurdo “hacer una síntesis propia para luego penetrar en el ámbito de la cultura occidental” ya que en su opinión, “Si Latinoamérica ha de hacer alguna síntesis, esta debe incluir lo occidental en una forma superior y no viceversa.” (Ibíd. p. 291)
La cultura occidental reúne a los países del occidente de Europa y a Estados Unidos en América, y debido al gran progreso científico y a la estructura de su economía, se encuentra en una fase expansiva, cuyas irradiaciones alcanzan todas las áreas culturales.
Dice Briceño, que en su imposición intenta comprender, incluir y asimilar los elementos culturales que le son más afines y que no ponen en riesgo sus estructuras fundamentales. Por otra parte neutraliza, excluye y destruye los elementos culturales que le son esencialmente antagónicos.
Expresa que en una vista superficial podrá considerarse a los países de Latinoamérica como países atrasados de la cultura occidental, pero que una visión más atenta aclara que bajo esas formas occidentales y en oposición a ellas “existen pueblos mestizos cuya idiosincrasia no ha encontrado todavía expresión cultural alguna, en el más pleno sentido de las palabras” (Ídem).
Sin embargo Briceño ve a América Latina como posible punto generador de una nueva cultura, considerando las singularidades de Latinoamérica y a propósito de las implicaciones que tiene la palabra. Así mismo se cuestiona Briceño acerca de la función, actividad y servicio que ha de desempeñar Latinoamérica en la evolución de la humanidad como conjunto que habita en el planeta tierra, que la cultura occidental tiene como mérito haberla unificado en un sentido, mediante el desarrollo de los sistemas modernos de información y comunicación.
Briceño propone, el aumento, arraigo y difusión tanto de la consciencia de la unidad de la especie humana, como de la idea y el sentimiento de la solidaridad de todos los hombres y todos los pueblos. Con respecto a esto, cree que estamos hoy en día “en el alba de la humanidad Una” (Ibíd. p. 295) y, que el futuro albergará una ideología que no sea extraña a ningún pueblo y que en tal caso de contener prejuicios, sean prejuicios de la especie humana que habita en el tercer planeta de un sistema solar de la zona de Sirio. A propósito de esto pregunta: “¿no estará el mestizo latinoamericano mejor ubicado que cualquiera para formular una auto interpretación de la humanidad? ¿No será Latinoamérica el centro de formación de la humanidad futura?» (Ibíd. p. 294)
Para dar una respuesta se respalda en las palabras de José Vasconcelos-a quien considera un gran visionario americano- por pensar que América Latina dispone de los factores espirituales, de razas y del territorio necesarios para iniciar la gran empresa de lo que él llama “ la era universal de la humanidad” considerando que, [...]“Están allí todas las razas que han de ir dando su aporte… tenemos todos los pueblos y todas las aptitudes, y sólo falta que el amor verdadero organice y ponga en marcha la Ley de la Historia”.
Briceño infiere que, de la pregunta por el puesto de América Latina en el mundo surge una pregunta mayor acerca del puesto del hombre en el cosmos y, que para hacer una reflexión sobre este cuestionamiento, el hombre primero debe asumirse como hombre, como ser humano, ya que hasta ahora ha sido caribe, arahuaco, cristiano, judío, yanki o francés.
Por último reflexiona, si es que acaso el latinoamericano será el tipo de humano capaz de hablar por todos los hombres, por tanto “la avanzada de la humanidad futura”. Si esa debilidad en la creación de cultura propia es signo de su capacidad futura para comprender y expresar todo lo humano, entonces pregunta, si el hecho de haberle sido negada la posibilidad de expresar su propia idiosincrasia, es porque le está reservado el destino de expresar la idiosincrasia del planeta, por tanto “¿Habrá perdido su voz porque ha de emitir la voz de todos los pueblos?” (lbíd. p. 297). Y el hecho de no tener lengua será porqué “¿acaso ha de inventar el idioma del planeta?” (Ídem).
