Miranda en la Carraca
Cora Hoffman
Durante el siglo XIX en vista de la necesidad de enaltecer los héroes que nos representan histórica y socialmente, se crean festividades en nombre de aquellos héroes. Muchos desterrados, otros olvidados y así mantener su memoria, recordándolos a través de los años, como grandes precursores de nuestra historia, representando nuestra memoria como pueblo.
En los últimos años se han presentado una serie de exposiciones para hónralos. En 1883, en la celebración del natalicio del Libertador, se organizó una Exposición Nacional de Pintura, donde célebres pintores como: Martín Tovar y Tovar presentó el “Juramento de Independencia”, obra ésta que fue una encomienda del Presidente Guzmán Blanco para recordar el sitio donde ocurrió el hecho (Consejo Municipal de Caracas).
Otros pintores realizaron obras con temas históricos, relacionadas con la vida de los héroes, por ejemplo: Cristóbal Rojas expuso “La Muerte de Girardot en Bárbula”, obra que representa la imagen del héroe muerto en acción de batalla. También tenemos Antonio Herrera Toro, que ejemplifica la idea del Héroe Mártir en un cuadro llamado “Incendio puesto en el parque de San Mateo”.
Más tarde, en 1895 Joaquín Crespo dispuso de la celebración del Centenario del Natalicio de Antonio José de Sucre, en la que vale resaltar la presencia de Manuel Otero, el cual presenta la obra titulada: “Entrevista de Bolívar y Sucre en desaguaderos de los Andes”, nos revela una imagen típica del héroe a caballo. Además, Martín Tovar y Tovar realizó las batallas de Boyacá y Ayacucho, y Arturo Michelena hizo la “Muerte de Sucre en Berruecos” que representa al héroe traicionado.
En el año de 1896, Crespo celebra los 80 años de la muerte del General Francisco de Miranda. Para esta ocasión Arturo Michelena pinta a “Miranda en La Carraca” (col. FGAN). Obra que describe el encarcelamiento del héroe en la prisión, donde permaneció cautivo hasta su muerte en 1816.
Arturo Michelena en su pintura transmite los últimos días de aquel héroe victorioso, desterrado y derrotado. Tras su muerte la historia reconoce los aportes de Francisco de Miranda como precursor de la Independencia y héroe de la patria. Esta pintura es admirada por miles de personas y le ha dado gran éxito a Arturo Michelena.
Todo este movimiento de pintores patrióticos se impulso por la necesidad de plasmar nuestra historia, conocer a sus protagonistas, reforzando los valores nacionales y así transmitirlo a otras generaciones.
Análisis Plástico de la Obra.
La obra pertenece al género realista, en la composición vemos como imagen central, la figura masculina que representa a Francisco de Miranda, vestido de pantalón color ocre, pechera blanca y frac negro, medias grises y zapatos negros.
Su cuerpo descansa posando con una mano en la pierna y otra en el mentón, sobre una cama antigua con colchón de paja, envuelta en una sábana blanca. Alrededor de ella observamos una mesita con libros, de frente un banquillo de madera tejido en fique.
En la esquina lateral derecha irradia la luz de la imagen central. A los pies de esta figura tenemos un piso totalmente rústico en cerámica de color ladrillo con sensación de envejecimiento. Al fondo tenemos un detalle muy representativo por la cadena, y a su lado una vasija de barro puesta en el suelo.
El fondo esta compuesto por paredes de color sepia, en la que se observan un juego de tonos representados por la luz, para dar sensación de profundidad y envejecimiento con toques de frialdad.
En la pintura los colores se emplean en forma uniforme con los mismos tonos y valores, hay poca iluminación para dar el efecto de un ambiente cerrado. Las luces y sombras son notables en la obra, creando un juego entre ellas, que dan sobriedad y frialdad.
También hay líneas con formas geométricas como círculos que se observan en el arco de fondo donde se concentra la sombra, en la vasija de barro, la cadena, los arcos de la mesita y en la figura humana, encontramos todo tipo de líneas: oblicuas, semi-curvas, rectas, etc.
En el piso se observan como las líneas se deslizan sobre un punto de fuga desde la figura central, dando un ritmo y movimiento creándose una armonía perfecta en los componentes de la obra.
Esta obra tiene un espacio tridimensional, claramente se ve la profundidad representada por la línea de fuga, el alto por la línea vertical y el ancho por la línea horizontal. La composición de la pintura es equilibrada entre las figuras, sus formas y colores para obtener un mejor efecto visual.
Lectura Interpretativa de la Obra.
En la pintura existe un plano histórico representado por Francisco de Miranda, se describe el encarcelamiento del hombre de guerra, que auxilió a favor de la independencia de América, y cuya suerte lo lleva a La Guaira donde cayó en manos de los realistas que lo conducen a Cádiz, donde permanece cautivo hasta su muerte.
La imagen creada por Michelena es la faceta humana del héroe victorioso, mostrándolo derrotado y olvidado, luego de su muerte la historia reconoció su aporte a la patria. La pintura es admirada por sus valores y simbología, su contexto forma parte de nuestra identidad nacional. Arturo Michelena logró que cada objeto hable por sí sólo.
La cadena colgada en el fondo simboliza esclavitud, la cama y la vasija en el piso representan la pobreza, el banquillo aislado nos transmite soledad, el colchón de paja y la mesita con los libros reflejan antigüedad, la estructura de La Carraca, el vestuario de la figura central y los contornos de los muebles marcan una época.
La revolución de Arturo Michelena nos da a demostrar la faceta del héroe con un aspecto diferente, rompiendo con la continuidad de plasmarlo en la máxima cumbre. Michelena innova nuevas técnicas en la pintura, observados en los contrastes de sus pinceladas grises y ocres, amarillos y negros e infinidades de tonalidades. Son nuevos conceptos transmitidos y plasmados por él.
En la obra hay belleza por su contexto, drama por lo que representa y lo sublime por el momento. Para culminar si se observa detenidamente el rostro de la figura central, representada por Miranda, donde refleja tanta nostalgia, tristeza y soledad que logra que la pintura hable por sí sola.
Miranda en La Carraca, Arturo Michelena, 1896