Artistas Nativos y Residentes en Mérida
Suele hablarse de una “Escuela de Mérida” para referirse a un grupo muy heterogéneo de artistas nativos del Estado Mérida o que han realizado su obra mientras residían en la capital o en poblaciones de esta entidad federal, en distintos momentos y circunstancias. Preferimos no emplear este término, debido a que no se presentan rasgos estilísticos comunes o afinidades de naturaleza grupal o generacional en la mayoría de estos artistas como para que pueda hablarse, en su caso, de una escuela o movimiento artístico, tal como ha existido en Caracas y Maracaibo. Lo que sí hay es una tradición regional que en gran medida sé desprende de la producción artística llevada a cabo, más o menos con continuidad, en talleres y centros de formación existentes en dos de las principales poblaciones del Estado: Mérida y Tovar. Se observa que los artistas regionales dependen más del ejercicio de la actividad pedagógica que de la existencia de un mercado de arte y de un coleccionismo todavía en fase muy incipiente en la región. De forma que su mayor estímulo lo reciben de la confrontación de sus obras al nivel conceptual que le brindan los salones y concursos, los museos y el mercado de arte de la capital de la República, todo lo cual contribuye a generar una vinculación vital y necesaria del artista local con los circuitos nacionales de promoción de la obra de arte. Circuitos a los que la propia ciudad de Mérida se adscribió recientemente al transformar el Salón Regional de Occidente, que se celebraba desde 1980, en una Bienal Nacional de Artes Plásticas, y luego, a partir de 1992, en un evento internacional.
De esta manera no se entiende la actividad de arte que se desarrolla en el Estado Mérida sin insertarla en sus lineamientos dentro del marco general del arte venezolano, e incluso cabe hacer también esta afirmación respecto al arte popular de toda la región de los Andes. Por esta razón se explica también que el Museo de Arte Moderno Juan Astorga Anta haya sido conceptuado desde su creación como un museo nacional, aun si, como, sucede en sus colecciones, tiene fuerte presencia la producción regional, de forma tal que la institución cuenta hoy día con un abundante patrimonio formado por obras de artistas de la región, nativos, residentes o ya fallecidos, de muy distintos signos y matices. Entre aquellos artistas nativos que emigraron a Caracas por necesitar de ello para formarse se encuentran Elbano Méndez Osuna y Gilberto Bejarano, quienes difieren entre sí por edad y obra. El primero puede ser adscrito a la Escuela de Caracas, debido a que fue alumno de Antonio Edmundo Monsanto y Marcos Castillo, y por la motivación paisajística de su pintura, aunque su estilo participa también de los rasgos modernistas derivados de la influencia cubista que operó sobre él no sólo en su tiempo de estudiante, sino también en París, mientras fuera alumno de André Lhote. Ya al final de su carrera, cumplida su obra, poco antes de morir, Méndez Osuna vivía en Tovar, su pueblo de origen, dedicado a la enseñanza. Gilberto Bejarano, ganador del Premio de Escultura en la Primera Bienal Nacional de Artes Plásticas de Mérida, pasó por una experiencia constructivista antes de establecerse en Puerto La Cruz, en donde se consagró a la talla en madera de ensamblajes y relieves que tienen semejanza, por la ordenación simbólica de sus formas simétricas, con altares y objetos de los cultos populares o primitivos.
Entre los pintores más antiguos establecidos en Mérida aparece activo en 1940 Juan Viscarret, quien encontró en páramos y rincones de la cordillera andina motivos para un paisajismo que adquiere los caracteres propios del expresionismo del país vasco, de donde este pintor era nativo. Otro pintor de origen español fue José Gallardo, de tendencia primitivista, quien estuvo obsedido por la precisión del detalle cuando realizaba paisajes de gran monumentalidad sobre vistas fotográficas de la cordillera andina, así como escenas de su infancia en Málaga.
Radicado en Mérida desde 1958, Manuel de la Fuente ha cumplido extensa obra, que abarca desde la estatuaria heroica y el retrato civil, que puebla, con su firma, parques y paseos de Mérida y otras ciudades de Occidente, hasta la escultura en que asume una propuesta creativa personal basada en la integración de la forma escultórica y de una idea o concepto que, al guiar su trabajo, se convierte en tema de casi todas sus piezas.
En un recuento histórico de la actividad artística en Mérida no podría dejar de mencionarse a un grupo de artistas que, en rol de pioneros, compartieron su trabajo creativo con la función docente, cumplida, a lo largo de las últimas décadas, en el Centro Experimental de Arte, adscrito a la ULA. El Centro Experimental de Arte fue el nuevo nombre que a partir de 1965 tomó la antigua Escuela Antonio Esteban Frías, fundada en 1959 por el pintor César Rengifo, y cuyo primer director fuera Régulo Pérez. El CEA se convertiría más tarde, por efecto de una reforma docente y administrativa, en la actual Unidad de Artes Visuales y Diseño (UNAVID).