Reflexión última
En vista de la eminente vigencia de la problemática expuesta en el trabajo del filósofo José Manuel Briceño Guerrero, sería de suma importancia que en la cátedra Estética II (para la cual se ha hecho este trabajo de investigación) se incluyera éste entre otros pensadores, dentro de las reformas del pénsum actual de la carrera de historia del arte, por ser de interés no sólo para los estudiantes de esta carrera sino para los estudiantes de letras, que suelen preocuparse por los asuntos que en esta cátedra se estudian.
Es urgente que se estudien las opiniones de aquellos que se aplican en descifrar los misterios de la identidad latinoamericana, aquellos que en su búsqueda no omitan ninguna de las partes que nos conforman, para reconocer los rasgos positivos y negativos y sacarles provecho.
Comparto la opinión del autor, que propone que los latinoamericanos tenemos en nuestra condición de mestizos la ventaja de no poder -en principio- discriminar otras formas de vida o de comportamiento, ya que sería cometer un agravio como el que se cometió al imponerse las formas occidentales en nuestro continente, relegando por “primitivas” nuestras formas de arte, ciencia, técnica, nuestras concepciones del hombre y del mundo.
Por otra parte, tampoco sería inteligente cerrarse a la realidad en la que occidente predomina con sus formas, que tienen el mérito de un gran avance en acceso a la información y a las comunicaciones. Es importante asumirse occidentalizados, más no occidentales, es pertinente hacer estudios de occidente para observar los alcances de sus formas, sus virtudes y sus fallas, para poder escoger lo que deseamos cultivar de ella y determinar aquello que no lo merece.
Dados todos los avances en información y comunicación que ha logrado el intento de globalización, pueden tenerse en cuenta los cuestionamientos de Briceño en su interpretación del latinoamericano como el posible tipo de humano capaz de hablar en representación de la especie humana en un futuro, sin algún tipo de prejuicio o discriminación hacia otros pueblos, tal vez el latinoamericano en un futuro se capacite para crear la ideología de la humanidad a medida que aumente su consciencia.
Coincido con la opinión de Briceño, en que antes de una auto comprensión genuina de América Latina, es difícil desarrollar y más aún estudiar las líneas de desarrollo de las manifestaciones artísticas y de la producción literaria, en tanto no dejemos de imitar y buscar aprobación en aquellos que se consideran “autoridades” tanto en el campo artístico como en todos los campos de desarrollo cultural.
Sin embargo, en una breve entrevista con el filósofo en cuestión, tuve la oportunidad de intercambiar algunas opiniones entre las que destaca, por la línea de desarrollo de esta investigación, su opinión sobre las áreas en que hemos logrado destacarnos como latinoamericanos, que sin duda son las artes escénicas, – el teatro, la danza- la música y en la literatura la poesía y la dramaturgia.
Citas
1. En la obra de Briceño concepto de cultura reúne la religión, los mitos, la moralidad, la técnica, el Derecho, el arte, los métodos de adquisición y sustento, incluye así, toda actividad y producción creada por el hombre y los procedimientos en su actividad creadora. No se entiende como refinamiento de las costumbres, o a altos niveles intelectuales con “criterios y fines estéticos” (BRICENO, J. ¿Qué es la filosofía? (1962). P. 12)
2. Se entiende por valores, de una sociedad, los conceptos de aquello que consideran digno de alcanzar o de conservar, como la verdad, la justicia, el poder, la belleza, la seguridad, el honor, el orden, etc. Cada cultura, hace su escala de valores que si en algún momento entran en crisis se reorganizan, o incluso, puede pasar por períodos en que predomina un nihilismo axiológico con tendencia al caos.
3. Según el filosofo francés Joseph-Arthur de Gobineau (1816-1882), hay razas superiores y razas inferiores, razas masculinas inclinadas a la organización estatal, razas femeninas inclinadas al arte, razas diferentes con valores propios, razas que en el curso de la historia luchan e inevitablemente se mezclan y al mezclarse degeneran. (BRICENO. J. América Latina en el mundo. (2003) p.166)
Referencias Bibliográficas
BRICEÑO, J. (1962). ¿Qué es la filosofía? Mérida: Consejo de publicaciones U.L.A.
BRICEÑO, J. (2003). América Latina en el mundo. Mérida: Consejo de publicaciones U.L.A.
CLAVE. Diccionario del uso actual. (1999). Barcelona: S.M publicaciones.