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De la Montaña y el Tiempo al Bosque

César Araujo

Arte, poesía y naturaleza en Jacobo Borges.

La naturaleza, y en particular el paisaje, han estado presentes en la mirada del hombre por muchos siglos. Aun cuando ha variado el modo de aproximarse a ese paisaje, el escritor, el pintor o cualquier otro artista no ha renunciado del todo a representar su entorno natural.

Sin embargo, la modernidad nos mostrará una nueva posibilidad de tratar al paisaje y a la naturaleza, ya no sólo para reproducirla y representarla tal cual es, sino para capturar las imágenes y sensaciones de lo que se desaparece y destruye.

La Revolución Industrial, los cambios tecnológicos y la constante explotación de los recursos del medio ambiente, especialmente en los últimos dos siglos, provocaron en el arte el uso del tema del paisaje como la captación de lo natural en una suerte de memoria, para plasmar el entorno natural condenado por el hombre.

Tanto la pintura, la fotografía, la escultura como la literatura y demás expresiones exponen sus sensaciones sobre el presente que se diluye, lo natural que se modifica por la acción del “progreso”.

Jacobo Borges (Caracas, 1931) tal vez uno de los pintores con más fuerza discursiva en nuestro medio artístico, quien constantemente está en renovación, ha sabido recorrer buena parte del siglo XX con un lenguaje plástico en permanente búsqueda.

Explorando diferentes expresiones, desde el dibujo, la pintura y las artes gráficas, hasta el espectáculo multimedia, las instalaciones e intervenciones, Jacobo Borges se ha aproximado con una mirada crítica al discurso de la naturaleza, ha visto en el paisaje no un simple modelo a representar, sino un universo de significaciones y relaciones complejas, vinculadas estrechamente al ser humano y a la vida misma.

Una de sus propuestas más acabadas en este sentido la constituyen La Montaña y su tiempo (1977), serie de dibujos en los que integra reflexivos textos de su autoría sobre Caracas y su destino, el Ávila y su destrucción, en un intento por atrapar en la memoria el paisaje que se desvanece.

Así , la muestra llamada El Bosque (Museo de Arte Contemporáneo de Caracas “Sofía Imber”, 2000), exposición que combina pintura, escultura y poesía en un intento por crear un bosque con poco uso de material vegetal, predominando los lienzos, colores, luces y con poemas de Santos López; especie de escenografía, como si estuviésemos condenados por el futuro a vivir bosques ilusorios.

Arte Venezuela, Jacobo Borges, Dibujos, La montaña y su tiempo

El paisaje se distancia, Jacobo Borges, La Montaña y su tiempo (1977)

Desde sus dibujos de 1977 hasta la muestra del MACCSI, se nota un hilo conductor que no abandona Jacobo Borges: su fascinación por la naturaleza, su preocupación por la conservación del ambiente y el uso combinado de poesía y pintura, no como complemento discursivo de una sobre la otra, sino dialogando ambas con el espectador.

Cada una a su modo, tanto texto poético como propuesta plástica sacuden la sensibilidad del espectador-lector, pero no de manera violenta, Jacobo Borges nos transporta a la armonía de la naturaleza para que percibamos lo que perdemos.

En La Montaña y su tiempo el artista coteja al Ávila con la ciudad. Por una parte la montaña, madre protectora de la ciudad, quien desagradecida del afecto que le brinda el cerro, agrede por ambición a su guardiana:

“De repente, estaba pintando ese mundo cada vez más encerrado, cada vez más artificial, donde los objetos asumen una vida casi brutal, una vida más viva que el hombre, como si esos objetos lo miraran a uno y sonrieran.

Y así fui encerrando todo, pero un día sentí una cosa que siempre había visto y que se me hizo evidente: que si yo soportaba y si el Caraqueño soporta esta ciudad, es porque hay algo que lo protege, lo protege de él mismo, de la violencia que ha habido para destruirnos, y ese algo es la montaña, es el Ávila, ese ser vivo que desde que amanece hasta que anochece está cambiando todo el tiempo, construyendo un espectáculo impresionante, haciendo sentir que las cosas están vivas, que la vida es un desarrollo permanente, un movimiento continuo y así empezó en los dibujos a volver a abrirse la ventana y la puerta y ya no sólo miré, viví”.

Arte Venezuela, Manuel Cabré, 1938, Óleo sobre tela, 73 x 101 cm.

Vista de Sarría y el ávila desde Las Vegas de San Bernardino, Manuel Cabré, 1938

Jacobo Borges se refiere, en principio, al trabajo plástico que venía desarrollando en los últimos años, donde predominan los espacios cerrados, divididos geométricamente por esquinas y rincones.

Ahora dibuja al cerro El Ávila en su vastedad, infinito, abierto, con sus formas cambiantes ante el juego de la luz solar. Montaña bajo la cual se desparrama una ciudad informe, casi abstracta.

Pero, a diferencia de la montaña, Caracas, sí, es con frecuencia encerrada, dividida como los objetos, con vidas casi brutales a que se refiere el pintor. Una excepción se presenta en sus primeros dibujos de esta serie, donde se encapsula un trozo de montaña (lo que nos recuerda las obras de Campos Biscardi) acompañada de un automóvil. Allí indica:

“Viendo cómo viven los caraqueños, que viven el paisaje como un decorado que les es ajeno y no como un sitio donde nos sucede todo, donde se nace, se vive y se muere…”

Además descompone la ciudad en sus elementos característicos: los carros, las vitrinas, fragmentos de edificios (dibujados o en fotografías), bloques de concreto. Aprovecha para atacar la ausente sensibilidad del caraqueño ante su paisaje:

“Cuando salgo a pasear un domingo, de repente, los encuentro lavando los carros alrededor de Caracas. Ahí no existe el paisaje, sino sus carros: los carros que tienen toda la semana y que lavan los domingos”.

