EL RAYO SONORO

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Audiofilia

En la penumbra suave, una mano levanta por una liviana asa el brazo de un aparato tocadiscos para posarlo delicadamente sobre el comienzo del surco de un disco de acetato de larga duración de 33 revoluciones por minuto. Al comenzar a desplazarse por él, inmediatamente el imperceptible surco comienza a zarandear de un lado a otro la minúscula aguja, de forma elíptica, trasmitiendo debilísimas vibraciones a una cajita, colocada en la punta del brazo articulado mediante un eje a una base, donde  se encuentra en movimiento el plato giradiscos que rota regularmente tratando de hacer el menor ruido posible. Este sencillo pero ajustado mecanismo de precisión, registra y separa las vibraciones de los laterales del surco convertidas ahora en  ondas eléctricas y las envía por cuatro delgados cables hasta una salida del tocadiscos en dos conectores, dos canales, que tienen forma machihembrada para conseguir el mayor y firme contacto. A partir de este momento todo consiste en un esfuerzo por no perder la débil sonoridad inicial de la primera vibración. La señal se traslada por gruesos cables ( generalmente de cobre vestidos con mantos que los aíslan del oxigeno y con sus puntas de comienzo y fin terminadas con conectores de plata y oro ) que la llevan a una unidad de procesamiento electrónico que secciona las ondas eléctricas en frecuencias, diferentes oscilaciones de onda, para poderla manipular, a este proceso se le denomina ecualizar. Después, separadas las ondas electromagnéticas en frecuencias sonoras, solo resta amplificarlas tanto como se quiera – o se pueda – para enviarlas a los sistemas de transducción, comúnmente conocidos como cornetas o altavoces. Este último paso es sumamente complejo: hay que convertir una señal electrónica en una onda espacial de viento. Hay diversos sistemas, pero el más utilizado consiste en el uso de membranas elásticas,  suspendidas en conos rígidos, deformadas por émbolos electromagnéticos, instalados en sofisticados laberintos y cajones de resonancia para impulsar el sonido lo mejor, más nítido y lejos posible. Este es el principio básico que hace funcionar los sistemas de reproducción sonora de la era electrónica; solo cambian los formatos de registro, almacenamiento, fonocaptura y transmisión del sonido inicial, las dos segundas etapas, amplificación y transducción son comunes a todos los sistemas.

Audición

Anatomy_of_the_Human_Ear.svg: Chittka L, Brockmann

Anatomy_of_the_Human_Ear.svg: Chittka L, Brockmann

Pero el proceso no termina allí, esa es la parte electroacústica del procedimiento de la reproducción del sonido. La onda de aire generada por las cornetas llega hasta el oído humano y dentro de él revierte el proceso para convertirse otra vez en una señal electromagnética, que es conducida hasta los lóbulos parietales del cerebro donde se aloja la capacidad neurosíquica de la audición y el lenguaje. El proceso lógicamente es inverso al usado para generar la onda hidráulica de sonido:  El sonido entra al oído por el canal auditivo externo y hace que la membrana del tímpano vibre. Las vibraciones transmiten el sonido en forma de energía mecánica, mediante la acción de palanca de los huesecillos hacia la ventana oval. Después, esta energía mecánica es trasmitida por los líquidos del oído interno a la cóclea, donde se convierte en energía eléctrica que viaja por el nervio vestíbulo-coclear hacia el sistema nervioso central, donde es analizado e interpretado como sonido en su forma final. El campo auditivo del hombre está entre los 16 y los 20.000 Hercios, que es una medida temporal de la frecuencia con la que se sucede un ciclo de la onda sonora. Por debajo de este rango que corresponde a los sonidos graves – o bajos- no se percibe sonido y sí una sensación de empuje y por encima, después de los sonidos agudos – o altos- la frecuencia entra en el límite de los ultrasonidos, aparentemente no captables por el hombre pero sí por la mayoría de los animales. La mayor parte de los equipos de sonido desarrollados en los últimos setenta años, cubren este rango con facilidad y muy a menudo en un alarde técnico incluyen frecuencias inaudibles en sus registros.

