Arte e Historia
Alberto J. Rivas C.
Hasta los momentos no se ha logrado conseguir una definición universalmente aceptada de arte. Quizá no sea necesario buscar esa definición, y muestra de ello son la cantidad de trabajos fracasados de los muchos investigadores que se han volcado en este intento. Pero si no se puede definir realmente el arte, sí que se puede describir por medio de las obras que existen hasta los momentos.
El fenómeno que llamamos arte es, desde luego, exclusivamente humano: sólo el hombre tiene conciencia de las emociones que provienen del arte, así mismo sólo el hombre tiene conciencia de la muerte.
En todo fenómeno artístico encontramos la presencia de tres elementos: el creador, la obra y el contemplador. El creador está dotado de potencia, pero además, tiene la voluntad de crear obras de arte, en las cuales prolonga su espíritu. La obra es el vínculo que ata al creador con el mundo externo. El contemplador está dotado de una potencia o capacidad que le permite apreciar, juzgar, criticar, pero sobre todo sentir la emoción del arte. Sólo cuando estos tres factores existen y se complementan, puede decirse con toda propiedad que se ha verificado íntegramente el fenómeno que llamamos arte.
Ahora bien, el arte es un fenómeno social, cada grupo social y cada época posee sus artistas propios, creadores de una visualidad, de una historia de su época, expresada en idioma artístico.
El arte nos enseña a apreciar el mundo, nos invita a contemplar las obras de los artistas que tradujeron en ellas las emociones de su época, con ellas apreciamos cómo el arte trasmite el carácter de cada época, refleja los acontecimiento por lo que atraviesa el hombre y del grado de cultura que ha alcanzado. Esto lo demuestra la abundancia de las obras realizadas y la calidad tan elevada de algunas ellas.
A veces, el declive del arte coincide con las grandes crisis de la humanidad: guerras, epidemias, etc., que son desfavorables para el desarrollo del mismo. Sin embargo, en variadas ocasiones, estas desgracias conmueven al artista y despiertan en él emociones de insospechado vigor; en las dificultades su personalidad parece enaltecerse, y es así como en su tela o en el mármol, manifiesta sus visiones terroríficas o grandiosas de lo que capta su espíritu. La triste experiencia humana queda entonces plasmada en las obras de los artistas.
Volviendo al principio, lo que si podemos definir es la historia del arte, la cual es una ciencia que estudia los objetos de arte producidos en cada país a lo largo del tiempo, relacionadas con las formas de pensamiento político, económicas y culturales, de cada tiempo. Se considera una de las ramas jóvenes de la ciencia y su fundador fue J.J. Winckelmann en el siglo XVIII.
En este sentido, el papel del historiador del arte consiste en estudiar el fenómeno artístico a través del tiempo, situarlo dentro de los pueblos que le dieron origen y estudiar las causas sociales que pudieron influir en los artistas en la creación de los llamados estilos.
En cuanto al estilo, puede decirse, que así se llama en arte, a las diversas maneras de concebir la creación. Agrupando aquellas creaciones semejantes en sus aspectos formales llamándoseles “estilos artísticos”.
El estudio de la historia del arte se ha dividido en dos secciones: la primera, comprende las artes mayores, aquellas que permitían gozar las obras por medio de los sentidos superiores, vista y oído: Arquitectura, Pintura, Escultura, Música, Danza, Teatro y Cine.
La segunda abarca las llamadas artes menores, las que impresionan a los sentidos menores, gusto, olfato y tacto, con los que es necesario entrar en contacto con el objeto: Cestería, Cristalería, Glíptica, Ebanistería, Marquetería o Taracea, Mosaico, Orfebrería, Tapicería. Pero también a las artes menores se le designan como artes industriales que además incluyen a las artes del libro y el arte tipográfico, así como, el grabado en sus cuatro manifestaciones (en hueco, madera, metales y litografía).
“Pero se me reprochan aún muchas otras cosas, hasta presentar en mis cuadros objetos situados en posiciones en las que no los vemos nunca. Se trata, sin embargo, de la realización de un deseo real, si no consciente, para la mayor parte de los hombres”
René Magritte.