En los dibujos y en los textos de Jacobo Borges, representa al caraqueño como un ser insensible, preocupado por el consumismo, por lo tanto es un indiferente y agresor de la naturaleza, a la que es incapaz de comprender y menos de disfrutar o proteger.

Los textos, escritos a puño, de manera irregular, con tachones y con diferentes tipos de letras, rodean dibujos y algunas fotografías, interviniendo en una composición visual dinámica, creativa, con predominio de colores terrosos, grisáceos.

Arte Venezuela, Jacobo Borges, 1997, Técnica mixta, 293 x 180 cm.

Bosque 10, Jacobo Borges, 1997

Bosque 10, Jacobo Borges, 1997

El espacio es invadido por anotaciones, en ocasiones se atiborran las palabras, a veces se dejan grandes espacios en blanco. Uno de los textos se expone invertido, como reflejado en un espejo, pues Jacobo Borges utiliza referencias a las ventanas y los espejos, en clara alusión a la memoria interior, al recuerdo del pasado, jugando a la confusión entre ilusión y realidad:

“… El paisaje era el sitio creado por el hombre, lo que estaba adentro; lo que estaba afuera era Un decorado”.

Por momentos, Jacobo Borges aísla la montaña de la ciudad, la compone como lo hicieran Manuel Cabré o Pedro Ángel González, pura, natural, sin agresiones, rodeada de praderas solitarias. Allí escribe:

“…la luz le produce un contraste que parece casi una escultura…”.

Es como un sueño, una abstracción del pasado de la montaña. Incluso luego dibuja damas con vestidos similares a los usados en la época de la Colonia, grupos familiares en salidas al campo, como reconstruyendo la historia, no tan lejana, cuando el Ávila cautivaba a los caraqueños.

Arte Venezuela, Pedro Ángel González, 1957

Camino entre los árboles. Higuerote, Pedro Ángel González, 1957

Pero el artista finalmente parece compadecerse del hombre y su miserable insensibilidad, lo representa aislado, solitario, flotando en su incertidumbre. Retomando la perspectiva de obras como Estudio de Mategna (1975) o No mires (1975), donde muestra un cuerpo acostado y visto desde los pies; Jacobo Borges dibuja un hombre flotando o en caída libre sobre la montaña, el cual termina inerte ante ella.

A la par dice: “Ese hombre que flota encima de la montaña es el mismo que cae enfrente a la ventana, el mismo movimiento, la misma posición, sin embargo, sólo porque aparece la ventana, ya tiene otro sentido; es el mismo que se ve reflejado en la vitrina, cayendo, pero ahí no se sabe por qué cae, si es que cae o si es, simplemente, un maniquí en la vitrina”.

“En El Bosque se asume la misma temática, pero desde una perspectiva más universal. Ya no se particulariza la relación entre el Ávila y Caracas, ahora se relaciona la naturaleza con el hombre a través de la sensibilidad que nos brinda la poesía y la pintura.

Jacobo Borges transforma las salas del museo en espacio de meditación. Gracias a grandes telas pintadas con tonos verdosos y marrones, colgando del alto techo, el artista nos crea la misma sensación de inmensidad como si estuviésemos ante una gran selva. Nos sentimos pequeños, humildes frente a su bosque. Se acompaña la muestra de figuras escultóricas, representan trabajadores del bosque en descanso, son sus merodeadores humanos.

Los poemas de López que rodean la exposición insisten en su significado trascendente: “El bosque sagrado es para la iniciación [...] el bosque es nuestro lecho”. Para el poeta, el bosque es el principio y el fin, lo vital.

Reitera con frecuencia su entrega a aquel ser inmenso, mágico: “En silencio elijo morir en un bosque [...] Escojo morir en un castillo verde, / emboscado en la fatiga de un mundo que hace ruido [...] Sólo quien elige morir en un bosque / regresa firme a las raíces de un árbol.”

Fotografía sin datos, Caracas, Venezuela

El Ávila, Caracas, Venezuela

Poesía, pintura, escultura, dibujo, expresiones que concentran parte de la estética de Jacobo Borges, artista que nos introduce en un lugar místico, puro, cargado de riquezas y, de manera increíble, al alcance de la mano.

Tanto en La Montaña y su tiempo como en El Bosque, escudriñamos la memoria del artista, su infancia, su relación con la naturaleza, su obsesión por el:

“…rescate del recuerdo, el cual, como él dice, es una tarea bastante difícil en una ciudad como Caracas cuyo pasado histórico inmediato está siendo destruido continuamente. Aquí lo más difícil es mirar hacia atrás.”

Borges retoma ese discurso al afirmar que “Este bosque es mi memoria”. Entre ambas propuestas, separadas por veintitrés años de trabajo permanente, el artista recurre a la literatura para reafirmar su concepción sobre la naturaleza.

Los textos se conjugan con las imágenes, antes como anotaciones reflexivas del pintor, luego como poemas que nos sumergen en el universo paralelo, que nos permite identificarnos como seres humanos, porque al final somos uno solo, pues, según Santos López: “montaña y bosque, nosotros mismos.

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De la misma manera que hemos puesto en alto el nombre de las humanidades en el contexto tecnológico suramericano, nos proponemos prontamente ir al uso de redes avanzadas, es decir Internet 2, a través de REACCIUN, para conectar mejor y con visión de futuro a nuestros fieles y estudiosos Internautas, cuyas visitas nos colocan como el más antiguo y concurrido portal sobre Arte y Humanidades en lengua española, en toda Latinoamérica.


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JAJ / Agosto 2010

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