Encantamiento

 

Y resulta, donde queremos llegar, que en todo ese complicado proceso, y aun antes, con la música preferida, los interpretes, compositores, partituras, instrumentos, cantantes, conciertos, festivales y antecedentes que nos remontan lejos en la cadena histórica de la creación musical, en algún segmento de este inabarcable proceso se produce un encantamiento que súbitamente nos lleva a un goce supremo, a una obsesión por el sonido. Curiosamente el encanto se puede dar en el soporte del registro mismo, como el disco de vinil de larga duración (LP) o la cinta magnetofónica (Casette y Reel), disco compacto (CDs y DVDs) o los mas recientes formatos digitales (MP3, MP4 etc); puede localizarse la fascinación en la fonocaptura, sea la aguja de diamante con sistema de cartuchos móviles magnéticos o de cola,  en el sistema de cabezales hasta los seis cabezales de los equipos dotados con capacidad de lectura y reproducción reversa, en el brazo mismo y su cartucho, hasta algo tan poco perceptible como los bytes de un formato digital; algunos se obsesionan por los equipos  de preamplificación y amplificación: integrados, separados en previo y poder o los pesados y robustos monoblocks, que entran en la categoría High End; unos pocos, en el cableado y su complicada y aparentemente innecesaria sofisticación y precio; pero también, y quizás la parte clave de todo el proceso electroacústico, en los sistemas de altavoces o cornetas, con dos tres cuatro o más  vías, receptáculos cúbicos o de orgánicos diseños y exquisitos acabados ( muchas veces imitando el terminado negro pulido de los pianos de cola, o el brillante rojo caoba de los famosos violines de Cremona) y existen los sistemas DIY ( Do It Yourself), que sencillamente no les dan acabado alguno a los equipos quedando como maquetas rusticas de excepcional buen sonido. En cualquier punto decíamos, puede darse el milagro: en la llegada al oído humano (tanto que hay individuos que desarrollan y cultivan increíbles sensibilidades superhumanas para percibir delicadísimas diferencias en todo el sistema, pudiendo aventajar los mismos instrumentos de medición) originando la diferencia fisiológica o cultural que determina qué forma de sonoridad lo emociona. Incluso puede llegar a ser un goce plenamente  conceptual, cuando ya en la cúspide de la geografía sonora los desarrolladores de sistemas de audio, crean patentes con apenas simples o radicales transformaciones en algún punto del complicado proceso, que han prefigurado mentalmente de antemano, como si de la composición de una sinfonía romántica se tratase.

Epifanía

 

 

Así, el encantamiento al que nos referimos está a todo lo largo pero también indefiniblemente al margen de este sofisticado supermecanismo descrito cuyo recorrido es secuencialmente cultural, electrofísico, hidráulico, anatómico, fisiológico, neurosíquico y emocional…  Es un misterio que se da como revelación, como epifanía fuera del espacio y del tiempo. Ahora ya no sabemos de donde viene el misterio, pero lo sabíamos, o al menos teníamos una explicación articulada con el resto de los saberes. Veámosla sucintamente: se atribuye en la tradición occidental al matemático griego Pitágoras de Samos (siglo V antes de Cristo) haber inventado la música – descubierto sus principios, sería más correcto- mediante el ingenioso experimento de seccionar proporcionalmente una cuerda obteniendo así las notas de la escala musical y relacionar estas proporciones numéricas  con las distancias de los planetas de las orbitas celestes. Este “descubrimiento” también se relacionó con las cosmologías físicas basadas en la interrelación de los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego y su formalización en los cuatro solidos regulares platónicos. Los sólidos platónicos son: el tetraedro, el cubo, el octaedro, el icosaedro y el dodecaedro convexidad y regularidad. Es decir el mundo conocido por las griegos se mostraba como ordenado matemáticamente en tanto construcción, si a ello se agrega que los artistas (sobretodo los escultores), conocían la clave numérica de las proporciones del cuerpo humano, entonces comprendemos la poderosa imagen del macro y microcosmos en consonancia. Esto conmocionó a la antigüedad ilustrada: El cosmos y el hombre están hechos con las mismas reglas numéricas y geométricas, por lo tanto debía existir un hacedor, un demiurgo, un dios, y aparecía una realidad ordenada más allá del espacio y del tiempo, más allá de la física: una dimensión metafísica. Y esta dimensión está en la música… nos llega a través de ella.

Melomanía

 

Esta pintura representa el Monocordio que fué utilizado por Pitágoras cerca del año 550 A.C. Significa literalmente una secuencia; es decir que una sola cuerda se estira sobre una caja de sonidos. En el siglo XVI, Robert Fludd, ideó un Monocordio que llamó Celestial o Divino, donde representó el Universo de Claudio Tolomeo, adaptado a los intervalos musicales. Se utiliza para ilustrar las características matemáticas del tono musical.