Entre los artistas residentes en Mérida cuya actuación estuvo estrechamente vinculada a las funciones docentes que cumplían en este centro de formación artística desde su fundación hasta hoy, debemos citar al propio César Rengifo, quien realizó y dejó en Mérida obra pictórica durante el período en que fue Director de Cultura de la Universidad de Los Andes; Régulo Pérez, Manuel Espinoza, José Antonio Dávila, Carlos Hernández Guerra, Beatriz Blanco, José Benítez, Antonio Eduardo Dagnino, Guillermo Besémbel, Bethania Uzcátegui, José Torrealba, Jesús Guillén, José Montenegro, Elpidio Márquez, Omar Granados y Francisco Grisolía, entre otros. La mayoría de ellos, por no decir que todos, están representados con sus obras en el Museo de Arte Moderno de Mérida.
También en el curso de los años 60 se establecieron en la capital merideña los pintores Marcos Miliani, Gonzalo Castellanos y Carlos Contramaestre, los dos primeros eran también arquitectos al servicio de la ULA, y el tercero, dibujante, poeta y promotor artístico, de amplia labor docente como director del CEA y fundador de la Galería La Otra Banda, creada bajo los auspicios de la ULA, y la cual todavía se mantiene abierta en la ciudad de Mérida. Como se podrá apreciar, todos los artistas mencionados antes representan estilos y búsquedas muy diversas, que ejemplifican la pluralidad de conceptos que ha caracterizado a la actividad artística en Mérida. Desde la abstracción constructiva, como en el caso de Gonzalo Castellanos y José Montenegro, hasta el lirismo surrealizante de Marcos Miliani y Bethania Uzcátegui, pasando por el realismo de base expresionista de Besémbel y Contramaestre, el abstraccionismo gestual de Hernández Guerra y el realismo inspirado en el trabajo en las salinas de José Antonio Dávila, o el misticismo de fuertes rasgos expresionistas, que alienta en las morfologías eróticas y caligráficas de Antonio Eduardo Dagnino.
Una relación de la evolución de esta tradición de arte en Mérida, si nuestro propósito fuera más descriptivo, debería ocupar un largo capítulo; preferimos mencionar sólo los nombres de los artistas que, por el momento, están mejor representados en el Museo de Arte Moderno Juan Astorga Anta.
Hoy día, habiendo dejado atrás a los años ochenta, el arte en Mérida ha sobrepasado con mucho el nivel de productividad y calidad conseguido en las décadas pasadas, gracias, por una parte, a la incorporación de nuevos valores a la labor docente en los centros artísticos, y, por otra, al trabajo independiente cumplido por jóvenes artistas plásticos que han alcanzado últimamente notoriedad nacional, como son los casos de Alfredo Ramírez y Claudio Rodríguez, pintores que ganaron importantes premios en la Primera Bienal de Artes Plásticas de Mérida, y de cuyas obras se ocupa también el presente catálogo.
Finalmente, debe tomarse en cuenta que la población de Tovar ha dado al gentilicio artístico del Estado Mérida un aporte considerable a través de la labor tanto didáctica como creativa en lo individual llevada a cabo por un nutrido grupo de valores jóvenes reunidos en torno a la actividad del productivo Taller de Arte de aquella localidad. Esta labor, mejor integrada, si se quiere, que la que se realiza en cualquier otro punto del Estado Mérida, ha sido justamente reivindicada por su importancia a través de la inclusión que de artistas tovareños como Martín Morales y Jesús Guerrero se hace tanto en la colección del Museo como en el presente catálogo.
Durante un tiempo, viviendo en París, Elbano Méndez Osuna asistió al taller del pintor André Lhote, de cuya lección aprovechó ciertos rasgos postcubistas que desarrolló en sus obras a partir de 1947. De su aprendizaje en Francia conservó el artista tovareño el gusto por la síntesis lineal y por la armonía de los colores vivos, extendidos uniformemente sobre el plano, características que hicieron de él uno de los adelantados del modernismo de Venezuela, tal como puede apreciarse en sus paisajes y naturalezas muertas de un período temprano, entre 1943 y 1950. Un ejemplo de estas búsquedas lo encontramos en la obra de su autoría perteneciente al Museo de Arte Moderno de Mérida (ilus. n° 49).
En la época en que Carlos Hernández Guerra realizó esta Composición de nuestro Museo (ilus. n° 50), su búsqueda pictórica se inscribía en la pintura de base gestual. Se aproximaba así a la estética de los que, como Hung y Manuel Mérida, artistas de su misma generación, cultivaban el movimiento y la celeridad de la pintura de acción. Algunos elementos de este planteamiento impulsivo los encontraremos luego en su obra cuando, pasando a otra etapa y abandonando el campo de la abstracción, Hernández Guerra aborde un paisajismo monumental resuelto en grandes formatos, con el tema de los llanos centrales de Venezuela.