Esta pintura representa el Monocordio que fué utilizado por Pitágoras cerca del año 550 A.C. Significa literalmente una secuencia; es decir que una sola cuerda se estira sobre una caja de sonidos. En el siglo XVI, Robert Fludd, ideó un Monocordio que llamó Celestial o Divino, donde representó el Universo de Claudio Tolomeo, adaptado a los intervalos musicales. Se utiliza para ilustrar las características matemáticas del tono musical.

El resultado práctico de esta lucubración teórica fue un instrumento conocido como Monocordio (antecesor de todos los instrumentos de cuerdas, como los violines y guitarras) que permitía demostrar empíricamente estos principios armónicos de los diferentes tonos musicales. Concurrieron entonces otros instrumentos musicales para representar en el mundo humano la sonoridad divina del mundo celestial y comenzó una larga tradición de la historia del hombre que, desconocidamente ahora, era sumamente amplia y rica en recursos sonoros, estéticos, terapéuticos y medicinales. La armonía de las esferas celestes, de la distancia de los planetas, de la velocidad de sus órbitas, del ruido de su desplazamiento en el cielo, esa música celestial, según los pitagóricos, resuena también en su cuerpo humano y en las obras de la creación artística y por ello es perceptible a los oídos. Todo era música: el cielo, el hombre y su cultura. La melomanía es tan antigua como el hombre mismo, quizás, localizada en las zonas parietales del cerebro es una función biológica  anterior al mismo lenguaje articulado, y hasta lo haga posible. Se pudiera aventurar que tenemos lenguajes articulados por nuestra capacidad para interiorizar y comprender la música…

Transmigración

 

Portada de: Una historia secreta de la consciencia (en inglés A Secret History of Consciousness) es una obra de 2003 del escritor y músico americano Gary Lachman. ( http://es.wikipedia.org/wiki/Una_historia_secreta_de_la_consciencia )

Portada de: Una historia secreta de la consciencia (en inglés A Secret History of Consciousness) es una obra de 2003 del escritor y músico americano Gary Lachman. ( http://es.wikipedia.org/wiki/Una_historia_secreta_de_la_consciencia )

Durante casi dos mil años estas ideas fueron tomadas como sublimes verdades y construyeron una complejísima tradición esotérica: sectaria, iniciática y secreta en muchos casos, pero fue ya saliendo del Renacimiento que se abandonaron, ante la imposibilidad empírica de demostrar el ruido que los planetas generan, si están desplazándose en el vacío… Con el avance de la nueva ciencia, caracterizada por la duda metódica y el agnosticismo, la música perdió su dimensión celestial y se confinó a las dimensiones humanas e instrumentales. Pero aquel rayo sonoro que iluminó a Pitágoras -de quien se decía fue el primer humano que entendió la música del mundo, las tonalidades que producen los planetas al rotar sobre su eje y en órbitas circulares armoniosas- siguió misteriosamente atravesando a otros seres humanos sin ni siquiera imaginar de dónde viene y por qué los toca precisamente a ellos, convirtiéndolos en una especie de maniáticos incomprendidos. A falta de otra explicación podemos pretender de nuevo que quizás sean las almas transmigradas de los  pitagóricos de ayer que siguen reencarnado en una hermandad unida por la secreta convicción de ser enaltecidos, cuando cierran los ojos, para dejarse llevar por el encantamiento de la belleza de Dios contenida en el sonido. Quizás oyen también de nuevo lo que oyó Pitágoras y, por un momento fugaz, sienten en su ser la compenetración del hombre en armonía con el Universo.

Dedicatoria

 

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A todos los que  han tenido la dicha de sentir ese resplandor y saben qué tan poderoso es, a todos ellos y ellas, está dedicado este sitio Web, que esperamos llegue a convertirse en un lugar de encuentro de los venezolanos, para compartir la emoción de sentirse atravesados por el mismo rayo sonoro.

Bienvenidos al Portal AUDIOV:

AUDIOFILOS y MELOMANOS VENEZOLANOS

Juan Astorga Junquera.

 Fundador, Director, Editor.

Mérida, EL CIELO AUDIO, Marzo-Abril del 2014.